Los pasados discursos del expresidente Leonel Fernández y el Presidente Danilo Medina, estuvieron cargado de ira, soberbia, dolor, angustia y desesperación por la pérdida del poder.

El pasado domingo Leonel Fernández pronunció un discurso donde se denotó el dolor que sentía hacía el Presidente Danilo Medina, llamándolo obstinando por el poder.

Haciendo un recuento del éxito que había tenido en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), Fernández habló de lo imposible que se hizo para que Danilo ganará las elecciones del 2012, llamándolo mal agradecido.

Al expresidente decir que se hizo una campaña para su descrédito a nivel nacional e internacional, manifestó la ira y el dolor con que pronunciaba sus palabras.

Pero la repuesta del presidente Danilo Medina llegó el pasado lunes, en un discurso soberbio antes la asamblea del PLD, donde le dijo a Leonel que jamás se preparó para perder.

Danilo se defendió como gato patas arribas del que gobernara tres veces Leonel Fernández, dijo que su único delito es hacer un mejor gobierno que Fernández, quien en su discurso del domingo lo calificó “obstinado” e “intolerante” y que no fracasó en la Presidencia.

“No solo que no fracasé, sino que hoy lo voy a decir, lo estoy haciendo mejor que él”, expresó.

Las palabras fueron fuertes, pero los gestos fueron mayores en ambos discursos, se desnudaron ante el país que ellos han atrasado, donde ha reinado el despilfarro y el descontrol del gasto público.

Se sacaron los trapos al sol, con palabras bien pensada, pero al estilo de cualquier sector popular de nuestros pueblos.
Queda evidenciado que el deseo de controlar el presupuesto nacional reina entra ambos líderes, que hoy no pueden mostrar un Estado prospero, donde reina la mala educación, la de salud, la inseguridad y el alto costo de la vida, son un desorden mayúsculo.

Los discursos mostraron su verdadero interés por gobernar que no es más que controlar el dinero del Estado y por ello la división total del PLD y con el caos, que solo lo puede arreglar el PRM con Luis Abinader a la cabeza, que la tiene por cierto, bien fría y lista para gobernar.