Los crisoles requieren candela, no palabras

Los crisoles requieren candela, no palabras

La República Dominicana es un país bendecido con recursos minerales importantes, que con excepción actual del beneficio del ferroníquel realizado por la Falconbridge en Bonao (interrumpido por los bajos precios del níquel), no están siendo considerados con la importancia que merecen en el momento en que más lo necesita la economía nacional.

La reactivación de la minería de oro y plata en Cotuí, a cargo de la poderosa empresa canadiense Barrick, avanza con pasos diminutos.

Superado el tranque del pasivo ecológico que llegó a parecer un valladar insuperable, ahora hay otro impasse por la lentitud con que el gobierno atiende la necesidad de finiquitar “los aspectos tributarios que amparan la mina de oro de Pueblo Viejo”, según revela Bernardo Vega este jueves en su columna en Clave.

En un momento en que hasta Hugo Chávez ha recogido vela en sus diatribas anti-capitalistas para rogarle a las empresas norteamericanas que reinicien sus inversiones en Venezuela, los dominicanos seguimos mamoneando en vez de aprovechar la minería como una de las pocas tablas de salvación que la Providencia nos ofrece.

Barrick es la empresa extractora de oro más grande del mundo cuya inversión en el país en los próximos tres años superará los tres mil millones de dólares, con más de US$500 millones  ya invertidos aquí. Es el mayor proyecto minero en ejecución en todo el mundo.

En el suroeste profundo, las minas de bauxita que explotó por décadas la Alcoa languidecen, quizás agotadas, convertidas en canteras de caliza. Otras vetas minerales que pudieran tener oro, plata, hierro, zinc, níquel y otros metales han sido identificadas en diversos puntos del país, pero al parecer existe muy poco interés activo en promover su extracción. Igualmente, desde hace décadas varias empresas de capital local y foráneo han estado tímidamente realizando prospecciones en busca de gas natural y petróleo.

Economistas de los más serios indican que la crisis internacional, que combina fluctuaciones alocadas de los “commodities”, escasez de alimentos y descalabros financieros, es la peor desde hace ocho décadas. Sobrevivir requerirá audacia innovadora, como es preciso para aprovechar la minería.

Lo que se necesita –como en todo lo demás que no se resuelve- es voluntad política. Esta crisis exige ideas grandes, voluntad de acero y visión de futuro. En materia de minas y energía, esto no se arreglará con más de lo mismo.

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