Los comunicadores:
nuevos intelectuales

Los comunicadores:<BR>nuevos intelectuales

Resulta paradójico que hoy, cuando más importante es la palabra como medio de comunicación y de socialización del individuo, ésta haya caído en manos de un nuevo tipo de intelectuales: los presentadores de TV y los “programeros” de la radio, los cuales vulgarizan todo tipo de conocimientos, manipulan y embotan la capacidad de discernimiento de su radio y tele audiencia, convirtiéndola en  un mercado cautivo económico o político.

Muchos de los miembros de este nuevo segmento social, tienen ganancias millonarias; en algunos países los hay que facturan decenas y hasta centenas de millones de dólares, millones de dólares o euros al mes o al año, dándose el caso de unos que se han convertido en los hombres o mujeres más ricas de sus países.

En el caso de nuestro país, estos nuevos intelectuales/manipuladores tienen en el mercado político su principal fuente de ingresos, sirviéndoles a los jefes de facciones partidarias, a los simples miembros de la clase política y a los candidatos electorales. Es un mercado en pleno florecimiento y diversificación, donde gobiernos, como el actual que despilfarran entre siete y cinco mil millones de pesos anuales en este renglón destinando gran parte de esa millonada a la compra de estos nuevos intelectuales.

Por tal motivo, la mayoría del personal de los principales medios (por acción o inhibición) está al servicio del gobierno de turno, y a veces no es fácil establecer si la línea editorial de estos obedece a su propietario o al gobierno. La influencia y por tanto el poder que logran tener algunos comunicadores les permite lograr una independencia relativa de los propietarios de los medios en los cuales trabaja. Ejemplos los hay de sobra.

Esta es otra expresión de la corrupción; pero lo que es peor es que esa  independencia relativa, está tomando un nuevo giro: ya no se conforman con ser intelectuales de nuevo tipo, sino políticos de nuevo tipo. En efecto, no son pocos los programeros y presentadores que explotando al máximo su poder derivado de su permanente presencia en los medios, se han convertido en nuevos miembros de la clase política y por tal motivo negocian con los partidos. Se dan casos como el de una emisora que tiene dos programas radiales con nombres similares y con igual formato, de los cuales tres o quizás cinco, presentan sus candidaturas a puestos ganables en las boletas electorales.

La influencia del medio aludido determina la influencia del comentarista, la cual es explotada económica y políticamente para sus propios intereses, desnaturalizando, por lo tanto, la función de la comunicación y de la política misma en tanto actividad que se ejerce por vocación, no por interés.

En tal sentido, con estupor, no solamente vemos como se reduce la función de los intelectuales tradicionales y de la palabra como medio de comunicar conocimientos seriamente elaborados, sino la aparición de nuevos intelectuales que, muchos de ellos, enriquecidos a través de la generalizada corrupción en que discurre el sistema político de este país, engrosan la fila de una clase política igualmente corrupta. 

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