Los clientes más difíciles del mundo

Los clientes más difíciles del mundo

POR NELSON GÓMEZ
Los clásicos de la administración en la publicidad dicen que estos profesionales tienen que ser muy cautelosos a la hora de dar crédito a sus clientes porque una mala negociación puede enviarlos a la quiebra.

Como en todos los negocios, las publicitarias necesitan de buenos gerentes y seguimiento administrativo muy delicado por la característica de este servicio, al que muchos anunciantes valoran poco a la hora de medir sus ganancias. Esto es más acentuado en los países llamados del tercer mundo, y cuando se trata de clientes políticos la situación se pone mucho más delicada.

En estos países los políticos están valorando la importancia de anunciarse hay una gran ansiedad de esta clase por estar presente en los medios al precio que sea. La mayoría se inicia con un acercamiento a los periodistas, a los medios y, los que pueden, a sus dueños hasta que maduran o crecen lo suficiente y ven la necesidad de contratar a una agencia para que le haga un trabajo más completo y científico.

Como si se tratara de un cuento de colmado de barrio, muchos políticos llegan a los publicistas con una humildad y seriedad que la Madre Teresa les queda pequeña. «Mi futuro está en tus manos», «si no fuera por tí yo sería nadie», son algunas de las frases célebres de ellos cuando quieren que le hagan los afiches o los anuncios a crédito. Siempre simpáticos y cuando se le atrasa la entrega de las gorras o los volantes quieren comerse vivo a su suplidor al punto que en ocasiones los quieren culpar de una eventual derrota.

¿Y si le dicen que los políticos tienen que pagar por adelantado? Ahí es que se molestan y sacan a relucir su seriedad por descendencia y compromiso con la Patria.

Esto les puede parecer una historia inventada, pero si alguien quiere confirmarlo que le pregunte a las agencias de publicidad o a los medios de comunicación. Casi todos los  medios han tomado la medidad de no dar crédito a organizaciones políticas y las agencias que asumen esa deuda y pagan con su dinero lo hacen cuando tienen un amarre demasiado fuerte con ellas.

Lo más triste de esto es que cuando aparece el dinero en efectivo para colocar publicidad en las organizaciones aparecen unos voluntarios que «se sacrifican» por la causa y se convierten a agentes de colocación para «economizar» los recursos. Pero lo más probable es que no le paguen un chele a la agencia que le deben.

Los simpáticos y abiertos políticos son muy accesible antes de las elecciones y no vacilan para asegurar que liquidarán todas sus deudas antes del día de las votaciones. Muchos son tan atevidos que calculan sus compromisos de campaña con el dinero que se ganarán en la posición que asumirán por un período determinado.

¿Y si pierden? Se desaparecen como por arte de magia y hasta se enojan si los molestan después de su derrota. No quieren que los depriman más con cobros molestosos, y si se trata de un partido político, en la mayoría de ellos no hay quien se haga responsable de las deudas. «Yo no autoricé eso», es otra frase célebre de la irresponsabilidad.

En honor a la verdad, los políticos dominicanos tienen una increíble fama de malapagas pero hay que resaltar las excepciones. El fundador de los partidos Revolucionario Dominicano (PRD) y de la Liberación Dominicana (PLD), profesor Juan Bosch dejó su prestigio de hombre serio y responsable. Nunca dejó deudas en publicitarias y medios y nunca aceptó que se hicieran líos de este tipo a su nombre. Muchos de sus seguidores conservan esta sana costumbre pero otros desdicen de sus enseñanzas.

Esa es la razón por la que la mayoría de agencias no se interesan por trabajarle a partidos ni a políticos aunque se vean flojas de clientes, y las que se atreven viven con sobresalto y gastando sus ganancias en recursos de cobro compulsivo.

Los políticos que abusan de su cuota de poder en la sociedad y se habitúan a ser irresponsables hacen una gran labor por el desprestigio de una noble y necesaria labor que se desacredita por esa y otras acciones que corrompen su credibilidad.

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