Aparte del Dios Padre Todopoderoso que está en el cielo y cuyo nombre es santificado porque nos provee el pan de cada día, perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos deja caer en tentaciones y nos libra del mal, quiero referirme a los cuatro padres nuestros que están en la tierra, porque cuando me sobreestimo recuerdo que debo reconocerlos, valorarlos y respetarlos con humildad; ellos son los padres biológicos (mamás, papás) los padres educadores (maestros) los padres sanadores (médicos) y los padres creadores de medicamentos (farmacéuticos), porque sin su participación no podríamos sobrevivir a las tragedias y enfermedades en este planeta.
El gran creador nos envía, pero llegamos, nos educamos, nos sanamos y sobrevivimos por estos cuatro padres accesorios, en particular los farmacéuticos que fabrican vitaminas, antibióticos, analgésicos, antihipertensivos, antiácidos, antidiarreicos, antitusivos, antidiabéticos, tranquilizantes, antidepresivos, antialérgicos, anticonvulsivantes, anestésicos locales y generales, soluciones endovenosas y cientos de combinaciones de sustancias para controlar, eliminar y prevenir enfermedades de la más diversa variedad o denominaciones y ocurre que ahora les tocó el protagonismo o desafío extremo con la fabricación, elaboración o creación de las vacunas contra el covid-19 y la guerra entre ellos para ganar la aprobación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo cual les garantizaría la ganancia de muchísimos miles de millones de dólares y generando discusiones que lucen bizantinas pero casi siempre salpicadas por intereses de diversa índole, destacándose el hecho de que en nuestro país un reconocido médico calificó a todas las vacunas para el covid-19 como “excelentes” (¿OMS dominicana?) obviando la triste realidad de que todos los padres no son iguales.