Por Philip Stephens
Los republicanos de Estados Unidos no saben cómo ganar en Irak. Los demócratas están atrapados por temor de que pudieran cargar con la culpa de la derrota. Es por eso que la guerra que ha quebrado la presidencia de George W. Bush ahora esté torturando a sus rivales políticos.
La incomodidad está ahí para que todos la vean durante el debate de estos días entre los candidatos demócratas para la Casa Blanca. Los tres contendientes principales siguieron el mismo libreto. Los electores que habían llevado al partido a una victoria arrasadora en las elecciones de mitad del periodo en noviembre pasado querían que las tropas regresaran a casa. Un presidente demócrata haría eso precisamente. Suficientemente sincero, podría pensarse. Hasta que usted se preguntara: ¿pero cómo lo haría?
Para ser justos, los punteros por la nominación demócrata han ofrecido descripciones más amplias de la forma en que conducirían la política exterior de EEUU, si ganaran la Casa Blanca el próximo noviembre.
Hillary Clinton dice que ella sería igualmente idealista y realista: fiel a la misión moral de EEUU, pero pragmática en cualquier valoración de cuánto eso puede cambiar las cosas.
Barack Obama está interesado en revitalizar la diplomacia de EEUU y en reconstruir alianzas. John Edwards sustituiría la guerra al terrorismo de Bush -descrita acertadamente como una pegatina publicitaria, más que como una estrategia- por una respuesta mucho más amplia al Islamismo político extremista.
Los tres extienden un homenaje expansivo a Harry Truman y George Marshall, el presidente y el general cuyo liderazgo de posguerra puso al mismo nivel la fortaleza militar de EEUU con la imaginación política y la generosidad económica. George Kennan, el arquitecto de la doctrina de contención de la Guerra Fría, también frecuenta las listas.
Hay cierta sustancia detrás de estos bromuros. EEUU no necesita replantear su relación con amigos y aliados al mismo nivel que sus enemigos. El ejercicio del liderazgo requiere una disposición para escuchar, además de a dar lecciones.
Cerrar Guantánamo y restablecer la primacía de la ley en el tratamiento de los detenidos empezaría a restablecer la legitimidad de la política que adopte EEUU.
Sin embargo, en lo que respecta a la campaña, el debate de la semana pasada fue un recordatorio de que política exterior quiere decir Irak. O como dice Richard Holbrooke, quien sirvió en el gabinete de Clinton y ahora asesora a Hillary, significa Irak, Irak e Irak
En este aspecto, los candidatos están unidos -por el miedo. Bush puede que esté ya corriendo, en la medida en que la guerra se vuelve más impopular cada día. Pero las victorias en el Congreso en el otoño pasado parecen ser tanto una carga como una oportunidad para los demócratas.
El partido todavía vive bajo la larga sombra de Vietnam. La derrota de John Kerry en 2004 fue un frío recordatorio de que realmente nunca ha logrado liberarse de la acusación de que es flojo en temas de seguridad. La pesadilla actual es que cuando los estadounidenses acudan a las urnas en noviembre de 2008 su deseo de castigar a los republicanos pudiera verse igualado a la desconfianza en los demócratas.
Este temor explica la línea resueltamente agresiva de los candidatos en el tema de Irán -todo está sobre la mesa y la promesa de que cualquier nuevo ataque terrorista a EEUU no se recibirá con una retribución en una escala de la cual el señor Bush podría estar orgulloso. Eso también ha alimentado la deshonestidad sobre Irak.
Los candidatos no se atreven admitir que una desvinculación eventual sería un suceso sangriento, costoso y profundamente dañino para el poder y el prestigio de EEUU en el Oriente Medio, y más allá. En lugar de eso, hacen una omisión suave, y profundamente confusa, entre el retiro de las tropas de combate de EEUU (volveré en unos momentos al punto de la calificación implícita en combate) y finalizar la guerra.
Se puede captar la idea central de una prolongada exposición de su enfoque del mundo escrito por Obama para la última edición de Foreign Affaires. Todo es sencillo: Para renovar el liderazgo estadounidense en el mundo, primero tenemos que llevar la guerra en Irak a un final responsable y re-enfocar nuestra atención en el Oriente Medio, en un concepto más amplio.
Aquí no se describe cómo llegar a esa conclusión responsable, ni a ningún reconocimiento de que la partida de las tropas de EEUU podría muy bien estar seguida de una guerra civil en escala total y la fragmentación de Irak. DE igual manera, Obama ofrece escasa explicaciones de cómo Irak puede separarse del resto del Oriente medio. Aún sin una gran escalada de la lucha entre los chiítas y sunitas, una retirada de EEUU alteraría fundamentalmente la dinámica política y la seguridad de la región
La palabra retirada, por supuesto, es un término que a ninguno de los contendientes le gusta emplear. Clinton habla de la partida de EEUU y un fin de la guerra como evidentemente coincidentes. Y en cuanto a las obligaciones que le quedan a Washington, en el debate de la semana pasada, estuvo lo más cerca posible de decir que todo es, después de todo, por culpa de los iraquíes.
El gesto de asentimiento ante la realidad viene en versalitas en los prospectos de los candidatos. Y aquí es donde entramos en la calificación de tropas de combate. Cada uno promete, de una u otra forma con mantener una presencia militar en Irak por encima del horizonte, o en los estados vecinos. Estas fuerzas garantizarían las fronteras de Irak, evitarían que el país se convirtiese en un puerto seguro para al-Qaeda e impediría el genocidio. ¿Pero cuántos soldados serían? ¿Y qué serían ellos si no tropas de combate? No debemos preguntar.
Ninguno de los mencionados arriba dice que los republicanos tienen la respuesta. Al contrario, la estrategia de George W. Bush parece ser jugar por tiempo -mantener las tropas allí hasta que él se haya ido de la Casa Blanca. Entre los principales candidatos para la nominación republicana, Rudy Giuliani y Mitt Romney respaldan al presidente con poca convicción obvia. John McCain pudiera decirse que asumió una posición de principio en respaldo al surge de Bush, pero la ausencia de suficiente voluntad política o la capacidad de sostenerla, su causa es también sin esperanzas.
Pero si los demócratas esperan ganar en 2008 -y es difícil pensar en un tiempo en que sea probable que los republicanos estén más débiles- ellos tienen que estar preparados para mirar más allá de las elecciones al desastre que los va a enfrentar. Ofrecerle a los electores respuestas fáciles ahora es invitar una reacción contraria poderosa cuando la realidad demuestra lo contrario.
La realidad se puede definir fácilmente. Perder en Irak -y Washington tiene menos opciones- implica un precio alto. No va a haber una forma fácil para que EEUU pueda salirse del atolladero. El Oriente Medio será todavía más peligroso, con los enemigos de EEUU ensoberbecidos con la derrota. Habrá que verter más sangre y tesoros para poder limitar el daño colateral. EEUU tendría que hacer un esfuerzo muy intenso para restablecer negociaciones verdaderas entre Israel y los palestinos.
Ese es un mensaje muy duro, podría decirse. Pero ¿qué han estado diciendo los demócratas durante estos últimos años, sino que la administración actual ha sido deshonesta, de manera consistente, en todo lo relacionado con Irak? Tan desagradable como es, en realidad, los electores podrían simplemente apreciar la verdad.
VERSIÓN AL ESPAÑOL IVÁN PÉREZ CARRIÓN