Los cráteres del odio

Los cráteres del odio

La sociedad dominicana está viviendo hoy en medio de un trastorno afectivo de grandes proporciones. Incluye el ámbito político del presente y del pasado. José Francisco Peña Gómez, Joaquín Balaguer y Juan Bosch, tres líderes de largo ejercicio y fallecidos hace mucho tiempo, todavía son objeto de las descalificaciones más radicales. De Peña Gómez he oído decir: “era un negro haitiano altisonante”; a Balaguer algunos le llaman: “enano trujillista ciego que trabó la democracia dominicana”. A Juan Bosch, fundador de dos de los principales partidos de nuestro país, se le acusa de ser “el instigador marxista de la lucha de clases”.

Para muchos, Bosch estableció los distingos sociales entre “hijos de machepa y tutumpotes”. Los viejos seguidores de esos tres líderes políticos se empeñan en resaltar los indiscutibles méritos personales de cada uno; sus detractores no aceptan ningún argumento favorable. El odio grupal les impide apreciar las facetas estimables de Peña Gómez, Bosch y Balaguer. Los cráteres del odio político son cada vez más profundos. Nos amenazan con la guerra civil o la dictadura, a causa de la imposibilidad de encontrar vías de avenimiento o consenso. El “fraccionalismo” que destruyó en el pasado a los grupos de extrema izquierda, ahora opera en todos los partidos.

Además, la insatisfacción y el rencor crecen a medida que es más patente el enriquecimiento de los políticos, el auge de la delincuencia, la inutilidad de los tribunales de justicia. Todos los días algún noticiario nos revela que los narcotraficantes consiguen impunidad al aliarse con “las autoridades”. Los policías y los jueces no inspiran confianza a los ciudadanos. El hombre común tiene la impresión de que “los negocios turbios” son las únicas operaciones mercantiles que pueden alcanzar el éxito.

La presión de la caldera social ha incrementado en varios grados con el problema de la inmigración de haitianos indocumentados. Todos los esfuerzos por “tapar la realidad” han sido vanos. Después de la sentencia 168-13 del TC, se abrió entre los dominicanos un abismo mayor; sobre temas inconciliables que conducen a la violencia. Son cráteres que ponen en peligro la convivencia civilizada. Estos problemas se reflejan en los insultos que llenan las redes sociales. ¿Serán enteramente visibles para nuestros dirigentes políticos?

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