Los chinos atacan

<p>Los chinos atacan</p>

MANUEL A. FERMÍN
La irrupción como el rayo de China Continental en el negocio de los textiles ha puesto en apuros, no sólo a países pequeños como la República Dominicana, sino a gigantes de la producción y el consumo: Europa, rica y desarrollada ha visto perder 165 mil puestos de trabajo; 11,500 empresas cerradas, cifras éstas que no pueden pasar inadvertidas por la gravedad de la situación. A guísa de ejemplo, las exportaciones de jerseys hacia la Unión Europea procedentes de China Continental subieron un 893%, las de pantalones un 201% y las de medias un 1,940%, cayendo los precios de estas categorías un 37%, un 8.3% y un 38% respectivamente; Brasil y Estados Unidos han sufrido graves problemas financieros por la competencia china y han tenido que unirse en una estrategia de unir bajos costos por mano de obra brasileña con la experiencia en diseño y distribución norteamericana para contrarrestar la amenaza a la supervivencia de sus negocios.

En México, 144 fábricas de juguetes cerraron sus operaciones, y en Costa Rica, textileros han echado a cierre, dejando miles de cesanteados.

La República Dominicana, que ha basado gran parte del empleo en las zonas francas de textiles, ha visto agravarse el paro laboral de miles de hombres y mujeres, no faltando la crítica irresponsable de politiqueros oportunistas que tratando de pescar en la desgracia canalizan rebeldía y cólera en gente desorientada, que carece del conocimiento de los nuevos acontecimientos en los mercados.

Los países con el nivel de desarrollo del nuestro han visto disminuir el número de pobres rurales por vía de la migración y el desplazamiento hacia los sectores urbanos, lo que es insatisfactorio.

En el medio rural la gente dispone de insuficiente capital natural, activos escasos, y esto, unido a programas encaminados a mejorar las necesidades básicas retrasadas, constituyen verdaderos sesgos antirrurales que socavan el afianzamiento de la familia en el campo. Parques industriales de zonas francas se han convertido en refugios para estas personas de escaso nivel competencial. En ciertas formas aunque bueno por el lado del ingreso, el trabajo es inseguro, mal pagado, de poco avance tecnológico, lo que ha dado lugar a una mera transferencia de la pobreza al sector urbano.

Todo este contexto ha cambiado notoriamente. El gigante asiático ha venido arrollando los mercados menos competitivos, grandes y pequeños. Mientras tanto los textileros dominicanos de zonas francas siguen en el remilgo de la devaluación monetaria, la presión por el DR-CAFTA por la fortaleza que tomaría el dólar y no por el mercado en sí y la restricción salarial para ser competitivas, sin que importe que la mayoría suframos el efecto inflacionario y desestabilizador del alza del dólar. Brasil tiene una alta apreciación del real, sin embargo, esa no es condición de vida o muerte para estar en la competencia. Para seguir en el mercado se requiere obtener otras características mediante las mejoras financieras, administrativas y tecnológicas complementadas con otro enfoque tal como líneas de producción más sofisticadas para sectores más exigentes.

Ahora, al lado del éxito nos queda el fracaso de tener miles de dominicanos desarraigados del campo y atrapados en las áreas urbanas, sin acceso a una adecuada seguridad social y obligados a las variaciones abruptas que deja el desempleo como son el reducir el consumo de alimentos y las secuelas que deja esto, hipotecar los pocos activos acumulados, y peor, ser atractivos para la demagogia y el engaño político que se nutren de la pobreza y la marginalidad.

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