Los diplomáticos de las cañoneras y medios

Los diplomáticos de las cañoneras y medios

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
A principios del siglo XX, cuando el imperio británico adquirió conciencia de su poder en Asia y países caribeños y africanos, así como los franceses y luego los norteamericanos, imponían su poder para cobrar deudas, o llamar a los países revoltosos al orden, enviaban sus embarcaciones de guerra a sus puertos principales para, con un par de cañonazos, hacer entrar en razón a los países deudores y a sus políticos que rehusaban pagar las deudas o reconocerlas.

La política de las cañoneras fue que dio el surgimiento de las Filipinas, Cuba y Puerto Rico, cuando las fuerzas navales norteamericanas desalojaron a España de esas islas, y a unas para darles la independencia y a otra conservarla como estado libre asociado.

Fueron los años románticos de una diplomacia, que en Europa convertía los grandes salones de los palacios de bailes y fiestas de alta alcurnia en hemiciclos para que los funcionarios se regodeaban de sus hazañas al someter a los países subdesarrollados e indígenas de América, Africa y Asia. El gran interés de esos diplomáticos europeos era exhibir que habían participado en algunas de esas contiendas como combatientes o hasta periodistas, y luego, deleitarse en sus aventuras para convertirlas en parte de la historia, haciendo surgir muchos mitos de políticos, que luego fueron grandes estrellas en las dos grandes guerras mundiales que marcaron el decurrir del siglo XX.

Aquella fue una diplomacia de mucho plomo y ruidos, los países deudores se atemorizaban cuando tenían grandes deudas y aceptaban las condiciones, como fue el caso dominicano de 1907, cuando fueron intervenidas las aduanas para los norteamericanos cobrar sus deudas y luego tener la excusa de invadirnos, como ocurrió en 1916.

Las dos guerras mundiales, el comunismo, el avance del capitalismo y la caída del comunismo cambiaron por completo la diplomacia para tratar de hacer algo distinto a sus orígenes, pero dentro de una política de que los embajadores tenían derecho de criticar a los gobiernos anfitriones y reclamaban correcciones y pagar deudas, mientras comenzaban a acudir a los medios de comunicación, desde donde planteaban sus amenazas y pedían que las sociedades aceptaran sus deudas y buscaran la forma de pagarlas.

Avanzando en el siglo XXI, se presenta un nuevo estilo diplomático de la intervención directa de los embajadores, acudiendo a los medios de comunicación para darles pelas verbales a los funcionarios del gobierno, de manera que éstos son acusados por los diplomáticos de responsables de que no se reciba una ayuda, o que se impida a algún paisano del embajador pueda cobrar sus deudas.

Los diplomáticos, públicamente y sin utilizar los canales diplomáticos, acusan a cualquier funcionario de retranca para las buenas relaciones entre los dos países y presionan de manera abierta para que sea destituido, no importando el que dirán. A las claras se ve que siguen una línea de interés muy particular por los beneficios directos para cuando se cobre la deuda, o se concretice el negocio de establecer alguna empresa o permitir muchas importaciones del país representado, y el diplomático recibiría un apetitoso reconocimiento que hasta le permitiría, cuando concluyera su misión, establecerse como ciudadano del país que le permitió violar todos los canales diplomáticos para defender a sus allegados empresariales y a veces hasta a narcotraficantes, violando los canales diplomáticos, prefiriendo los medios de comunicación como su plataforma para externar quejas, críticas y exigir rectificaciones.

La historia dominicana de los pasados 25 años está repleta de acciones interventoras de los embajadores de naciones amigas, situación que se ha agudizado en los primeros cinco años de este siglo, pues sin tapujos se asiste al Congreso, al Palacio Nacional, a las secretarías de Estado o un medio de comunicación masiva, sin acudir a los canales diplomáticos de la Cancillería para externar lo que afecta los intereses de sus países.

Los diplomáticos se han dado cuenta del poder de los medios de comunicación, que son los únicos que sirven para hacer actuar a los gobiernos, que dejarían sin resolver los problemas más sencillos y se recurre al único método que ha sido exitoso en los años de democracia que vivimos para que los gobiernos decidan actuar. Entonces, los diplomáticos, violando todos los preceptos y reglas de la diplomacia, airean públicamente sus enojos en contra de las autoridades dominicanas, pretendiendo doblarle el pulso a quienes no obedecen sus intereses.

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