Los cuarenta años de Mafalda

Los cuarenta años de Mafalda

POR GRACIELA AZCÁRATE
El mundo no mejoró mucho desde la época en que vivíamos juntos en nuestra patria. A veces, cuando miro el globo terráqueo, encuentro tu mirada, pienso en todos aquellos que lo miran como vos, en los ojos  de los que protestan, de los que no se conforman, y de los que viven  en la atmósfera del optimismo y de la justicia.. Esos ojos, junto a los míos, te desean un buen día, querida amiga, por otros cuarenta años tan intensos y jóvenes como los que has vivido. Miguelito

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El lunes francamente desperté con malos sentimientos. Un talante vengativo tiñó todo lo que sentía y tenía por hacer. No era la simpática “loca de la casa”  ni “la novelera” en arranque místico.

No. Era una  especie de Santa Marta vengadora, en la madrugada de sangre de un 29 de julio, con dos  culebras por emblema y teñidas de morado.

Ni siquiera era la Santa Marta talmúdica, señora de su casa y el hospedaje, en la Judea de Cristo, adorable pero inflexible en su gesto elegante de  llevar por el cuello con una cinta azul al dragón de la violencia.

No. Desperté como una corsaria vengativa a lo Mary Read y Anne Bonney. Un fogoso deseo incontenible de lanzarme al abordaje y en la imaginación portar pistolas y sables y acabar  a trabucazos con los inmorales de la política.

Me desperté como una versión femenina de  Yukio Mishima, asqueada por el impudor de los burócratas de turno y clamando por un sepukku ritual  para lavar las ofensas de ayer y de hoy.

“La viuda Ching, pirata”  simplemente se posesionó de mí  y anduve por un rato tramando venganzas abominables, imaginando sables, kimonos,  platos con gusanos envenenados y cintas en la cabeza para los políticos de ayer y de hoy, y hasta me  imaginé a una decoradora a lo  “Madame de Sade”, vestida de blanco, con el color del luto y lavando el deshonor de sus matufias eviscerándose de un solo tajo con su cuchillito coqueto de mano.

La tarde del domingo me leí de cabo a rabo a la divina Marguerite  Yourcenar y su  “Mishima o la visión de vacío”. Me la pasé en sueños maquinando venganzas terribles y exigiendo un pago retroactivo por el honor nacional mancillado.

Pero cuando me senté a escribir mi página semanal, el mensaje que llegó en el  correo electrónico, como una lluvia de mayo limpió de un plumazo la furia nipona suicida, las homicidas y desquiciadas norteamericanas y escocesas  en el recuerdo de un siglo XVII  caribeño aguerrido y feroz, y condené al encierro hasta nuevo aviso a “La viuda  Ching, pirata”, y las ocho páginas magistrales del cuento de Borges.

Cuando abrí el correo electrónico enviado por una argentina recién afincada en la isla , lo que leí, de golpe me lavó la furia y la intemperancia, me recordó lo mejor de los míos, y como esos chubascos de verano  se me acabó el enojo y hasta me puse a llorar.

El sábado en la mañana, mientras “me encontraba con la divinidad” según Edwige Danticat o sea en  buen criollo, mientras limpiaba la casa, una voz argentina me llamó y me hizo una broma cómplice sobre “la cimitara, la garganta y los suplementos de cultura”.

Después me invitó a una cerveza en la noche, y  en el trueque de un exilio común que ya dura treinta años le dejé un libro que recopilaba las ausencias de mi vida.

En el correo del lunes , me agradeció el libro, y el recuerdo de infancia de “ los cubanitos rellenos de dulce de leche” de las tías y los tíos, de los abuelos y de varias generaciones de argentinos que se fueron, por distintos motivos, que cambiaron y que envejecieron pero que han matenido la capacidad de solidaridad, de entender los mensajes simbólicos de una golosina que sólo es nuestra y que apresa con la inconmobible fuerza del recuerdo, las tardes de verano, la leche con avena, los tangos y las glicinas.

Como Leopoldo Maler,  que hace un tiempo  en jerga futbolística festejaba algún artículo al grito: ¡Otra, otra! esta argentina que conocí el 24 de mayo en la fiesta nacional en lo salones del MAM, que vino a vivir al Caribe, detrás de una hija que se casó con un dominicano, a pesar del tiempo, de las distintas vidas y las diferentes elecciones mantiene el gesto de celebración que  es solidaridad entre gauchos.

Por algo ese sinónimo de “gauchada” tiene que ver con un marginal y fronterizo que con dignidad celebra el acierto del contrincante, se entrevera en una payada inteligente,   hace un favor y ayuda sin pedir nada a cambio .

Isabel, la argentina, que se mudó al Caribe para estar con sus hijos y sus nietos, que vivió veinte años en EE.UU me envió en reciprocidad,  su memoria renovada con una carta que Miguelito le escribió a Mafalda el 6 de junio del 2005. De ponto el recuerdo lo invadió todo y yo recordé lo que escribí en 1997,  de Quino y Mafalda, y lo que escribí de Susana Jiménez, Monzón, “haceme schock”, “la patria menenista”  y la Susanita de Mafalda cuarenta años después.

La carta dice así:  “Querida Mafalda:

En este día tan especial me acordé de tu cumpleaños…

¡Como pasa el tiempo!

Nacimos en el corazón de un país que soñaba.¡Cuántas utopías! ¡Cuántos deseos de crecer, de mejorar las cosas!

Nos tocó convivir con un tiempo de hombres creativos: Luther King, Che Guevara, Juan XXIII, John Kennedy; nos trasmitieron el sentido de la justicia, el valor de los sentimientos, la maravillosa aventura de pensar con la propia cabeza…

Ayer me preguntaba por nuestra amiga Libertad, aquella pequeñita que un día encontraste en una playa, no me acuerdo si era Santa Teresita o Mar del Tuyú, me acuerdo todavía cuando la presentaste a tus padres… Era vivaracha y quemadita por el sol de febrero. ¿Dónde vive Libertad? ¿Es verdad que la mataron durante la dictadura? 

Dicen que la torturaron y su cuerpo desapareció en el Río de la Plata…. Me cuesta pensar que se murieron sus sueños. ¿Y si vive? ¿Estará filosofando sobre la fragilidad de las cosas y el sentido de la vida?

¿Qué fue de Susanita? ¿Se casó? ¿Pudo realizar su vocación de ser madre? La imagino viviendo en alguna ciudad de provincia, paseando del brazo del marido (un hombre bajo y calvo) en una tarde de verano, contenta con sus hijos y cuidando el primer nieto, realizada como tantas comunes mujeres…

Supe de Manolito, que perdió sus ahorros durante el corralito y no soportó tanta crisis. Los últimos días lo vieron cabizbajo, murmurando palabras incoherentes, abandonado como un mendigo en una estación de  trenes, triste y abatido como tantos…

Sé que Felipe vive en La Habana, que probó con el cine, que tiene un taxi y que habla a los turistas de Fidel y de la revolución con el mismo entusiasmo de cuando vivía en Buenos Aires…

A Guille, tu hermano, lo escuché tocar, hace poco, en la Scala de Milán.  Vive en Ginebra, nunca se arrepiente de haber emigrado en los últimos años de Alfonsín, me contó que es feliz con su nueva pareja…

Y vos, querida amiga, ¿como estás?  Hace tanto tiempo que no tengo noticias tuyas.  Sé, por otros, que seguís escuchando la radio, que leés los  diarios del mundo, que te duele el Irak como te dolía Vietnam, sé que trabajas  para la FAO por los pueblos del hambre, que estás indignada por la prepotencia de Bush. Me llegó tu pedido para juntar medicinas para los Médicos sin Fronteras, sé que siguen las reuniones en tu casa de París, que estás confundida, inquieta y preocupada por el futuro del mundo…

En fin, Mafalda, sé lo suficiente como para saber que seguís viva, viva en el alma, niña como siempre…

De parte mía sigo escribiendo siempre, renegando porque me falta tiempo; creyendo, como siempre, en el valor de la sinceridad, perdiendo oportunidades por manifestar mis ideas. Algunos días estoy triste y deprimido, pero puede siempre más la alegría que la tristeza…

El mundo no mejoró mucho desde la época en que vivíamos juntos en nuestra patria. A veces, cuando miro el globo terráqueo, encuentro tu mirada, pienso en todos aquellos que lo miran como vos, en los ojos de los que protestan, de los que no se conforman, y de los que viven en la atmósfera del optimismo y de la justicia..

Esos ojos, junto a los míos, te desean un buen día, querida amiga, por otros cuarenta años tan intensos y jóvenes como los que has vivido.

Un beso grande de tu amigo que te quiere como siempre.

Miguelito”.

En la nota de envío hay una frase que dice: “Leer esto es ganar minutos para el alma”. No sólo gané minutos para mi alma, lloré a lágrima viva por el país que perdí, por los muertos queridos, renegué de la sopa y los políticos, abominé de los gringos y sus secuaces, maldije “el palito de abollar ideologías”, a los codiciosos que condenan a los chiquitos hambrientos pero recuperé aquella nena solitaria, y soñadora, optimista y justiciera que en las tardes de verano comía “cubanitos rellenos de dulce de leche” mientras la tía Bebe me contaba cuentos fantásticos y me cosía las mejores muñecas de trapo” .

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