Los esfuerzos estatales por controlar los precios de los bienes y servicios esenciales, nunca han funcionado en este país.
De hecho, la oficina de Control de Precios que estuvo adscrita a la Secretaría de Industria y Comercio durante un tiempo, resultó inoperante.
Solo sirvió de canal para la extorsión, la coima exigida al comercio por empleados de tercera o cuarta categoría investidos de Inspectores.
El problema de las alzas continuas en alimentos básicos, materiales de construcción o productos medicinales no radica siempre, sin embargo, en la extorsión.
Existen tres factores fundamentales para que muchos artículos suban de precios y luego, ni por ensalmo, bajen a sus niveles anteriores.
En primer lugar está la presión que ejerce la materia prima y los costos colaterales (energía eléctrica, combustibles, etc.) en la industria, por la misma inestabilidad de sus cotizaciones.
Luego, los excesivos beneficios del sector industrial que jamás autoridad alguna se ha propuesto revisar y por último los intermediarios, que impulsan al comercio al detalle a colocar altos beneficios a la mercancía (entre un 35 y un 55 por ciento).
Obsérvese que entre un establecimiento y otro, usted puede encontrar variaciones de precios muy pronunciadas en un artículo.
En una bebida carbonatada, por ejemplo, en un snack o un enlatado. Aquí se mueve el excesivo afán de lucro.
Necesitamos una seria y agresiva política protectora del consumidor que, sin perjudicar al comercio, unifique los precios.