Los chinos del barrio

Los chinos del barrio

Nací y crecí en el barrio de San Carlos. En ese sector de la ciudad de Santo Domingo llamada entonces Ciudad Trujillo, convivimos con varios chinos y con sus familiares. Recordamos con afectos a los Joa, los NG, los Chan, los Macorís, entre otros. Eran personas serias y trabajadoras, de poco hablar y muy reservadas. Casi todos sus hijos mestizos alcanzaron titulaciones universitarias y, andando el tiempo, se convirtieron en prestigiosos profesionales de la medicina, de la ingeniería, de la economía y de otras ramas del saber.

Los chinos de primera y segunda generación no eran muy sociables que digamos; sólo intercambiaban entre ellos. Pero, no sabemos por qué motivo, a mí siempre me trataron como uno de su raza. No hace mucho, en una recepción en una embajada extranjera, alguien me preguntó por mis parientes chinos. Como sospechaba que se refería a los Joa le expliqué a quien me indagaba que yo no tenía familiares chinos, que los Joa eran mis grandes amigos y que todavía seguimos siéndolo.

Recuerdo que en los años 50 en la Capital sólo había dos pequeños supermercados; uno, propiedad de un ciudadano estadounidense apodado Wimpy localizado en la avenida Bolívar; y, otro, propiedad de un chino situado en la entonces avenida José Trujillo Valdez, hoy avenida Duarte.

En este último establecimiento comercial trabajaba como cajera una hermosa china de irreductible carácter subrayado por la dureza de un castellano pronunciado con acento oriental y manifestado en unos bellos ojos azules. Todas las tardes me encaminaba hacia el supermercado del chino a preguntar sin ir a comprar sólo para satisfacer mi deseo de contemplar de cerca esa venustez china.

A partir de mi ingreso en la Escuela Naval, mi vida transcurrió por otros senderos; me alejé de San Carlos, de los chinos y demás amigos de infancia.

Un hecho lamentable causó que nos encontráramos de nuevo; el fallecimiento del doctor Angel Chan Aquino, distinguido facultativo y hombre de bien. En su funeral me encontré con amigos  chinos que tenía años que no veía.

Otro hecho contribuyó más a ese acercamiento: la inauguración del Barrio Chino; proyecto éste formulado y materializado por mi amiga de infancia Rosa NG con el respaldo del gobierno dominicano, del Ayuntamiento del Distrito Nacional, de los comerciantes de origen chino y de las misiones diplomáticas y consulares de China Continental y de Taiwán. Pensaba ir los viernes en la noche al Barrio Chino a cenar y a intercambiar con mis amigos de infancia. Pero, ha surgido un inconveniente que de no resolverse me impediría hacerlo: la prohibición de estacionar los vehículos frente a los establecimientos comerciales de ese lugar. Fuera de los límites del Barrio Chino no hay seguridad, por lo que no es prudente estacionarse en esos sitios, a merced de delincuentes siempre prestos a cometer todo tipo de fechorías. Esperamos que ese conflicto se resuelva para satisfacción de muchas gentes y para la tranquilidad de los comerciantes chinos que ven peligrar sus inversiones.

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