Los egoístas mueren solos

Los egoístas mueren solos

Casi todos nosotros nos lanzamos a construir un sueño. Y ese sueño muchas veces es poder construir un hogar, una familia. Sin embargo, esa ilusión que concretamos con los hijos, parejas, mascotas, nietos, y que está supuesta a basarse en amor, puede llegar a ser nuestra propia maldición. Y ¿cómo se destruye una familia, un hogar? ¿Cómo se convierte en nuestra propia cárcel, en nuestra propia maldición, eso que en su día nos hacía tanta ilusión? La respuesta es tan obvia que cavamos la tumba más profunda para no verla.

Cuando cada miembro del hogar en lo único que piensa es exclusivamente en sí mismo, con tal nivel de egoísmo que la muralla china es papel frente a lo que se convierte su corazón y su sangre deja de ser sangre para convertirse en líquido de freno. Un nivel de insensibilidad pasmoso, que nos saca las lágrimas involuntariamente. Y lo peor, cuando estimulamos ese nivel de egoísmo, porque no sabemos levantarnos y decir que NO,  no sabemos decir que basta, que ya es suficiente y nos desprendemos de esa persona que tanto amamos con coraje y firmeza.

Herida tras herida cedemos y damos paso al avance de un verdadero monstruo que al final del día impactará negativamente a un inocente que nada tiene que ver con ese hogar y que posiblemente es su generosidad, que lo delata tan distinto a este egoísta, justo lo que le garantiza la muerte.

Hay que tener cuidado porque AMAR significa también poner límites y sembrar en el corazón de nuestros hijos lo que es la capacidad de empatía y mantener equilibrado el EGO. No se trata de colegios caros y prendas de moda, que su precio podría alimentar 660 niños desnutridos. No es esa vida VIP lo que verdaderamente educa, es comprender que posiblemente la lección más valiosa para ellos es interiorizar el valor de la generosidad y la solidaridad con los demás.

Tal vez lo que mejor garantiza su futuro es convertirse en personas útiles y bondadosas para los demás, sin perder el respeto por sí mismos y la dignidad. Aprender a trabajar en equipo por el bien de una colectividad, porque el dinero debe ser la consecuencia de nuestro mejor trabajo, no de la mediocridad, y todo comienza con cosas muy sencillas:

Los buenos días en un ascensor; ayudar a una persona vulnerable, como un anciano que tan sólo quisiera cruzar la calle; respetar a los animales y no crear diversión a partir del sufrimiento de ellos; no burlarse de los sentimientos o acciones de los demás, ni siquiera en forma de chiste; ser respetuoso en nuestras palabras, como nos referimos a los demás frente a nuestros hijos es otro ejemplo… en fin y así, un millón de detalles que nos hacen ser personas excepcionales, no se trata de dinero ni poder, es SER, el oficio de ser un mejor SER humano.

Son cosas que todos sabemos pero que al parecer se van perdiendo en el tiempo.

Cuando formamos un hogar, ya sea solos o en pareja, vamos creando consciente o inconscientemente una serie de códigos, de valores, que van formando el carácter de nuestros hijos, si estos códigos se rompen sólo por NO querer negarle algo al niño, no se respetarán en un futuro y ese niño, que un día será hombre, crecerá pensando que puede agredir y hacer lo que sea para lograr lo que quiere. Creamos a un egoísta y los egoístas mueren solos. Tenemos más que sobrados ejemplos en este sentido y lo peor es que tenemos víctimas de estas personas egoístas, que tal vez si durante su formación hubiesen tenido límites, reglas y firmeza, si alguien que “los amaba” con locura les hubiese dicho NO a tiempo, muchas tragedias se hubieran evitado. El amor no se trata de complacer sin medida y sin límites al otro, eso es fragilidad y co-dependencia, y la fórmula perfectamente para un desastre futuro.

Como me dijo alguien muy sabio: a los hijos hay que criarlos con un poco de hambre y un poco de frío, eso también es amar.

¡NAMASTE!

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