Los conservadores dudan de la capacidad de Bush

Los conservadores dudan de la capacidad de Bush

WASHINGTON (AFP).- Editorialistas y comentaristas conservadores norteamericanos están empezando a dudar de las capacidades del presidente George W. Bush para dirigir a Estados Unidos y se interrogan acerca de su política exterior, especialmente en Irak.

“¿Bush es un imbécil?”. Tal es la provocadora pregunta que lanzó días atrás Joe Scarborough, ex legislador republicano y presentador del talk-show “Scarborough Country”, en la cadena de televisión MSNBC, un cuestionamiento escuchado más a menudo en el seno de la izquierda norteamericana.

“Desde hace seis años, George W. Bush ha sido ridiculizado por los círculos de izquierda. Pero ahora, en lugar de reírse de la arrogancia de los demócratas, los republicanos se unen a la izquierda para preguntarse sobre las hazañas intelectuales del presidente”, dijo Scarborough en el sitio de su programa, donde le reprocha a Bush su “falta de curiosidad intelectual”.

Mientras numerosos candidatos republicanos en campaña para las elecciones legislativas de noviembre toman distancia de la administración Bush sobre Irak, varios editorialistas y comentaristas de televisión conservadores, los llamados “líderes de opinión”, han comenzado a expresar sus dudas.

En una columna titulada “El triunfo de la irrealidad”, publicada la semana pasada en el Washington Post, el editorialista George Will apunta contra la política del presidente Bush en Medio Oriente y contra los neo-conservadores que quieren transformar la región.

“Los ‘realistas’ de la política exterior consideran la estabilidad de Medio Oriente como el objetivo. Los críticos de los ‘realistas’, que consideran el realismo como una condenable falta de ambición, consideran la estabilidad como el problema. Este problema ha sido resuelto”, dijo Will en referencia implícita a Irak y a Líbano.

“¿El Vietnam de Bush?”, se pregunta en el título de una columna Rich Lowry, editorialista de la influyente revista conservadora National Review. “Luego de tres décadas durante las cuales se han equivocado de manera repetida, la izquierda, en cuanto a la guerra en Irak, podría hacer su primer diagnóstico exacto. En Irak como en Vietnam, nos enfrentamos a la perspectiva de la derrota”, señala Lowry en la edición de este mes.

Bush tomó nota el lunes del humor más bien sombrío de sus compatriotas y declaró entender “por qué la gente está desalentada acerca de Irak”.

“Son momentos difíciles y ponen a prueba la moral de nuestro país”, declaró en conferencia de prensa.

Aún cuando se enfurecen por las insuficiencias del gobierno de Bush, editorialistas y comentaristas conservadores siguen rindiendo fidelidad al presidente y se recuperan atacando a uno de sus blancos preferidos, los representantes de la izquierda.

“Cada vez que los partidarios de la guerra neo-conservadores como yo estamos exasperados por la administración Bush (…) alguien como el secretario de Estado del primer mandato de Clinton, Warren Christopher, hace hablar de él”, escribe, algo aliviado, el editorialista William Kristol en el Weekly Standard en referencia a una reciente columna de Christopher.

“Dada la forma de ver las cosas del establishment de izquierda y del Partido Demócrata, perfectamente personificado por Warren Christoher, agradecemos a Dios tener una administración Bush y no una administración Kerry”, añadió Kristol, en referencia al ex candidato a la presidencia de 2004.

Un punto de vista compartido por el insolente Scarborough: “Voté por George Bush dos veces y lo haría de nuevo si Al Gore y John Kerry fueran otra vez las alternativas”.

Una hilera de desaciertos

WASHINGTON (AP).- George W. Bush ha impuesto un estilo informal pocas veces visto en un presidente, que es tal vez un reflejo de los tiempos que se viven, pero a veces lo mete en problemas.

 El mandatario estadounidense llamó al primer ministro de Canadá por su nombre de pila, le dio un masaje en los hombros a la canciller alemana Angela Merkel y le mostró la casa de Elvis Presley al primer ministro japonés Junichiro Koizumi.

 Su desacierto más grande se produjo en la cumbre del G-8 del mes pasado, cuando fue filmado hablándole con la boca llena al primer ministro británico Tony Blair y usando malas palabras. Esas imágenes dieron la vuelta al mundo y pusieron a Bush en una situación incómoda. Pero en términos generales el lenguaje coloquial y sus actitudes de persona común no llaman demasiado la atención.

  «Parte de ello obedece a que viene de Texas y en ese estado no son demasiado formales’’, comentó Letitia Baldrige, quien fue secretaria de John F. Kennedy para funciones sociales. «Los aristócratas del este (de Estados Unidos), como en los tiempos de antaño, van a ser más formales, siempre llevarán el saco puesto’’.

 Todos los presidentes tienen una forma propia de ver el protocolo, señaló Baldrige, quien hizo notar que Jimmy Carter y Lyndon Johnson también tenían sus momentos de informalidad.

La informalidad puede ser un indicio de una relación especial con otros dignatarios. Pero también puede ser mal interpretada.

Paul Frazer, ex embajador de Canadá ante las Repúblicas Checa y Eslovaca y quien ahora trabaja como consultor en Washington, recomendó a la delegación canadiense que no le diese demasiada importancia al hecho de que Bush le dijo Steve al primer ministro canadiense Stephen Harper.

   Ese estilo coloquial puede generar confusiones, según Frazer, y dar a entender que alguien tiene más influencia de la que realmente tiene sobre otra persona.

   Los estadounidenses adoptaron un estilo informal desde sus comienzos, parcialmente en reacción al recargado protocolo de la Vieja Europa, según P.M. Forni, profesor de la Universidad Johns Hopkins y autor del libro «Choosing Civility: The Twenty-five Rules of Considerate Conduct’’ (Optando por la civilidad: las 25 reglas de una conducta considerada).

   Forni opinó que el hecho de que Bush haya nacido después de la Segunda Guerra Mundial, en una época de rebelión en la que los jóvenes no sentían demasiado respeto por la autoridad, ayuda a explicar su comportamiento.

   Baldrige coincidió y sostuvo que Bush es un reflejo de la época que le tocó vivir.

   En todo caso, la informalidad de Bush descoloca a veces a otros políticos, que se sienten obligados a sacarse también el saco y arremangarse.

   «Algunos son muy conservadores y formales, y piensan que tienen que adoptar un comportamiento más democrático, como hace él, y no aparecer tan estirados’’, expresó Baldrige.

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