Los chistes de ventrílocuo no molestan la Casa Blanca

Los chistes de ventrílocuo no molestan la Casa Blanca

WASHINGTON.- Jay Leno se dirigió a muchas personas en los estados republicanos la semana pasada cuando bromeó sobre la extraordinaria entrevista conjunta del Presidente George W. Bush y el vicepresidente Dick Cheney por parte de la comisión que investiga los ataques terroristas del 11 de septiembre.

«Supongo ahora que están ultimando los detalles», dijo Leno en su programa «The Tonight Show». «¿Bush debiera sentarse sobre la rodilla derecha de Cheney o sobre la izquierda?»

Bush y su vicepresidente por supuesto se sentaron uno al lado del otro, y Bush habló la mayor parte del tiempo. Miembros de la comisión dijeron que el presidente respondió preguntas difíciles sin vacilación, y con poca ayuda de Cheney y Alberto R. González, el abogado de la Casa Blanca que también asistió a la sesión.

Esto difícilmente fue noticia en la Casa Blanca, donde nadie duda de quién está a cargo. Aunque Cheney es el vicepresidente más poderoso en la historia, es Bush quien toma las decisiones, por encima, si es necesario, de Cheney.

Bush, por ejemplo, fue a Naciones Unidas pasando por alto las fuertes objeciones del vicepresidente en el otoño del 2002 para buscar apoyo internacional para una guerra en Irak y pasó sobre Cheney cuando el vicepresidente quería inocular a todos los estadounidenses contra un potencial brote de viruela.

El nuevo libro de Bob Woodward, «Plan of Attack» (Plan de Ataque), que no es uniformemente positivo para el gobierno de Bush, no obstante describe al presidente como decisivo e involucrado, y cita a Cheney refiriéndose al presidente cuando no está alrededor como «el Hombre».

Sin embargo persiste la percepción entre los críticos más fervientes de Bush: Cheney es el presidente de facto, y un Bush indeciso recibe órdenes de él. Una izquierda enojada, aún molesta por la elección del 2000 y ahora furiosa por las cambiantes razones para la guerra en Irak, ve en las conferencias de prensa menos que articuladas de Bush una mente menos que aguda. Por lo tanto, Cheney debe estar dirigiendo al país desde debajo del escritorio de Bush en la Oficina Oval.

«La gente en la izquierda escucha a Bush discutir las cosas en formas tan simples, y sin embargo llevar a cabo conspiraciones que parecen ser diabólicas tan sin esfuerzo, que no pueden creer que sea realmente él», dijo David R. Gergen, director de comunicaciones de otro presidente, Ronald Reagan, quien era percibido por sus críticos como manipulado por un poderoso personal de la Casa Blanca. «Es casi imposible que la gente en la izquierda crea que las personas que hablan simplemente pueden tener éxito en la política, o puedan gobernar exitosamente».

Los asesores de Bush, que aún se enojan con la percepción, reconocen que tiene sus beneficios.

«Mire, la principal ventaja en la política es ser subestimado», dijo Dan Bartlett, director de comunicaciones de la Casa Blanca. «El es feliz manteniendo bajas las expectativas. Ha sido subestimado en la política desde que se postuló para su primer cargo público».

Durante medio siglo, los republicanos han aceptado el anti-intelectualismo, en algunos casos como una forma de ampliar el alcance del partido. La tradición comenzó con Dwight D. Eisenhower, el graduado de West Point que destrozaba el idioma inglés pero era más obtuso de lo que se sabía en ese entonces.

Cuando el secretario de prensa de Eisenhower, James C. Hagerty, dijo a su jefe que el Departamento de Estado estaba ansioso de que no dijera nada en una conferencia de prensa sobre una crisis en los 50 en torno de las islas Quemoy y Matsu, que China amenazaba con tomar a la fuerza, Eisenhower respondió: «No te preocupes, Jim. Si ese asunto surge, sólo los confundiré».

Bajo el gobierno de Reagan, la estrategia alcanzó su clímax con la creación de todo un nuevo grupo de republicanos, los demócratas de Reagan, votantes obreros a quienes agradaba la forma simple de hablar del presidente sobre familia y fe.

«¿Cómo haces a un partido cuyas políticas atraen a las grandes empresas y a los ricos parecer que favorece a los pobres?», dijo Bruce J. Schulman, profesor de historia y política estadounidense en la Universidad de Boston. «Una de las formas de hacer eso es hacerlo el partido de los tipos comunes, y tratar de convertir a los oponentes en la élite sofisticada, altamente educada e internacionalizada».

Historiadores dicen que la percepción de que Cheney está a cargo continúa en parte porque refleja una tendencia más reciente, iniciada bajo el mandato de Bill Clinton, de vicepresidentes influyentes. En una primera era, señaló el historiador Robert Dallek, Richard M. Nixon, Lyndon B. Johnson y John F. Kennedy nunca hubieran querido a sus vicepresidentes a su lado ante una comisión de alto nivel.

«A Kennedy le preocupaba mucho que Johnson no le robara el show, particularmente en asuntos internos», dijo Dallek. «Lo empujó a un rincón. Busn no parece molestarse por eso, y quizá eso habla bien de él».

Esta última semana, funcionarios del gobierno describieron a Bush como involucrado con el combate en Fallujah y las complicaciones de tratar de crear un gobierno interino en Bagdad antes de que Estados Unidos transfiera el poder a fines de junio como está programado. Al mismo tiempo, Bush dejó que los miembros de la comisión sobre el 11 de septiembre supieran que él estaba consciente de las más acaloradas declaraciones que fueron hechas sobre el gobierno en las anteriores audiencias públicas.

«El presidente hizo un par de buenos tiros», dijo John F. Lehman, uno de los miembros republicanos de la comisión.

Por supuesto, en la Casa Blanca de Bush, las reuniones no llegan a ser seminarios intelectuales donde las ideas fluyen libremente, las decisiones son tomadas claramente, y el mundo es visto a través de un prisma de ellos contra nosotros.

Aun así, el sentido de orden no cambia el hecho de que Bush es un presidente participativo, dijo Michael K. Deaver, encargado de la imagen de Reagan.

«La impresión que tenemos de él es en una conferencia de prensa, o caminando hacia su helicóptero», dijo Deaver. «Pero para la gente que lo conoce, Bush está claramente a cargo».

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