POR MIRIAM DIAZ SANTANA
Es muy difícil que al conversar con los maestros sobre la calidad del producto educativo éstos reconozcan responsabilidad sobre los bajos resultados. Generalmente se atribuye la culpa a otros factores, como los maestros de los cursos anteriores, la familia, la pobreza, el medio ambiente, las autoridades, la escasa autoridad de los directores, la falta de medios educativos, la mala calidad de los libros, entre otras razones.
No dejan de estar en lo cierto los maestros al señalar estos factores que han sido identificados como fundamentales en el logro de los objetivos educativos. Sin embargo, es bien difícil exonerar al cuerpo docente y directivo de los resultados, porque eso significaría justamente quitarles el valor que ellos mismos se reconocen en este digno y esencial trabajo. Aún más, sin un cambio profundo en la mentalidad y las prácticas de los educadores, una mayor inversión podría perderse y resultar frustratoria.
Una de las características de la República Dominicana que se manifiesta en muchas de las cosas que hacemos, es que somos muy adaptables. Esto hace el país más gobernable, pero al mismo tiempo se traduce en una pérdida de calidad que reproduce los problemas, porque simplemente, en vez de fortalecer nuestras instituciones para que cumplan con su función, éstas terminan adaptándose a las circunstancias, haciendo «lo que se puede» y declarándose no responsable por los pobres resultados.
El sistema educativo es un buen ejemplo de ello. A la masificación y la caída de calidad de la educación se respondió con un fuerte crecimiento de las escuelas privadas, en todos los niveles, incluyendo los barrios pobres donde abundan escuelas privadas de muy baja calidad. Pero aún más, las escuelas y la universidad pública han seguido masificándose para atender a las crecientes demandas y adaptándose a los escasos presupuestos que dispone el Estado.
BAJO COSTO POR ALUMNO
El costo anual por alumno es uno de los indicadores que se utilizan en el análisis de los sistemas educativos. Aunque un alto costo no es garantía automática de mejores resultados, es evidente que una escuela muy pobre no puede corresponder a una sociedad que pretenda ser moderna o desarrollada. La República Dominicana se caracteriza por un costo por alumno muy bajo, tanto en la educación pública como en la privada, en comparación con otros países, muchos de ellos igual o más pobres que nosotros.
En un trabajo publicado en el Anuario Pedagógico No.6 del Centro Cultural Poveda, el economista Isidoro Santana establece lo siguiente: «El costo medio anual de un alumno de la Secretaría de Educación era de 123 pesos en 1985, 362 pesos en 1990 y 3,180 en el 2002. En valores corrientes parece un gran aumento, pero en valores constantes significó caer 40% primero para después incrementarse en un 270%. Ahora bien, obsérvese que a pesar del mejoramiento posterior, el valor del año 2002 traducido a dólares implica US$ 177 por estudiante al año, lo que compara muy desfavorablemente con los datos para otros países de América Latina, y ni qué decir de otras partes del mundo.»
En el documento Situación de la Educación Dominicana, publicado por la Secretaría de Educación, se establece que el costo promedio para el 2001 fue de 4,470 pesos. Es bueno tener en cuenta que este número es el resultado de dividir el presupuesto global ejecutado entre la cantidad de alumnos, lo cual es discutible en sistemas con altas inequidades como el nuestro, pero es un procedimiento generalizado.
En la actividad educativa pública, el costo está determinado en alrededor de un 90% por el pago de sueldos, especialmente a los maestros, ya que son muchos y además esta actividad se desarrolla generalmente con bajos componentes de tecnología u otros insumos. Miles de aulas sólo cuentan con un maestro, una pizarra y un pedazo de tiza. En tal sentido, el bajo costo por alumno en el país refleja una situación de pobreza que afecta de manera preponderante a los actores principales, que son los maestros y a los sujetos del proceso que son los alumnos.
UN SISTEMA CON BAJOS SALARIOS
El resultado práctico de los bajos niveles salariales que predominan en la educación pública es una reducción considerable del tiempo de dedicación en las aulas y fuera de ellas. Los maestros se sienten con derecho a reducir su dedicación porque están muy mal pagados y sobrecargados de trabajo y el sistema entiende que no puede exigir más por tan poca paga y porque es materialmente imposible cumplir con el tiempo de dedicación que requiere el currículo vigente.
Recientemente visité un politécnico público para observar y conversar con los maestros. La mayoría de los docentes con los que conversé tienen más de dos décadas de experiencia, trabajan dos tandas y hasta tres; algunos también están cursando estudios de especialidad. La cantidad de alumnos de un maestro del nivel secundario generalmente sobrepasa los 200 en la misma tanda, puesto que imparten clases en diferentes secciones y grados.
Tuve la oportunidad de revisar la nómina de esa escuela y pude observar que los sueldos brutos de esos maestros del nivel secundario, con más de dos décadas de experiencia y muchos de ellos con estudios de postgrado, oscilan entre los 10 mil y los 13 mil quinientos pesos. Por otro lado, los sueldos de los maestros del nivel básico oscilan entre los 5 mil y los 8 mil quinientos pesos. Maestros que trabajan dos tandas entre las 7:30 de la mañana y las 6 de la tarde pueden ganar entre 12 mil y 20 mil pesos, dependiendo del nivel, de la especialidad y de la antigüedad.
Por su parte, los directores de escuelas públicas pueden ganar sueldos muy variables, de acuerdo a negociaciones particulares que pudieran realizar y al tamaño e importancia de la escuela. En la mayoría de los casos andan alrededor de los 15 mil pesos, aun cuando se trate de escuelas que tienen más de mil alumnos.
Alrededor de quinientos dólares mensuales por dirigir una escuela pública masificada y llena de problemas, o por trabajar en dos tandas de escuela primaria entre las 8 de la mañana y las 6 de la tarde, no parece una compensación muy atractiva, sobre todo en un país donde tantos productos y servicios se cotizan en dólares. Sin embargo, como las opciones de trabajo son muy limitadas, miles de personas aspiran a ser maestros y se mantienen por años en la profesión, con esporádicas exigencias de aumento salarial y de mejores condiciones de trabajo.
Es justo reconocer que, aún dentro de estas condiciones, es mucha la vocación y el entusiasmo que se encuentra en algunas escuelas y que en el sector público también hay alumnos sobresalientes que compiten con los de escuelas privadas. Dentro de estas condiciones, la dirección juega un papel fundamental en imprimirles un ambiente de disciplina, de compromiso y entusiasmo al trabajo de enseñanza y de aprendizaje. En esta línea, las escuelas dirigidas por religiosas y religiosos son un ejemplo a imitar.
Mientras esa situación caracteriza el trabajo docente, el papel desempeñado por el gremio magisterial luce pobre, inconsistente y dominado por intereses políticos partidarios y/o de una élite dirigencial desgastada.