Los delitos no deben quedar sin sanciones

Los delitos no deben quedar sin sanciones

POR FIOR GIL
La Conferencia del Episcopado Dominicano proclamó ayer que el delito y la violencia no pueden quedar sin castigo, por lo que se requiere una mayor responsabilidad, eficiencia y profesionalización de la Policía Nacional. Los obispos abogan por la implementación de un plan de seguridad ciudadana, fundamentado en su diligencia, capacidad y eficacia, que ahuyente todo temor.  

«El delito y la violencia no pueden quedar sin su correspondiente castigo, lo cual conlleva una mayor responsabilidad, eficiencia y profesionalización de la Policía Nacional.  La seguridad de la ciudadanía -una seguridad que ahuyente todo temor- debe estar en su diligencia, capacidad y eficacia», expresan los obispos en un mensaje titulado «No nos ha sido dado un Espíritu de cobardía, sino de fortaleza», emitido al concluir la 54 Asamblea Plenaria de la Conferencia.

Además de la preocupación por la violencia y la delincuencia, los obispos reflexionan sobre otros problemas que afectan al país, entre los que señalan la situación de los servicios básicos, educación, salud, energía eléctrica, suministro de agua, vías de comunicación, transporte, empleo, seguridad social y vivienda.

Consideran inconcebible que por el robo de un celular sea asesinado su propietario o propietaria y señalan que la violencia está tornándose como parte integrante de nuestra cultura.

Expone que  la  raíz  de la violencia no es otra que el desorden existente. «Desorden personal y familiar; social y económico; político y cultural; nacional y entre las naciones. Desorden ideológico y ético, mental y de comportamiento. Esto provoca rechazo, desesperanza y frustración y ambos fenómenos llevan a multitud de seres humanos a la violencia». 

Refieren que la sociedad no les cubrió a la mayoría sus necesidades y derechos fundamentales como son: acogimiento, amor, educación, instrucción, formación, capacitación, trabajo, solidaridad, igualdad de oportunidades.

Y sostienen que producto del orden vigente, el gran banquete de la vida «regio y opulento se restringe hoy a una minoría de la población mundial, mientras la inmensa mayoría se debate marginada en la dificultad o en la miseria y ha surgido en el mundo entero, con mayor o menor virulencia, la irrupción violenta de los marginados exigiendo participar del banquete de los pocos».

Los obispos creen que es urgente la necesidad del reordenamiento del mundo actual, al interior de las naciones y entre las naciones y alegan que tal reordenamiento exige,  a su vez, un proceso rápido de conversión de todos. «El pecado no sólo es un acto desordenado en si, sino también desordenador del medio en que el pecador se mueve.  Corrompe no sólo la persona, sino la sociedad», expresan.

A juicio de los obispos detrás de la raíz del desorden, que provoca la violencia y  la delincuencia esta la presencia y dinamismo de los siete pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza; están los tres ídolos, el dios-dinero, el dios-poder y el dios-placer ante los que se postra el hombre moderno.

«Es necesario que todos recuperemos la grandeza y atractivo del Código de la genuina felicidad promulgado por Cristo con las Bienaventuranzas. Qué distinto sería el mundo si en él imperasen las cuatro virtudes cardinales -prudencia, justicia, fortaleza y templanza-; los siete dones del Espíritu Santo sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios y los altos valores  proclamados en las Bienaventuranzas.

Los prelados aprovechan la ocasión para expresar su dolor  y solidaridad a todas las familias que han sido afectadas por la muerte de alguno de sus miembros, que han sido victimas de la violencia.

«Nuestro inmenso dolor que hemos acompañado de oración por las víctimas y por sus familiares. Para estos hemos pedido al Señor les conceda fortaleza y consuelo. A todos les decimos que estamos a su lado», manifiestan.

Refieren que hace 10 años la Conferencia del Episcopado hacía referencia a la violencia, que hoy día se complica con el consumo de droga y que en la actualidad tiene toda su vigencia.

El mensaje en alusión fue emitido hace 10 años llevaba como  título «Sí,  a la vida; no, a la violencia y a la posesión de armas».Decíamos entonces y repetimos hoy: «En toda nación, que se tenga por civilizada lo que debe imperar es la ley.

Recuerdan el señalamiento de la ley debe ser expresión de la justicia. Y la justicia es respeto al derecho ajeno. Y son derechos fundamentales de todo ser humano su vida, su seguridad y su inviolable dignidad. Y contra estos derechos atentan flagrantemente la violencia y la posesión privada de armas aunque esté respaldada por una injustificada licencia de ellas.

Por otro lado los obispos consideran  en la actual coyuntura no faltarán creyentes fieles que en situaciones límites se sientan en nuestros días como desamparados de Dios, pero sostienen que se trata de un falso sentimiento al tiempo que le recuerden el pasaje del evangelista San Lucas 12, 4-7.

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