SAMUEL SANTANA
El Papa Benedicto XVI ha tomado la decisión de engrosar más al Colegio Cardenalicio al integrar veintitrés nuevos cardenales a su nómina. En la solemnidad de la misa, colocó a cada uno de ellos un anillo de oro con la imagen de Cristo, algo que denota su compromiso eclesial y su íntima relación con el papado.
Dentro de ese ambiente ceremonioso, dio la encomienda a los nuevos líderes de orar por la paz del mundo, consagrar sus vidas a la integridad de la Iglesia Católica y, sobre todo, abogar por la unidad entre los cristianos. Ustedes deben dar sus vidas por la iglesia, les indicó con vehemencia. Los observadores están claro que este acto reflejó la gran preocupación y los grandes desafíos que tiene el catolicismo en estos momentos.
Joseph Ratzinger hizo un énfasis sobre la necesidad de que la Iglesia se mantenga fuertemente compacta y como símbolo e instrumento de unidad para toda la humanidad.
Pero la realidad indica que no es una tarea fácil de lograr. Hay muchos frentes abiertos. Y esto se temió desde el mismo momento en que asumió la posición en abril del 2005.
Los desafíos van desde la arena política hasta la religiosa. Y los puntos geográficos oscilan desde Europa, Asia, la India hasta América Latina. Y los actores controversiales están tanto dentro como fuera.
El cardenal de Bagdad, Emmanuel III Delly, pide al Santo Padre orar por la paz en Irak.
Lo mismo hizo el líder de la iglesia de Irlanda del Norte, quien desea ver entre los cristianos un futuro de paz.
Pero una de las tareas más complicadas y difíciles es la que tiene que ver con las amenazas que Estados Unidos hace a Irán ante el temor de no someterse a los rigores de inspección y a los acuerdos deseados por Washington para evitar la acción de Irak.
La prensa norteamericana afirma que el Presidente de Irán está cortejando al Papa con la intención de que intervenga en el conflicto para evitar un derramamiento de sangre.
A estos frentes se suma la lucha que la iglesia libra para mantener su cohesión y simpatía.
En Asia, por ejemplo, los creyentes católicos están corriendo a otras religiones como portadoras de la verdad y como vía de salvación.
Allí se ha desatado una estrategia contra la que el Papa lucha tenazmente: los líderes religiosos convierten a los asiáticos adaptando sus conceptos teológicos a las creencias conocidas por el pueblo. Mientras que Ratzinger lo encierra todo a la Santa Madre Iglesia.
La Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigida por el Papa durante 23 años, investiga al teólogo católico Meter Phan, ante sus reclamos de una Iglesia menos centrada en los conceptos europeos.
La situación con el padre Phan, quien imparte, además, cátedra en la Universidad de Georgetown, Washington, emula al Martín Lutero del 1517.
Al igual que en América del Norte, en Europa se nota una declinación cada vez mayor en el número de sacerdotes. Esto se contrapone con el 10% de la membresía católica mundial que aporta Asia y el cuarto de la nómina sacerdotal junto a los seminarios. Phan reclama a la Iglesia despertar ante esa realidad.
La respuesta de Benedicto es que estos números no comprometerán el papel de la Iglesia como mediadora.
A la creencia del hinduismo en la reencarnación la calificó de moralmente cruel y al budismo de autoerotismo.
El cardenal japonés, Stephen Fumio Hamao, pide que se permita a los obispos locales tener la libertad de adaptar sus creencias a la cultura del país.
Geográficamente la polémica papal se ha extendido hasta los países árabes, donde tuvo que pedir disculpas por sus incriminaciones contra el mahometanismo.
La unidad que proclamó ante los 23 nuevos cardenales, se ha tornado difícil desde que descalificó a las demás iglesias para ser portadoras de los medios de salvación.
La Iglesia Ortodoxa de Rusia, con sus 250 millones de miembros en todo el mundo, rechaza firmar acuerdo con este Papa.
Aunque en América Latina el catolicismo no tiene opiniones doctrinales internas divisionistas, enfrenta un problema mayor: la transferencia de miembros católicos a las iglesias protestantes.
Recientemente la BBC de Londres indicaba que las iglesias evangélicas cuentan con el 20% de toda la población en esta región.
Esta realidad fue la causa principal para que Ratzinger viajara al Brasil, donde las cifras católicas bajan precipitadamente.
Es ante todas estas variables que el cardenal Walter Kasper, presidente del Concilio Pontificio para la Promoción de la Unidad Cristiana, afirma que es necesario que el cuerpo de la iglesia se haga así mismo un examen de conciencia.