Nada es tan útil en la zona rural como un camino vecinal. Los caminos vecinales unen los parajes entre sí, las secciones y también a estos con los municipios y con las carreteras principales que llevan hacia las medianas y grandes ciudades.
Cuando el camino vecinal está infranqueable, cuando el campesino no puede pasar su economía empieza a languidecer porque no puede llegar con sus productos al lugar donde los compran.
Pero tampoco los muchachos pueden ir a la escuela ni la gente puede moverse con facilidad de un lugar a otro. En síntesis, la vida toda se trastorna.
Las muchas lluvias del año pasado y el desbordamiento de los ríos grandes, medianos y pequeños, así como de las lagunas y los arroyos, dañaron casi todos los caminos vecinales del país, principalmente los de las zonas Norte y Sur del país. Pero este hecho ha llamado poco la atención de las autoridades. Ni Obras Públicas, ni Agricultura, ni la Oficina Supervisora de Obras del Estado, ni el Instituto Agrario han diseñado programas especiales para reparar, en unos casos, y ampliar, en otros, los maltrechos caminos vecinales.
Es verdad que son obras muy pequeñas y, por lo tanto, poco lucrativas, pero son muy necesarias para la zona rural y para los pueblos que reciben todos los días víveres y carnes procedentes de los campos. El gobierno debe ocuparse de estos caminos. Sólo se necesitan gredares, palas mecánicas y muchos hombres. En algunos casos se pueden necesitar rodillos. Si requiere asesoría que procuren a Luis El Gallo, experto en fijarse en las pequeñas, pero útiles necesidades de la gente.