Siempre me he preguntado la razón por la que políticos, economistas y teóricos en general hablan de una manera particular, casi siempre extendiendo las palabras hasta lograr que a penas se les entienda.
Álex Grijelmo, español, estudioso de la Lengua Española, y otros autores atribuyen esta conducta al afán de estos opinantes de crear con el lenguaje una supuesta cúpula social, dejando de lado el lenguaje natural y comprensible, y así evitar que se les confunda con simple gente del pueblo.
Así se entiende que se hayan puesto de moda extrañas palabras como empoderar, que es una resucitación de una modalidad en desuso de apoderar. Sobre este término ha escrito ampliamente el lingüista dominicano Ramón Constanza, por lo que lo mencionamos solo a título de ejemplo.
Los políticos, dice Grijelmo, en lugar de aplicar un método prefieren una metodología, en vez de ejercer, ejercitar, nunca completan sino complementan; para ellos no existe el clima sino la climatología, nosotros tenemos una obligación, ellos una obligatoriedad en vez de norma dicen normatividad, en lugar de contar contabilizar; un hombre simple aspira tener crédito, ellos credibilidad. Es difícil que un personaje público decida abrir una cuenta, prefieren aperturar, verbo de dudosa legitimidad, de una lista ni hablar, para ellos será un listado. Sólo deseo saber si en la intimidad de sus casas hablan igual o si realmente creen que los demás los evaluamos mejor por esta forma particular de confundir las ideas.
El lenguaje tiene un fin esencial que es establecer comunicación, sin embargo ya vemos que también se emplea como mecanismo de poder, para deslumbrar y hasta para acomplejarnos y hacernos sentir disminuidos frente a los amos del verbo o de las largas palabras.