Los ciclos dominicanos de sequía y de lluvias

Los ciclos dominicanos de sequía y de lluvias

Antes de que el planeta fuera sacudido por el efecto invernadero, que producto de las actividades humanas ha trastocado el comportamiento de los diversos agentes naturales, era muy cómodo predecir con bastante exactitud el comportamiento anual de las lluvias y los períodos de sequía, en especial para los agricultores que conocían de antemano cuáles eran los mejores meses para depositar las semillas en la tierra.
En el país, los agricultores y muchos ingenieros conocían muy bien, antes de 1975, el comportamiento de las lluvias y se podían preparar medidas de contingencia para mitigar los daños de la sequía o hasta de abundantes lluvias, si se tenían suficientes embalses de presas para captar toda esa agua en exceso que serviría luego para la población y su agricultura.
Los récords estadísticos de las lluvias, año por año, mostraban un comportamiento curioso que indicaban que cada año los agricultores sabían que habían seis meses de lluvias y seis meses de sequía, pero cada década mostraba una tendencia interesante en donde, en ciclos de cinco años, las lluvias eran abundantes, mientras en los otros cinco de la década imperaba la escasez de lluvias.
Estaba confirmado que los años del 3 al 7 y a veces el 8 de cada década eran secos, y desde el año 8 de una década al 2 de la siguiente eran lluviosos. La ocurrencia de esos ciclos eran bastante predecibles y permitían, hasta 1975, preparar planes de contingencia cuando ya el país veía cómo aparecían los grandes embalses en los ríos Yaque del Norte y Nizao represados en Tavera y Valdesia.
En el país existen muchos testimonios de los efectos de esos ciclos secos en los años 4 y 5 de cada década y así se recordaría, leyendo las crónicas y viejas reseñas de la sequía de 1914, luego la de 1934 y la más severa la del centenario de 1944. Por igual ocurrieron ciclos de sequía en 1955 y 1965, que al inicio de la guerra de abril, el país atravesaba una severa crisis de escasez de lluvias que estimulaban los incendios de los bosques en decenas de fuegos forestales, pero en mayo llegaron las lluvias con tal contundencia que el río Haina mostró sus fuerzas dormidas cuando sus aguas arrasaron la estructura central del puente Troncoso en la carretera Sánchez. El colapso del puente le permitió a las tropas norteamericanas de intervención instalar un puente de pontones aguas abajo del puente colapsado que dio servicio durante varios meses para viajar al sur.
Hasta el año 2000 se mantenía la particularidad de que los huracanes más catastróficos ocurrían en el ciclo seco. El huracán San Zenón ocurrió en 1930 durante el ciclo húmedo; Edith y Flora en septiembre de 1963, Emily en septiembre de 1987, Gilbert en septiembre de 1988, Georges en septiembre de 1998. El huracán David y la tormenta Federico ocurrieron en 1979 en el ciclo húmedo, pero en la frontera del seco, e inicio del cambio climático, los cuales, pese a los daños que ocasionan al momento de la ocurrencia, con el llenado de los embalses, la agricultura volvía a ofrecer sus frutos.
La sequía de 1975 permitió escuchar opiniones de diversas soluciones y una de las más populares era la de bombardear las nubes con hielo seco para precipitarlas, pero esos experimentos fueron pocos exitosos, tanto a nivel local como mundial.
No existe un patrón confiable de comportamiento del clima fruto del cambio climático; el efecto invernadero ha alterado todo el clima mundial para inducir períodos de sequías más severos así como de lluvias más torrenciales pero de corta duración. Las estadísticas de años para las predicciones meteorológicas han perdido su veracidad ya que ahora, en este siglo XXI, cada año presenta alteraciones notables e impredecibles que invalidan cualquier estimado de cómo serían las lluvias y sus periodos de sequías.
En definitiva el país está en medio de su ciclo seco y lo penoso de la situación es que solo se aliviaría con la ocurrencia de lluvias torrenciales fruto de un huracán que deposite abundantes volúmenes de agua en los ríos, de otra manera habría que salir a las calles en penitencia para pedirle misericordia a Dios y que mande las lluvias.

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