Los dirigentes necesitan lo que al pueblo le sobra

<p>Los dirigentes necesitan lo que al pueblo le sobra</p>

TEÓFILO QUICO TABAR
Si se analiza el comportamiento de la mayoría de los políticos, líderes y dirigentes de las organizaciones nacionales, nos daremos cuenta de que hay cierto divorcio entre su conducta con la de la gente común que integra esas instituciones o que conforman el resto de la sociedad. Esto se hace mucho más notorio por su propia naturaleza en las organizaciones políticas, matizadas por la intransigencia, arrogancia, irracionalidad, prepotencia, intolerancia como ausencia de sentido común en la mayoría de sus acciones.

Se podría decir sin llegar a extremos o exageración, que a nuestros líderes y dirigentes les falta lo que al pueblo le sobra. Y no es para menos. Hay arritmia entre lo que la gente espera, desea o manifiesta con las acciones de la mayoría de los que dirigen las instituciones nacionales, sin importar su naturaleza.

Este es un pueblo generoso hasta más no poder, de ello ha dado muestras a lo largo de nuestra historia. Generoso, tolerante y porqué no decirlo, racional y con sentido común. El pueblo vive dando lecciones a los dirigentes, pero éstos, obnubilados casi siempre por situaciones momentáneas e impulsados por las pasiones, han vivido dando muestras de todo lo contrario.

La gente casi siempre escoge el camino más corto entre lo que desea y la posibilidad de alcanzarlo. A los pueblos casi nunca les gustan las sorpresas, por el contrario, las sorpresas se las viven llevando los dirigentes, que pretenden retorcer lo natural, lo posible, lo imaginable, lo lógico. Por eso muchos terminan frustrados.

Hay dirigentes que tratan de buscarle explicaciones al comportamiento de los pueblos cuando toman ciertas determinaciones con relación a ellos, pero lo hacen desde un punto de vista personal. Imbuidos por las circunstancias que les prevalecen, el medio en que viven e impulsados por motivaciones a veces irracionales, que jamás los conducirán a encontrar el porqué real de las cosas. Se fríen en su propia salsa.

Líderes, dirigentes, incluso analistas provenientes en su mayoría de estatus sociales y económicos, diferentes a los que viven hoy, producto de su ascenso rápido, no solo a bienes, sino a áreas de influencias sociales, se desarraigan del pensar y sentir de la gente común. Su forma de pensar y actuar de ahora, no les permite hacerlo como lo hace la mayoría de la gente común. Por eso muchas de sus acciones y algunos de sus análisis resultan equivocados y erráticos o por lo menos la gente no los entiende.

Se podría concluir en que el legado de la dirigencia nacional tradicional para con la sociedad, han sido la intransigencia y la intolerancia acompañadas de falta de escrúpulos. Decir una cosa y hacer otra. Cambiar según sople el viento. Falta de visión de los verdaderos problemas. Casi todos han hablado de las mismas cosas en diferente lenguaje y han terminado haciendo lo mismo. Diferentes matices pero con el mismo sabor.

Ojalá que la llegada de un nuevo año y los destellos que pudiera haber dejado el sentimiento cristiano de la Navidad, puedan liberar a nuestros dirigentes de las cataratas en sus ojos así como a desbloquear sus mentes y retornen a sus pensamientos originales. Ver, analizar y pensar como lo hacían antes. Lograr que sus acciones se parezcan a lo que la gente ha esperado.

El país está harto de discursos y pleitos. Harto de tanta incoherencia. Cansado de tantas diatribas. Hastiado de desenfado desde todas las esferas. La dirigencia nacional, no solo la política, debería aprovechar este período de renovación de un nuevo año para moderar su accionar, corregirlo y humanizarlo. Despojarlo de tanta fanfarria y llevarlo al plano de lo prudente, lo humano, lo equilibrado. Parecerse a quienes dicen o quieren representar. Tomar del pueblo lo que a éste le sobra, humildad, prudencia, tolerancia y racionalidad.

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