Los dominicanos en grandes ligas y la identidad nacional

Los dominicanos en grandes ligas y la identidad nacional

La identidad nacional es un concepto que tiene su origen en las costumbres, creencias y modus vivendi que un conglomerado de personas transmite de generación en generación. En el mundo contemporáneo las competiciones deportivas internacionales han tenido un gran impacto en todos los reductos de la cotidianeidad, transformándose en los principales productores de identidades nacionales.
En el ámbito internacional, el béisbol, nuestro deporte de mayor tradición, ha sido el principal estandarte como marca país, por los grandes logros de nuestros peloteros en las ligas mayores. En la inauguración de la presente temporada, 102 quisqueyanos se registraron entre los diversos equipos del big show, la primera vez que un país fuera de los Estados Unidos, logra superar el centenar de jugadores en la apertura del glamoroso y multimillonario espectáculo.
Desde que Osvaldo Virgil se convirtió en el primer jugador dominicano en llegar a las grandes ligas en el 1956 con los Gigantes, que entonces tenían su sede en Nueva York, en ese lapso- que abarca 63 años- más de 700 de sus connacionales han arribado al más exigente circuito beisbolero del orbe, superando por mucho a otras naciones de similar tradición beisbolera localizadas en la Cuenca del Caribe, como Venezuela, Cuba, Puerto Rico, México, así como algunos países asiáticos.
A partir de la segunda parte de la década del 50 y durante la del 60 es cuando se produce la primera cosecha importante de jugadores latinoamericanos en las mayores. Los nombres de los cubanos Orestes Miñoso y Camilo Pascual comenzaron a ser colocados en los titulares de los diarios estadounidenses que cubren la actividad; lo mismo ocurrió con los venezolanos Alfonso Carrasquel y Luis Aparicio, los puertorriqueños Roberto Clemente y Orlando Cepeda, los dominicanos Felipe Alou y Juan Marichal, y el mexicano Beto Ávila.
Luego se agregarían nombres notables como de los cubanos Tony Oliva, Tany Pérez, Mike Cuellar y Zoilo Versalles; los dominicanos Ricardo Carty, Mateo Alou, Manuel Mota, Julián Javier, Jesús Alou, César Cedeño, César Gerónimo y Pedro Borbón; los panameños Rod Carew y Alfonso López; los venezolanos David Concepción y Antonio Armas, y los boricuas Guillermo Montañez y Cheo Cruz.
Originalmente los cubanos llegaron a tener la primacía en cuanto a la instalación de jugadores latinoamericanos en las mayores pero con el triunfo de la Revolución Socialista fue abolido el deporte profesional en ese país, y por ende, las organizaciones de las grandes ligas se vieron impedidas de reclutar jugadores, aunque últimamente se está verificando cierta apertura en esa dirección por parte del Estado.
A finales de los 70 e inicios de los 80 la República Dominicana y Puerto Rico se establecieron como las principales canteras en la producción de talentos para el béisbol organizado de los Estados Unidos.
En la segunda parte de los 80 la RD comenzó a solidificar su “premierato”, como productor de jugadores, con excepción de los Estados Unidos. Esa escalada me inspiró a escribir en el 1987 el libro “Dominicanos en Grandes Ligas, Hechos y Hazañas”, que se constituyó en la primera obra sobre el accionar de los quisqueyanos en el béisbol más exigente.
Hasta la publicación de ese libro, hace 32 años solo 100 jugadores habían arribado a las grandes ligas, lo que se consideraba como un logro extraordinario, siendo el número 1 en la lista como dijimos Osvaldo Virgil en el 56, el segundo Felipe Rojas Alou en el 58, y así sucesivamente hasta el 1986, cuando el lanzador Hipólito Peña llegó a ser el dominicano número 100 en llegar al big show, al debutar a finales de la temporada con los Piratas de Pittsburgh.
Lo demás es historia, los dominicanos han mantenido su predominio hasta hoy con un fabuloso auge de íconos, y un activo mercado en el país donde los 30 equipos de las grandes ligas cuentan con academias dotadas de alta tecnología en procura del valiosísimo talento criollo.

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