Pennywise es un niño de teta al lado de las acusaciones que se le imputan a Kanqui. Los testimonios en su contra parecen convincentes, aunque resta esperar que las investigaciones determinen su culpabilidad o inocencia. Y mientras eso sigue su curso es menester acotar que como este hay otros tantos, dentro y fuera de los medios de comunicación, pero en todos hay un factor común: poder. La influencia que se alcanza sobre un tercero posibilita el abuso, y más si la justicia peca por omisión o inacción.
En los medios de comunicación y fuentes de entretenimiento el acoso se estila. Y los casos involucran a productores, directores, conductores, realizadores, programadores, controles, maquillistas, coreógrafos, gerentes y dueños. El trueque incluye ceder el micrófono si le dan uso al del depravado. Pero también pasa en el mundo artístico, en el mundo empresarial, en la iglesia, en la milicia y, sobre todo, en la política. El desequilibrio mental va aumentando a medida que crece el poder de los enfermos, que son muchos.
Recuerden estos casos…
Pablos Ross. Acusado por su propia esposa de abusar sexualmente de su hijastra, versión que la menor corroboró. El caso explotó el año pasado, pero narran que ocurría desde el 2014. Lo fatídico de esta historia es que, a raíz de la denuncia, muchas mujeres secundaron las acciones violatorias del comunicador. ¿Por qué esperaron hasta ese momento? Por lo mismo que alegaron los del caso Kanqui: nadie les iba a creer por la influencia que tenía Ross en la sociedad. El pleito del huevo y la piedra.
El mercadólogo chantajeaba a la menor de 16 años con contarle a su esposa sobre un hecho inapropiado que supuestamente ella había hecho con su novio. Entonces ella no decía nada del acoso para evitar el problema, pero se lo dijo a su pareja cuando los besos de Ross pasaron de la frente al cuello, de abrazarle a tocarle las nalgas. Todo inició cuando ella tenía 12 años y se intensificó mientras su cuerpo aumentaba. Él sigue preso.
Juan Arístides Rodríguez. Guarda prisión –por suerte- por violar a sus cuatro hijas. A una le violó durante 28 años, a otra le practicó un aborto después de embarazarla y a la pequeña le ponía pornografía antes de dormir. A todos sus hijos los saludaba con besos en la boca y para su esposa era algo extraño, pero no sospechó hasta qué punto. Cuando el caso llegó a los tribunales el acusado recibió respaldo político. Para que la madre de la menor lograra condena se enfrentó a muchos intereses, todavía lo hace.
Juan era un hombre de mucha influencia política y empresarial, funcionario en varias ocasiones y la última de ellas como director regional de un departamento en el Ministerio de Interior y Policías. A medida que su caso se fue conociendo, otras víctimas declararon en su contra y testificaron que él les pagaba para que no revelaran la tortura. Su hija de 13 años llevaba 3 siendo violada; cuando lo confesó solo dijo: “Gracias por liberarme”.
Otros políticos que han sido acusados de violación son el exembajador Dommi Santana Cuevas, quien habría abusado de una menor de 14 años. Cuando el caso se supo lo destituyeron, pero la fiscalía advirtió que había funcionarios intentando opacar el daño para favorecer al acusado, maniobra que no se pudo, por lo menos no del todo.
El entonces diputado Ramón Antonio Fernández fue sentenciado a seis meses de cárcel en Najayo por sustraer una menor de 14 años en Santiago Rodríguez. Aseguró que no sostuvo relaciones sexuales con ella, pero la justicia encontró suficientes pruebas para mandarlo a las rejas. Seis meses después fue reinsertado en el Congreso atendiendo a su inmunidad parlamentaria. Ya no es legislador, pero tampoco recluso.
Otro diputado que tuvo relaciones con una menor fue Julio Romero, quien también procreó un hijo con la adolescente. Su seducción también se valió del poder para tener lo que quería. El día que la conoció ordenó a su chofer que la fuera a buscar y la llevara a una cabaña donde él la esperaría. Ahí comenzó la odisea por restaurantes caros, lujo y prendas. Ella se ilusionó con la idea de tener un techo propio, él solo quería apropiarse de su cuerpo. Hoy el todavía político está obligado a mantener el niño en común.
De 7,342 casos denunciados entre enero de 2017 y marzo de 2018 al menos 2,383 corresponden a seducción de menores; otros 2,149 a agresión sexual; unos 1,525 a violación sexual; 550 por acoso sexual; 474 por incesto y 268 por exhibicionismo. Presos por estos casos solo está el 13 % de la demografía carcelaria, con una media de 3,460 hasta marzo de 2018.
Para que tengan una idea de la cantidad de enfermos sexuales que andan por ahí sueltos basta con saber que el promedio de denuncias llega casi a las 500 mensuales. Solo en el 2017 las Unidades de Atención a Víctimas de Violencia de Género, Intrafamiliar y Delitos Sexuales recibieron más de 5,800 casos, y esos son los que se conocen. Los expertos señalan que menos del 30 % de las víctimas se querella, cargan con eso toda su vida.
El problema engloba otras variables donde se deja sentir el poder y la influencia del agresor sobre las víctimas. La sugestión es indispensable, logran manipular a sus presas y les joden la vida. Pero cuando se trata de un comunicador, político o artista es necesaria la complicidad, quizás no directa, pero sí por omisión de sus iguales.
¿Nadie sabía de estos casos antes de destaparse? Tal vez no de sus andanzas, pero solo hicieron caso cuando los medios lo difundieron, en esta vaina de país se persigue con cámaras y si no tienes eso… te jodiste. ¿Cuántos malditos andan por ahí haciendo lo mismo o peor? Algunos se visten de artistas, otros de policías, unos de políticos y hasta de sacerdotes. Al final no importa el uniforme, el enfermo sexual no lleva letrero y por eso hay que cuidar a los hijos con celos, protéjalos hasta de usted mismo si es necesario.