San Pedro de Macorís. Los hijos de cocolos, como se conoce a los ciudadanos de las islas inglesas que se asentaron aquí en el apogeo de la industria azucarera, no han tenido inconvenientes para adquirir la nacionalidad dominicana, como ha ocurrido con otros grupos migratorios.
Así lo revelaron cocolos y sus descendientes, al ser consultados sobre el proceso de regularización de extranjeros que lleva a cabo el Gobierno desde el año pasado.
Indicaron que hasta el momento la Junta Central Electoral (JCE) no les ha retenido actas de nacimiento, y que sus abuelos y padres siempre han tenido sus identificaciones, ya que siempre han cumplido con las leyes dominicanas.
Adolfo Nadal, hijo de Horacio Alberto Jaris y Matilde Nadal Duncan, dijo que los hijos de los cocolos no tenían problemas con sus documentaciones porque eran protegidos por la Iglesia Episcopal.
De acuerdo con sus declaraciones, la iglesia era la que se encargaba del proceso de cómo legalizar a los hijos de los inmigrantes cocolos, por lo que no tuvieron ningún tipo de dificultades.
Nadal indicó que, al ser inmigrantes, los cocolos eran temerosos de las autoridades, por lo que pagaban al Gobierno 75 centavos de impuesto por estar en el país en calidad de extranjeros.
Además, expresó que los hijos de cocolos que nacían bajo la administración norteamericana, porque ellos eran los que tenían el control de los ingenios, se sentían protegidos debido a que no estaban en propiedades de la administración del gobierno de Trujillo.
“Para la guardia de Trujillo penetrar a los ingenios tenía que pedir un permiso, ya que eran administrados por los norteamericanos y tenían su propia guardia de seguridad”, dijo Nadal.
Pero la discriminación no quedó fuera de ese período, pues según Nadal los descendientes de cocolos no tenían acceso a la educación pública porque eran negros.
Por tal razón estos migrantes crearon sus propias escuelas, que funcionaban en los ingenios Porvenir, Consuelo, Quisqueya y Santa Fe.
El trabajo. La profesora Ada John, quien nació en el ingenio Cristóbal Colón en 1937, narra que los cocolos siempre se han destacado por su honestidad, disciplina y dedicación al trabajo.
Ada laboró por 45 años como maestra en el Liceo José Joaquín Pérez, daba clases de inglés.
Su padre, Ephraim John, vino al país en la década de 1920 desde la isla de Santa Lucía, perteneciente a Inglaterra, y laboró como jefe de línea en el ingenio Colón Su madre, Eulalia Hazel, de San Martin, perteneciente a las Islas Holandesas, se dedicó a oficios domésticos.
“Esa época era diferente, ya que los padres se ocupaban de darle una buena educación a sus hijos y se preocupaban de que estudiaran y trabajaran, lo que ha permitido que los cocolos sean personas de respeto”, expresó.
Otros descendientes. Federico Weeks, de 68 años, quien laboró en el ingenio Porvenir, dijo que su padre Jaime Weeks era de la isla Nieves. Su esposa, Oliva Cristóbal Abott, también es descendiente de cocolos.
Lo mismo que Rafaela Barry, hija de Nicola Barry, quien fue uno de los mejores maquinistas del ingenio Porvenir y procedía de Sant Kitts. Estas familias viven en el Batey Central del ingenio, un sector donde todos sus residentes eran cocolos.
Los cocolos llegaron a San Pedro de Macorís a principio de 1900. Muchos se insertaron en labores fuera de los ingenios, ya que en su mayoría eran técnicos, aunque gran parte vinieron al corte de la caña, cuando nace el ingenio Las Pajas, el más viejo que contaba la región Este del país en el siglo XX.