Los cuentos negros de Pedro

Los cuentos negros de Pedro

El ladrón, asesinato del ladrón, juicio sumario y condena a muerte sin juez, frente a un jurado que después corrió. En este primer cuento de su libro, Pedro Conde Sturla no trata de provocar sentimientos de compasión por el ladrón inventando razones que justifiquen el frustrado acto de robar.

Simplemente cuenta, en forma imperturbable, una de las patéticas ejecuciones callejeras que todavía ocurren en cualquiera de las ciudades de nuestro país. Sin dramatizaciones. Como imitando la indiferencia que la fuerza de la costumbre ha impreso en el tratamiento en este tipo de casos en la prensa y la sociedad.

De profundis, se burla de la exagerada indignación de un militar, asesino por demás, cuando lo ponen en retiro. Nos hace creer hasta el final, en una breve y rítmica exposición de auténtica tristeza, que toda la tragedia del mundo ha caído sobre una familia, sólo para sorprendernos al final con el descubrimiento de que el individuo simplemente ha sido herido en su orgullo miliciano.

Al maestro con cariño, cuenta, en una gran metáfora, aquella percepción que tenía mucha gente en los años ochenta sobre el Partido de la Liberación Dominicana en sus inicios. En esos años se comentaba que para entrar al PLD había que dejar la cabeza en la puerta. Pedro retrata esa percepción en este relato, el cual fue objeto de censura por «el miedo al poder, el miedo a los símbolos del poder, aun por parte de quienes deberían irrespetarlo».

Yo adivino el parpadeo, es mi favorito. La mejor representación de cuando los anhelos se dan de bruces contra la realidad. Pedro transcribe, en deliciosa prosa cargada de sinsabores, el anhelo incumplido de un limpiador de pisos de hospital que quería ser un gran cantante de tangos: «O soy Gardel o soy nadie». Frustración total.

El anticristo en palacio y Profundo púrpura, son los más irreverentes, pero no por ello con menos calidad. Ambos revelan la absolutamente inexistente devoción de su autor por las vidas y obras de funcionarios eclesiásticos, y su desdén por algunos de ellos que llevan como portaestandarte una falsa moralidad. Tal vez estos dos cuentos no van a gustar a mucha gente por su fuerte gusto anticlerical, pero la maestría con la que están escritos no puede ser desdeñada, pues imprime a ambos la más alta calificación literaria.

Sancocho a las tres en sombra, un relato de una conversación disparatada tan común en todos los estratos de nuestra sociedad. )Cuántos de nosotros no hemos desesperado en tantas reuniones sociales donde se divaga incesantemente sobre los temas más extravagantes y absurdos? Pedro nos recrea ese sufrimiento social, nada ficticio, por el que, con frecuencia pasmosa, muchos atravesamos en nuestra cotidianidad.

Más café por favor, infinitamente café, Barracuda, y Fábula del fabulador retratan, con un poco de chanza y un poquito de mordacidad, personajes conspicuos de la cafetería restaurante El Conde, o Palacio de la Esquizofrenia como le han rebautizado algunos de sus asiduos visitantes. El último narra, a través de los labios de su protagonista, las más fantásticas historias, tan imaginativas y complejas, con tanta profundidad y complicación humana, que el conjunto de ellas se convierte, casi, en una novela, por su armazón compuesto de divagaciones, descripciones y personajes secundarios.

Pedro Conde Sturla ha publicado un magnífico libro de cuentos que cumple con las normas eternas y objetivas de la genialidad. En él se evidencia un proceso de creación del género muy cuidado y muy original, donde radica una parte de su valor estético. La otra parte está compuesta por el uso magistral del lenguaje para escribirlos. Son cuentos que describen lo gracioso, lo patético, lo ridículo y lo verdadero, interpretados por su autor con inteligencia, imaginación e ingenio. «Los cuentos negros» de Pedro Conde Sturla circulan para quedarse, para enaltecer con su presencia la categoría literaria de la cuentística dominicana.

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