Los Duarte-Diez en la vida de Duarte

<STRONG>Los Duarte-Diez en la vida de Duarte</STRONG>

La psiquiatría y la psicología dominicana, no se ha ocupado de la personalidad de Duarte. Confieso que después de escribir “Trujillo visto por un psiquiatra” y deglutir y digerir a Cáceres, Santana, Báez, Lilís, me di cuenta que el fundador de la República había sido víctima de la patología social dominicana.    

Estudiando la personalidad y patología de los políticos dominicanos desde la primera República hasta finales del siglo XX, encontramos en Duarte el político más sano, con el desarrollo psicoemocional, social y familiar más funcional. Pero también, el de la identidad psicosocial más asumida, y la inteligencia espiritual y moral más congruente con su práctica. 

Duarte es el producto del matrimonio de Juan José Duarte y Manuela Diez, ocupando la cuarta posición de once hermanos. Como toda familia funcional y sana les facilitó a los hijos la oportunidad para el desarrollo sano, los estudios, la integración a grupos, los valores, y el compromiso social. El padre favorece a la construcción del carácter, y la madre, la afectividad, las emociones, el apego y la vinculación consigo mismo y los demás.

Juan José Duarte era comerciante, español, pero fue de los pocos que se negó a firmar y cerrar el negocio cuando Boyer así lo imponía, y fue el que defendía al hijo – Duarte joven- en asumir sus ideas progresistas e independentistas, sin adoptar ni defender posiciones anexionista y colonialista de la época. La madre Manuela Diez, aun sin saber leer, ni escribir, se preocupó y recibió de la señora Montilla, amiga de la madre, su alfabetización, para luego mandarlo a recibir clases particulares con el profesor Manuel Aybar, Manuel María Valverde, y de latín con Juan Vicente Moscoso.

Fue una familia tolerante a la diversidad y al compromiso social, que permitió al adolescente Duarte viajar al extranjero y enchumbarse de los procesos progresistas y de las libertades en Europa. En la dinámica de los Duarte-Diez no se dan rivalidades, ni celos, ni envidia, ni lucha por los espacios, ni hostilidad, ni lucha de poder, aún fallecido el padre.

Siendo Duarte un adolescente al casarse el hermano mayor Vicente Celestino, pasó a ocupar la posición, trabajando con el padre y cuidando junto a su madre de sus hermanos menores, de ahí la relación, el reconocimiento, y la admiración de Rosa Duarte la octava de la familia y la cuarta de las hermanas. Esa familia sana permitió y reforzó las ideas revolucionarias del hijo. Siendo solidaria con Duarte, con sus amigos y con la independencia; entregando sus bienes, su historia, su referencia, y sus valores.

No se registra en los Duarte-Diez una traición, un conflicto, una separación o una maledicencia.  A Duarte se le identificó por su lucha y sus propósitos, de donde sus padres y hermanos eran parte de su conciencia.

Los Duarte-Diez seguirán siendo un modelo familiar digno de imitar por su sanidad y funcionabilidad.

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