Chile, ese hermoso y diverso país sudamericano, se ha ganado un justo lugar en el mundo como ejemplo de economía proactiva, habiendo alcanzado un notable nivel de reducción de la pobreza. Un país culto – dos premios Nobel de Literatura, Gabriela Mistral y Pablo Neruda, y la escritora de habla hispana más leída mundialmente, Isabel Allende -. Dicho todo esto, absolutamente cierto, esconde, sin embargo, profundos abismos.

Si bien la esperanza de vida del chileno es la más alta de la región llegando en el 2012 de 78.4 años, una tasa de mortalidad infantil de 7.9 por mil nacidos vivos, la urbanización alcanza a cerca del 90% de los habitantes, la pobreza se redujo desde el 38.6% en 1990 a 15.1% en 2009 – 3.7% indigentes y 11.4% pobres -, creciendo a un promedio de 5.5% desde 2010 y un nivel de desempleo de 5.7%, su PIB nominal rebasa los 268 mil millones de dólares con un per cápita de más de 15 mil (PPA superior a 17 mil); la campaña electoral recientemente concluida – entre una posición de “centro derecha” y otra de “centroizquierda” – destapó situaciones que permitieron descubrir otras realidades. El monto de desigualdad en el ingreso es enorme, con un 1% de la población concentrando 31% de la riqueza nacional, su ingreso per cápita es 40 veces mayor que el del 81% de los habitantes del país, según estudio de la Universidad de Chile de marzo del 2013. (En EE.UU. ese 1% absorbe el 21% de la riqueza y en Alemania solo el 12%). La brecha salarial entre el gerente general y el trabajador que menos gane es de 100 veces. Se reporta que es uno de los países con mayor nivel de discriminación laboral por género con mujeres ganando un 30% menos que los hombres. Solo un 3 % de directores de empresas son mujeres.

La responsabilidad de ese arrastre de problemas sociales de un país próspero se encuentra en la práctica neoliberal que desde el golpe pinochetista se puso en práctica, recuérdese que la dictadura fue el primer gobierno que llamó a Milton Friedman y sus “Chicago Boys” para imponer una dinámica de mercado que concentró la riqueza como expresión de aquello que Juan Pablo II calificó como “capitalismo salvaje”. Los analistas también responsabilizan al sistema educativo, donde solo los más ricos logran una formación adecuadamente buena para poder entrar en dos universidades que, aunque “públicas”, son caras.

Bachelet, en este segundo mandato, pretende introducir cambios sustanciales habiendo constituido una Nueva Mayoría que incluye al Partido Comunista. Su plataforma alcanzó 21 senadores frente a 16 la derecha y un independiente; de los Diputados cuenta con 68, frente a 48 y 4 independientes. Con esa mayoría puede introducir la reforma tributaria que prometió y fortalecer el derecho a huelga pero para reformar la educación e introducir la gratuidad en las universidades estatales necesita un senador y un diputado adicional … y los puede conseguir.