Los conflictos domínico-haitianos en los discursos literarios

Los conflictos domínico-haitianos en los discursos literarios

(3. Según lectura de los textos)

Yelidá, de Tomás Hernández Franco, no es la historia de sus progenitores, el marino noruego Erick y su amante mamuasel Suquiete, sino la de su hija, la mulata: “Esta no es la historia de Erick al fin y al cabo/que a los treinta años era marinero/ y vendía arenques noruegos en su tienda de Fort Liberté/mientras la esposa de Erick madamSuquí/rezaba a Legbá y a Ogún por su hombre blanco/rezaba en la catedral por su hombre rubio.” (Obras literarias completas (2000, p. 215). Este es el bovarismo que prima en Haití (y en el resto del Caribe, teorizado por Franz Fanon), constatado por Léon-François Hoffmann en Haïti. Couleurs, croyances, couleurs. Price Mars creía que el bovarismo era privativo de los dominicanos.

Esta formidable mulata fue el resultado de aquella unión sexual, símbolo del mulataje caribeño: “Y así vino al mundo Yelidá en su vagido de gato tierno/mientras se soltaba la leche blanca de los senos negros de Suquí.” (p. 216). Luego de aventurar el relato las vicisitudes de Yelidá personaje, el texto concluye con el famoso estribillo: “Será difícil escribir la historia de Yelidá un día cualquiera” (p. 221), pues es pura ficción. Aunque poema, está dialécticamente relacionado con la historia del Caribe y su difícil asunción por parte de negros y mulatos debido a la ideología colonialista hispanófila que gobierna las mentes de la mayoría de ellos.

La posición de Juan Bosch con respecto a Haití es harto conocida. Es ética y política, anti etnocéntrica y no contiene ninguna de los cincos instrumentalismos que caracterizan al discriminador de sujetos (el lingüístico, el político, el social, el lógico, el político y el artístico-literario estudiados por Henri Meschonnic). La posición de Bosch se asemeja a la del poema Yelidá en su historicidad. Respeto absoluto al otro, reconocimiento de las especificidades históricas y culturales de los dos países, cada cual en su sitio, con su soberanía, su independencia, pero relaciones diplomáticas cordiales y una política de cooperación y solidaridad cada vez que las circunstancias lo exijan.

No voy a reproducir las posiciones de Bosch en torno a Haití, sino remitir a mi libro “Estudios lingüísticos, literarios, culturales y semióticos” (2011: 342-351) que contiene la crítica de Bosch a las posiciones racistas en contra de los haitianos sostenidas por Ramón Marrero Aristy, Héctor Incháustegui Cabral y Emilio Rodríguez Demorizi, quienes se entrevistaron con Bosch en La Habana en 1942, por instrucciones de Trujillo, y antes de que salieran para Santo Domingo Bosch les entregó una carta donde les acusa de antihaitianos: “Los he oído a Uds. expresarse casi con odio hacia los haitianos, y me he preguntado cómo es posible amar al propio pueblo y despreciar al ajeno, cómo es posible querer a los hijos de uno al tiempo que se odia a los hijos del vecino, así, solo porque son hijos de otro. Creo que ustedes no han meditado sobre el derecho de un ser humano, sea haitiano o chino, a vivir con aquel mínimo de bienestar indispensable para que la vida no sea una carga insoportable, que Uds. consideran a los haitianos punto menos que animales, porque a los cerdos, a las vacas, a los perros no les negarían Uds. el derecho a vivir…” (348-49).

Luego, el propio Marrero Aristy sufrirá en carne propia la discriminación, en Cuba (donde no se le dejó entrar al Centro Vasco ni a él ni a mulatos claros y de pelo lacio como Nicolás Guillén y José Luciano Franco que andaban con el embajador Incháustegui Cabral). En Miami también sufrió la humillante discriminación. En aquella ciudad se encontró circunstancialmente el autor de Over con el autor de Poemas de una sola angustia. Pero Marrero Aristy, para impedir que le discriminaran en Miami en restaurantes y otros sitios, se manejó, como fiel imitador de Trujillo, a golpe de dólares y malicia campesina, según cuenta Incháustegui Cabral en un artículo muy jocoso titulado “Marrero y la discriminación”, incluido en “Escritores y artistas dominicanos”. (UCMM: 1978: 103-104).

Aparte de la respuesta a los tres intelectuales trujillistas, hay que leer el cuento “Luis Pie”, que analizo en mi libro (supracitado) como una extensión de la respuesta antirracista a los tres ideólogos de la dictadura. Los tres intelectuales trujillistas respondieron la carta de Bosch en “Para la historia. Dos cartas”. (El Diario, 1943). La carta íntegra de Bosch está en Guillermo Piña Contreras (“Juan Bosch. Imagen, trayectoria y escritura, t. I. Imágenes de una vida”. (2000: 54). Queda pendiente de investigación la posición de Incháustegui Cabral en sus obras poéticas y ensayísticas antes de entrar a colaborar con Trujillo.

Daniel Comprés, protagonista de “Over”, bodeguero en un batey del Este, odia a los haitianos, pero al comprenderles, termina queriéndoles. Pero hay que puntualizar que Over fue escrita cuando Marrero Aristy era un opositor “comunista” a la dictadura trujillista, a la que sirvió después con devoción cuando, al igual que Incháustegui Cabral, otro “comunista”, según Jesús de Galíndez, se pasó al régimen. Razón por la que su obra “Poemas de una sola angustia”, así como cualquier discurso ensayístico anterior a su colaboración con Trujillo, debe verse con esta prevención.

En la posdictadura, Manuel Rueda escribió un importante poema titulado “La canción del rayano” (“La criatura terrestre”. (Del Caribe, 1963), donde traza la especificidad de este sujeto extraño, que no es ni haitiano ni dominicano: “Ahora estoy desterrado del Edén, sobre la roca dura/atento a mis entrañas, /roto mi corazón en dos pedazos de odio y abandono” (32).

En otro texto titulado “Cantos de la frontera”, la escritura de Rueda es un dolido lamento y una crítica a los gobernantes de ambos países que solo han sabido mantener divididas a las dos comunidades mientras, a golpe de tratados y convenios, resuelven sus diferencias con lucrativos negocios. No se matan entre sí, como dice Valéry: “(¿En dónde estás, hermano, mi enemigo de tanto tiempo/y sangre?/ ¿Con qué dolor te quedas, pensándome a lo lejos?) (p.37). Rueda, montecristeño, al igual que Jimenes Rivera, conoce bien la cultura rayana, y por eso continúa la tradición de “L’aitianitadivariosa”, poema que conocía muy bien.

El final del poema es desolador, pues narra el encuentro protocolar de los presidentes haitiano y dominicano en la frontera. Luego de concluida la ceremonia, todo se vuelve desolación y abandono. Rueda se queda con su sujeto rayano y su pena: “Luego los dignos visitantes, sin traspasar las líneas, /retiráronse al ritmo de músicas contrarias, /–reverencias y mudas arrogancias–. /Y volvimos a dar nuestros alertas, /a quedar con el ojo soñoliento sobre los matorrales encrespados. /Y volvimos a comer nuestra pobre ración, /solos, lentamente, /allí donde el Artibonito corre distribuyendo la hojarasca”. (38). La única ideología etnocéntrica del poema está en este verso: “y la ronda de hogueras donde al anochecer bailabas/invocando a tus dioses sanguinarios”. (Ibíd.). Los dioses de la religión animista del vudú no existen, son humo metafísico. Existe el ritual del sujeto del vudú que apela al sacrificio de un cabrito o un gallo. Se vierte sangre, pero eso no es sinónimo de salvajismo, como lo pregonan los hispanistas que obvian ese mismo sacrificio en el Viejo Testamento. Los judíos pasaron de la realidad a lo simbólico del sacrificio humano y animal, pero los sujetos del vudú, no. “Salvajismo” para el etnocéntrico.

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