Los cimientos: La constituyente

Los cimientos: La constituyente

DIÓMEDES MERCEDES
Nada puede fundarse o pervivir sin cimientos propios y los dominicanos, en la coyuntura de instituir nuestra retrasada revolución democrática, necesitando de ésta como fundamento o medio para el desarrollo y modernización integral, económica, social y ecológica, nos sentimos manipulados y mal orientados, para que entreguemos juntos, territorio, recursos humanos, naturales, infraestructuras y futuro, para que de todos ellos, incondicionalmente, se beneficie cualquier capital extranjero traído son discriminar. Hay la justificada sospecha de que los que se adueñan de los patrimonios que se nos enajenan, son las propias autoridades como propietarios o socios porcentuales de proyectos privados.

Además de la cuestión ética implícita en estas conductas, ¿qué gana la nación con tal política? La historia de Francia en la parte haitiana de la isla, cuando la vieja colonia, nos previene y ayuda a entender el resultado de esta práctica. ¿De qué sirvió a Haití, la más rica y productiva colonia de Francia serlo, si esta riqueza y el beneficio de su comercio se exportó hacia la metrópolis de los colonos? Cuando con desesperación sangrienta, extrema, Haití se independizó del cautiverio, Francia y sus mayordomos locales le habían succionado todo, dejando a Haití sin estilo viable. Esa visión que es la de nuestros gobernantes, no es la de una revolución democrática.

Todo lo que será, es porque tiene vocación de seguir siendo. Esta pulsión es pasión por pervivir que se trasmite como levadura de los signos vitales de los pueblos, entre sus habitantes de generación en generación, la que quienes nos gobiernan y han gobernado, disipan desmoralizándonos, ocupándose del usufructo del control del poder, sin más miramientos ni otros objetivos.

Esta corriente gubernamental liquidacionista es una secuencia en el país con muy raras excepciones. Santana, Báez, Hipólito y Leonel Fernández se destacan negativamente. El actual Presidente, contra todo pronóstico, contradiciendo su discurso, premeditadamente porfía contra la voluntad de la nación que desconoce, actuando como su capataz, en vez de representante, haciendo uso de artimañas políticas y de trucos mediáticos adulteradores de la voluntad social.

Destruye sus bases a la soberanía, habla de revolución democrática, mientras con sus consortes aspira a consolidarse como una dinastía de intereses soportados en el poder de represión y en el control totalitario de la información y la comunicación pública. A esa vocación le sirve el estado de descomposición social y la prolífera criminalidad de baja intensidad y sospechosos orígenes, que encubren parte de los graves de los de altura social y la de los gobernantes.

La sociedad democrática sólo fructifica en el estado de derecho. Es incierto, como lo está predicando Agripino Núñez, que el estado de delincuencia está poniendo en juego las libertades individuales, lo que en primer lugar tiene éste y cualquier gobierno que garantizar; la actitud es parte de la maniobra para justificar el absolutismo gobernante, Agripino está apostando a la represión, justificándola, y con él quienes se expresan por su vía.

Se está condicionando los medios de comunicación, y se hace la compra disimulada de periodistas en masa y a cualquier precio, corrompiendo el rol de la prensa en la democracia constitucional. Es una acción calculada, premeditada. No es como dice nuestro respetado Juan Bolívar Díaz, “que la prensa se autocensura”, es que hay establecidos fuertes vínculos de complicidad venal. Si no hay periodistas y medios abiertos a comunicar criterios opuestos a los detentadores del poder, lo que existe es coerción a ese derecho por parte de éstos, sea directa o por medio de terceras personas. De lo que se trata es del preventivo montaje de una maquinaria represiva, a usar ante el estallido de una crisis acentuada por el modelo económico continuado resultante del Estado Fallido y la desmembración social del que el estado actual y su presidente son facilitadores.

Leonel está cambiando de piel. Sobre sus orígenes peledeístas y sus primeras apariencias joviales, está presentando los atávicos genes del lobo político latinoamericano tradicional, con lo que se asemeja a Carlos Mennen de la Argentina. Esa piel la extiende su oficina de prensa, con el nuevo slogan que lo proporciona así; “El presidente sabe donde nos lleva”, éste, precursa la línea de una estrategia demagógica, populista, caudillista, que veremos desde el 16 de agosto. El slogan, equivale a decir, no pensar, no criticar, acatar, cerrar los ojos, labios y oídos; silencio o te jodes, o te dejo joder. Trujillismo, ¡Viva el Jefe!; involución.

¿Con qué cuenta el Presidente?, luego de las pasadas elecciones, el aparato político que se recubre bajo lo que fue el PLD, posee con el presiente Fernández Reina, el monopolio del aparato del poder, lo que reasegura a este último su reelección. Pero ¿cuál es el peso social que le da legitimidad y representatividad a ese monopolio del poder?

Sólo el 29.3% del electorado nacional les votó, contra un 70.7% que le rechazó, entre quienes hay un 44.3% que rebeldemente esta vez nos abstuvimos de hacerlo para sancionar por igual la trayectoria común de los tres partidos. Con un 29.3%, Leonel tiene todo el poder, menos al pueblo; y además de esta debilidad, su fragilidad intrínseca es que contra éste va montado en el tigre de la globalización, el neoliberalismo y de un conglomerado de ambiciones individuales junto a las suyas propias. Si se apea, se lo come el tigre.

Los cimientos dominicanos, ¡alabados! tienen poco peso; se puede jugar con ellos desde el poder local y desde el poder extranjero. Es así porque la nación no ha materializado su epopeya, la que les imprimirá peso. Pero van llegando las circunstancias que harán posible escribirla. Su primera página es la Constituyente. Debemos de tener muy en cuenta que en la actualidad el único gobierno estable posible es el democrático, producto de la soberanía de la Constituyente, gústenos o no su resultado. Debemos asumirla. ¡Todo el poder a todo el pueblo!

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