Los dominicanos y su carnaval

Los dominicanos y su carnaval

ANGEL MIOLÁN
Tengo que confesar que no soy un experto en carnavales. Seguramente que en nuestro país habrá mucha gente que sí lo es. Pero de lo que estoy seguro es de una cosa: de que he vivido tan preocupado por nuestro carnaval que se me ocurre que es difícil encontrar a alguien que haya pensado más en éso que yo. Y que me perdonen los técnicos… Siempre he creído que el carnaval es una manifestación artística de los pueblos en busca de alegría y desahogo.

A los pueblos solamente hay que estimularlos para que de una vez -y sin muchos miramientos- se entreguen a mostrar un Carnaval, sin mayores preocupaciones estéticas o técnicas, sino para divertirse. Para divertirse y lo que es muy grave, pensando que divierten a los demás…

Pero el Carnaval puede llegar a ser hasta un producto turístico. Es decir, un montaje colectivo que exhiba tantos encantos como para llamar la atención al turismo internacional y aumentar la curva de las llegadas de nuestro turismo receptivo. Todo un producto turístico para mejorar y aumentar nuestra oferta. Vale decir, un recurso que incentive, desarrolle y mejor nuestro calendario turístico con el consiguiente crecimiento de nuestro desarrollo sectorial.

He pensado mucho en esto y hasta he examinado lo que han hecho algunos países para tener éxito en esta dirección. En sudamérica, por ejemplo, el Carnaval de Río es un acontecimiento mundialmente famoso. Es un programa que tiene movilizados a los brasileños todo el tiempo, porque el carnaval dura 4 días -a veces más- pero los brasileiros trabajan todo el año para presentar cada vez un espectáculo que supere el anterior. Por eso tienen tanto éxito y prestigio en la materia. Y también ganan mucho dinero.

Lamentablemente el carnaval dominicano está a una distancia muy grande del carnaval brasileiro. Todavía nosotros no cualificamos para el interés y el comentario internacional en la materia. Que me perdone nuestra gente sencilla que goza tanto con los líos, acrobacias y desparpajos que presentan todos los años, bajo una etiqueta de carnaval. Que me perdonen también los maestros de la materia que orgullosamente presentan credenciales como expertos. Pero tengo que decir sin tapujos lo que pienso. Así creo que puedo ayudar a llamar la atención sobre el asunto y a, que se superen las cosas. A que lleguemos a tener de verdad un carnaval dominicano que merezca este calificativo y que llene el vacío que tenemos en la materia.

Aunque ya, gracias a Dios, hay comunidades nuestras como la de La Vega y otras, que están creciendo con su Carnaval, lo cierto es que tenemos que mejorar mucho esa actividad popular de todos los años. Pienso que ahora que empiezan a soplar vientos de renovación en muchos aspectos de nuestra vida nacional -por lo menos se habla y se escribe mucho en ese sentido- tanto las autoridades que tenemos, como la sociedad civil, deben reunirse a estudiar el tema y a llegar a conclusiones efectivas, sobre la materia.

Pienso que hay que unificar y organizar el esfuerzo que conduzca a la tenencia de un carnaval dominicano que represente las inquietudes artísticas a nivel nacional, que recoja el talento de nuestros mejores creativos. Y que se beba en la experiencia de otros países triunfadores, a fin de lograr un producto carnavalesco de mucha originalidad, enriquecido por nuestro folklore y nuestras tradiciones, capaz de conquistar un lugar exitoso en el mundo de la alegría turística de este maravilloso escenario caribeño que vivimos.

Para lograrlo -superando las elementales manifestaciones carnavalescas que tenemos -como los embaburdamientos de aceite de carro y otras espontaneidades simples por el estilo, al señor carnaval hay que darle su espacio en este desarrollo turístico dominicano que ya se contabiliza por millones en materia de dólares turísticos producidos por nuestro turismo internacional receptivo y por las tantas otras derivaciones que ofrece la operación de la Industria sin Chimenea. Debe ser Carnaval pura y simple. Sin mezclarlo con otras celebraciones de carácter religioso por ejemplo, tal y como están pidiendo públicamente casi un centenar de entidades de la sociedad civil, movidos por la Pastoral Juvenil.

El asunto es tan serio y puede ser tan importante que ojalá no se haga esperar un decreto creando una Comisión de expertos nacionales y extranjeros, que se siente a diseñar un carnaval triunfador, capaz de arropar el espacio caribeño, de manera llena, y de ser uno de los eventos del calendario turístico dominicano que dinamice el crecimiento de nuestro turismo de una manera indiscutible y segura.

Los demás sería seguir jugando a un Carnaval elemental, subalterno y descalificado.

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