Los colores del mundo

Los colores del mundo

Ramón de Campoamor fue un literato asturiano que vivió ochenta y cuatro años, falleciendo a principio del siglo XX. Su nombre se ha inmortalizado a través de unos versos recogidos en su obra Humoradas y que dicen: “En este mundo traidor/ nada es verdad ni mentira; /todo es según el color/ del cristal con que se mira”.

En la cada vez más compleja red social de la cual todos formamos parte,  se aprecian diferentes tipos de intereses, a menudo encontrados, en donde  la desgracia de unos se convierte en la salvación de otros. La competitividad en los negocios, la ciencia y las artes pone a luchar a la gente conduciéndola a un estadio primitivo en el que gana el más astuto, fuerte o habilidoso, según aplique al caso. Para algunos, esto es lo más natural, y por tanto, debe ser estimulado y promovido como una manera de garantizar el progreso de la humanidad.

Hasta el gran líder de la revolución China, Mao Zedong,  llegó a lanzar en 1956 como  lema estos antiguos versos chinos: “que cien flores florezcan; que cien escuelas de pensamiento pugnen entre sí”. La cantante amateur británica Susan Boyle hubo de ser internada por cinco días en un establecimiento de salud, producto  de una crisis nerviosa que siguió a su desplazamiento del primer lugar que había mantenido hasta ese momento, retratando de cuerpo entero lo que le ocurre al ser humano una vez está sumergido en el azaroso ambiente de la competencia.  El que gana es el que goza dice un eslogan por ahí. Trasladar el espíritu deportivo a las diferencias aéreas del quehacer social conlleva peligros de consecuencias impredecibles. En estos tiempos de crisis, hay quien se frota las manos pensando que llegó la oportunidad de hacer su agosto. Los agiotistas  se regocijan acaparando las mercancías, en tanto que los importadores hacen fiesta cuando se enteran del fracaso de los cosecheros criollos. 

Sin embargo, a la larga todo resulta ser un engañoso espejismo. La violencia dirigida y controlada crece a tales proporciones que en cierto momento pierde su dirección y se descontrola, volviéndose irónicamente contra quienes antes la ejercieron y se beneficiaron de ella. Trujillo utilizó el cuchillo, la horca y la metralla contra sus opositores y terminó siendo ajusticiado por los que ayer fueron hombres de su confianza. La vida es una tómbola de luz y de colores; así dice una melodía de los sesenta del recién pasado siglo, hay quienes la comparan con un columpio en el que unas veces se está arriba y otras veces toca estar abajo.

Buscar el consenso de mayoría, aun cuando implique el sacrificio de una minoría, redunda en beneficio del todo. En las sociedades de ciertos primates cercanos al Homo Sapiens se convive mejor en un ambiente que favorezca al colectivo. En otros grupos animales el individualismo les conduce a la extinción. Ojalá aprendamos a utilizar más efectivamente nuestro  intelecto a favor de toda la especie y no recreando un desalmado y despiadado darwinismo selvático.

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