Los cimientos de la salud holística

Los cimientos de la salud holística

La filosofía del cuidado global de la salud se va imponiendo. Los centros de salud más avanzados incorporan el tratamiento individualizado de cada paciente, combinan los métodos convencionales y de alta tecnología con los alternativos y consideran el papel del estilo de vida como factor de salud.

A su vez la ciencia desvela los nexos entre sistemas orgánicos, que se creía separados, como el nervioso, el endocrino y el inmunitario.

La nueva medicina, que paradójicamente representa una vuelta a los orígenes de la ciencia médica, tiene un apellido: holística.

La palabra griega “holos” significa “todo” y es la que eligió el científico surafricano Jan Christina Smuts, en 1926, para designar un nuevo concepto, el de la biología holística, según el cual los organismos deben estudiarse como un todo, porque tiene propiedades que no se hallan en las partes que los componen.

EQUILIBRIO DEL CUERPO

En la década de 1970, esta idea comenzó a aplicarse a la medicina, originando una nueva actitud ante la salud y las enfermedades, según la cual el estado de nuestra persona depende del equilibrio no sólo entre nuestro cuerpo, mente, emociones, relaciones y dimensión espiritual, sino de además de una buena interacción con nuestro entorno.

“La medicina holística se caracteriza por centrar su atención sobre toda la persona, en vez de en una o algunas de sus partes, y al igual que la naturista, considera que no es el terapeuta el que cura sino la capacidad de autosanación propia de cada persona, apoyada por el médico”, explica a Efe-Reportajes, la psicóloga y terapeuta Margarita García Marqués, directora del Centro HARA de Terapias Alternativas (www.centrohara.com), de Madrid.

Para la medicina holística la conservación de la salud o el tratamiento de un trastorno debe adaptarse a cada persona, cuyas características y necesidades son diferentes de las demás, y puede abordarse por medio de distintas medicinas naturales, desde la acupuntura o la fitoterapia hasta la homeopatía o la bioenergética.

Según los terapeutas holísticos, para mantenernos sanos o recuperarnos de nuestras enfermedades debemos desarrollar una cultura de la salud y llevar un estilo de vida sano, que evite los factores que nos perjudican y favorezca los que nos benefician, cuidando especialmente una serie de factores de equilibrio y teniendo en cuenta una serie de principios básicos:   

Cada persona es única. Los llamados holoterapeutas analizan la vitalidad del paciente, detectan sus puntos débiles y fuertes, se interesan por sus condiciones de vida e historia personal e indagan en su tipo constitucional, conformado por sus energías, propensiones y procesos característicos. En base a estos datos, le ayudan de distintas maneras a recuperarse. Según esta estrategia, dos personas con los mismos síntomas pueden recibir tratamientos diferentes y evolucionar desigualmente.

Despertar la autocuración. El holismo se basa en la capacidad de curarse uno mismo, fundamentada en la existencia de una energía vital u orden interno que gobierna los procesos del organismo. Un antiguo aforismo latino indica que “Medicus curat, natura sanat”, lo que significa que es la naturaleza del enfermo la que efectúa la verdadera curación, en tanto que el médico actúa dirigiendo, potenciando, entrenando o activando la fuerza curativa o capacidad regeneradora que posee todo organismo, e impidiendo las circunstancias que las menoscaben.

Pro en lugar de anti. El principio de “para derrotar al mal, hay que trabajar en favor del bien” también se expresa en el cuidado de la salud. La medicina tradicional busca eliminar los síntomas y dolencias mediante fármacos contrarios a ese proceso: antiinflamatorios, antibióticos, antialérgicos, antigripales. En cambio, la holística apunta a trabajar en pro de la salud por medio de técnicas que tratan el origen profundo de la dolencia, refuerzan las fuerzas autocurativas y carecen de los efectos adversos o secundarios de las convencionales.

Abonar el terreno orgánico. La medicina naturista considera que no hay enfermedades sino enfermos. Una persona pierde su salud, cuando su organismo, debilitado, no puede hacer frente a la enfermedad. Así, la causa de una dolencia no es tanto el virus X o la bacteria Z, sino el estado previo en que halla el organismo antes de contactar con la patología. Lo primero es establecer el estado de salud-base, es decir el “terreno” del paciente, para saber con qué fuerzas cuenta para enfrentarse al mal que le aqueja, y el tratamiento se dirigirá en primer lugar a fortalecerlo.

EN BUSCA DEL ORIGEN DE LA DOLENCIA

En busca de la alimentación natural. Ingerir al menos cinco raciones diarias de frutas y verduras, aumentar el consumo de alimentos frescos, crudos, biológicos, integrales y germinados, moderar la ingestión de grasas saturadas y proteínas animales, y reducir la presencia en la dieta de comidas precocinadas, refinadas, industrializadas y con aditivos, son medidas recomendables para todos. Pero cada persona debe averiguar qué es lo mejor para ella, de acuerdo a sus características fisiológicas y constitucionales y sus gustos, y debe conocer los alimentos que le benefician y aquellos que les producen alergias o intolerancias.

La importancia del entorno. La relación entre lo interior y lo exterior es clave para la salud, la cual también puede entenderse como un equilibrio entre lo que acontece a un lado y otro de la piel. Nuestro cuerpo se revitaliza al respirar el aire puro y cargado de iones eléctricos saludables, de la montaña, el bosque, el campo, un río o el mar, pero sufre al exponerse a la contaminación, el ruido, el bombardeo mediático y el ajetreo de las grandes urbes. Más que una diversión esporádica de fines de semana, el contacto regular con la Naturaleza es una necesidad para mantener nuestra salud física y nuestro equilibrio mental.

Ejercicio a diario. Nuestros pulmones, corazón, aparato digestivo, músculos y huesos, y todo nuestro organismo, necesitan una dosis regular de movimiento para mantenerse en forma, eliminar las toxinas y exceso de calorías y evitar la degeneración precoz. La actividad física beneficia además el ánimo, estimula el intelecto y relaja. Hacer cualquier deporte es positivo y algunas prácticas como el tai chi o el yoga, son recomendables para el equilibrio y la flexibilidad, aunque basta con caminar media hora al día para recibir beneficios. Ejercitarse en lugares abiertos, en contacto con el agua, el sol, el aire y la tierra, o en un entorno natural, aporta una dosis de vitalidad extra.

Relaciones personales que curan. “¿Cómo se evita que una gota de agua se seque bajo el sol? Arrojándola al océano”. Este proverbio budista, también encierra lecciones para nuestra salud. Cada vez se descubren más beneficios de compartir nuestras ideas, actividades y sentimientos con otras personas, en las cuales podamos confiar y apoyarnos. Las personas que pertenecen a una comunidad con vínculos afectivos y familiares más extensos y estrechos gozan de mejor salud, que aquellas más aisladas con escasas relaciones y de baja calidad. Al acercarnos a los otros, nos aproximamos a nosotros mismos.

EFE REPORTAJES

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