Los celos y sus consecuencias

Los celos y sus consecuencias

En el devenir de nuestra vida luchamos insistentemente por mantener las buenas relaciones.

Sin embargo, un día, imperceptiblemente, nos volvemos iracundos, intolerantes,  llegando, en muchos casos a albergar amargura en nuestro corazón, arrastrando nuestras relaciones interpersonales a un deterioro, muchas veces irremediable.

Si este es el escenario donde se está desenvolviendo nuestra existencia, es posible que estemos prisioneros de los celos, emoción devastadora que nos lleva de la simple comparación, a uno de los sentimientos más peligrosos: la envidia.

Nos enfocamos en lo que no tenemos o tememos perder lo que poseemos. Amor, posición, reconocimiento, honra, valorización, son sentimientos que el ser humano necesita para mantener la estima equilibrada y al entender que un tercero es el beneficiario de lo que precisamente es su necesidad, surgen en el corazón los celos amargos.

Para ser libres de esta condición que nos oprime, nos encarcela y nos roba el gozo, es necesario entender  que es el Señor nuestra fuente de amor y sólo El tiene la capacidad para suplir cada una de nuestras necesidades y de llenar nuestros vacíos.

No debemos querer imponer nuestra voluntad de forma aplastante, sino enfocarnos en ver lo que nos ha sido dado, para ser usado conforme al plan individual que Dios anhela cumplir en nosotros, sin distraernos en lo que pensamos no tener y que otros tienen.

Es estar seguros de  que nada ni nadie podrá interrumpir lo que el Señor ideó para cada uno de nosotros.

Determinémonos a renunciar a todo tipo de celos que nos arrebatan la vida de Dios, que es la única que nos llena de paz, amor, gozo y paciencia.

Empleemos nuestras fuerzas en darle lo mejor de nosotros a Dios y a nuestro prójimo, convencidos de que somos  un diseño único, completo y especial.

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