Los decretos no son más que actos administrativos que vienen desde el poder ejecutivo, y que poseen un contenido normativo reglamentario. Los decretos son otra manera de los Presidentes “hablar” después de analizar documentos, necesidades, estudios, estadísticas y encuestas. Un decreto es la última “palabra” de un Presidente sobre cualquier tema nacional.
Aquí en nuestro patio, el uso de los decretos es muy similar a lo antes mencionado. El Presidente tiene la facultad de quitar y poner de modo administrativo casi todo lo que depende del poder ejecutivo; aquí en nuestra república bananera presidencialista se podría decir que todo lo que se mueve y respira depende de un presidente.
En los últimos días los dominicanos hemos sido testigos de dos decretos presidenciales, los cuales vienen a enviar un mensaje claro a los miembros del ejecutivo; el que se equivoque deberá asumir las consecuencias. Lo que lamento de estos casos (CORDE y CEA) es que esos decretos hayan llegado en el primer caso por un escándalo del tamaño de la isla y el otro por un hecho violento nunca antes visto, donde corrió la sangre de dos comunicadores en su lugar de trabajo; y en los cuales la especulación callejera presume que hay corrupción, lo cual es muy probable porque como dice el dicho: “Cuando el río suena, agua lleva”.
Presidente, ya usted empezó, termine la tarea, descuartice esas instituciones satélites con funciones duales que sólo han servido para fabricar nidos de corrupción y construir fortunas de dudoso origen. Presidente, a los gatos échelos al agua, échelos al mar Caribe con las manos y los pies atados con la soga de la justicia. Presidente, su pueblo todavía cree y confía en usted, recuerde aquello de que actuaría sólo por el rumor público…