Los cuentos del abuelo Julio

Los cuentos del abuelo Julio

Cuando era niño mi familia vivía en El Seibo, pueblo de nacimiento de mi padre, Porfirio Julio Gautreau de la Cruz. El viejo guardaba un vívido recuerdo de su abuelo materno asaltando la fortaleza del pueblo, con la bandera de Horacio Vásquez como divisa. Mientras sus tropas suben la montaña que lleva al cuartel, papá lo refirió así: “suena un cañón que atruena, que arrasa, que mata, el abuelo rueda al suelo ambas piernas cercenadas”.
Papá pobló mi imaginación con cuentos de caminos, consejas, referencias de las leyendas de la antigüedad griega y romana, e innúmeras citas y lecturas de historia de la que no se escribe.
Contaba del valor sin límites del guerrillero seibano Vicente (Vicentico) Evangelista, miembro de una familia destacada, desde siempre, por un valor y una temeridad extraordinarios.
Vicentico se atrevió a mandar a decir al pueblo que a mediodía estaría en el pueblo. Llegó puntualmente y los americanos no le hicieron resistencia porque les faltó valor para defender la plaza de un guerrero cuya justa fama de valiente le precedía en todo momento.
Papá contaba y recontaba las historias de las glorias de los guerrilleros, de su inteligencia, de sus atrevidas tácticas, de su estrategia que permitió a muchos campesinos colaborar con los patriotas, hasta que los invasores norteamericanos se dieron cuenta y provocaron una gran mortandad entre las familias a las que hacinaron en el pueblo luego de quemarles predios, casas, impidieron que llevaran sus animales y les dieron el pueblo por cárcel.
La resistencia provocó que los invasores sacaran sus peores costumbres por ello, en Hato Mayor, acostaron un hombre amarrado a sendos caballos colocados en cada uno de los puntos cardinales, los cuales arrancaron al chasquido del foete y descuartizaron al cristiano porque no sabía el paradero de los guerrilleros y, por tanto, no los podía denunciar.
José Rijo escribió un cuento digno de cualquier antología relatando cómo Chito, un niño campesino, mintió a la soldadesca yanqui que se disponía a matar a su padre por simples sospechas, cuando les dijo a los guardias que el célebre y temido jefe guerrillero Ramón Natera andaba por los alrededores buscando invasores, quienes huyeron ante la noticia.
Como un homenaje a mi padre escribí y publiqué en 1980 los “Cuentos del abuelo Julio”, convirtiendo en buena literatura los relatos vividos por papá durante su preadolescencia.
Logré retratar toda la maldad, la saña, el abuso, el engaño empleado por los soldados invasores norteamericanos contra los patriotas que ofrecieron resistencia a sus desmanes y en pro del restablecimiento de la soberanía y el gobierno nacional.
Publicado en 1980, ese es, que tenga noticias, el primer libro de cuentos que se refieren y relatan las atrocidades de los invasores yanquis.

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