Los cuatro años perdidos de la ONE

Los cuatro años perdidos de la ONE

POR UBALDO GUZMÁN MOLINA
El cuatrienio que acaba el próximo lunes fue un tiempo perdido para la Oficina Nacional de Estadística (ONE). Habría sido más saludable que hubiera permanecida cerrada. La institución se anquilosó en el pasado por la falta de visión y creatividad, la politización execrable, la entronización de la mediocridad y la ausencia de modernización.

Ni siquiera un censo, una investigación normal en cualquier país del mundo, se hizo bien. Fue, en honor a la verdad, un monumento a la chapucería, como nunca había ocurrido en la historia censal dominicana, lo cual es un bochorno para las autoridades que dirigirán ese organismo, gracias a Dios, hasta el 16 de este mes.

El primer director de la ONE en este gobierno, de cuyo nombre no quiero acordarme, fue el principal responsable del desastre del censo. Desoyó a todo el mundo. Fruto de su incapacidad y de que no estaba haciendo nada, el presidente Hipólito Mejía lo canceló el año pasado. No tuvo la suficiente valentía para dirigir el organismo como debía y, sobre todo, realizar un censo con cierto grado de dignidad, porque fue usado por un grupito, dentro y fuera de la institución, como una marioneta.

En su lugar fue colocado Pedro Féliz Jiménez, una persona sin conocimiento en estadística y sin deseo de aprenderla; prometió, en total desconocimiento del Estado, mejorar los salarios, creando ilusiones hueras.

Su única impronta fue remodelar la cara de la institución, donde se invirtió más de un millón de pesos, y publicar un volumen tardío con los datos definitivos del VIII Censo de Población y Vivienda después de las pasadas elecciones. Luego se cruzó de brazos, esperando que el tiempo pasara.

Como prueba de su poca eficiencia, Féliz Jiménez anunció que el informe final del censo sería dado a conocer el pasado 15 de diciembre, sabiendo que no era posible. Tuvo que esperar más de cinco meses para difundirlo. Se vanagloria de que la institución duró más de un año y siete meses para divulgar el informe. ¡Qué genialidad!  Féliz Jiménez no fortaleció en nada las estadísticas continuas y se dejó arrastrar por gente de alma innoble.

El principal trabajo de las próximas autoridades será rescatar a la institución del profundo letargo y el descrédito en que se encuentra sumida y no dejar en el organismo al personal que ha convertido la entidad en un lugar para medrar, la chismografía barata, los infundios perversos y sórdidos aletazos.

A ciencia cierta, no hay un solo logro que se pueda citar en esta gestión desacertada, llena de torpezas, hipersensible y arrogante. Se intentó pasar las encuestas que hacía el Banco Central, pero fue mejor que eso abortara, porque no tienen capacidad para nada, salvo para el chisme insulso y el trabajo chapucero.

En la ONE se ha amplificado lo que ha sido este gobierno en la mayoría de las esferas del Estado: el más abominable desastre. Ha faltado eficiencia, capacidad de trabajo y tener la humildad de aceptar los errores. En cambio, éstos se quieren cubrir con una retórica hueca.

Incapaces de enfrentar con argumentos sólidos y convincentes a los cuestionamientos al censo, las autoridades se van por la tangente y recurren a la mentira y los retorcimientos técnicos. Pero les sucede lo mismo que el pordiosero que quiere cubrirse sus vergüenzas con harapos.

La suerte es que esa gente, que soñaba con perpetuar cuatro años más de negligencia, incapacidad, despropósito, desatino y estupidez, saldrá cabizbaja de la institución. La historia se encargará de juzgarla, debido a las mentiras tautológicas sobre el censo, el cual debe ser sometido a una profunda auditoría.

En conclusión, el balance de la ONE en el período 2000-2004 es más que catastrófico. Se movió en el miedo, el desprecio a las recomendaciones técnicas y la más espantosa ineptitud. Será recordada como la peor gestión en la historia de la ONE y, sobre todo, la que pudo hacer grandes realizaciones, pero prefirió esconder la cabeza en la más abyecta cobardía.

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