Los elegimos para que nos esquilmen

Los elegimos para que nos esquilmen

Ya los dominicanos comprendimos, y aceptamos sin protestar, que las elecciones de los políticos cada cuatro años, es para otorgarle una credencial para enriquecimiento rápido. Lo grande que son tan desvergonzados que ni siquiera ocultan esa notable prosperidad. Y lo increíble son sus conductas de prepotencia y exhibir sus riquezas ante sus vecinos apabullándolos por ser más pobres.
Este período actual de transición, para la juramentación de las nuevas autoridades y de las reelectas, ha servido para confirmar cómo los regidores y legisladores se burlan de los votantes con aumentos ilegales de sueldos y pensiones. Solo le queda al país aceptar resignadamente esos abusos y burlas de quienes pretenden venderse como lo mejor para gobernarnos.
Indudablemente que los políticos tienen de relajo a este pueblo. Ni se inmutan en sus procederes cada vez más descarados e insólitos por eso de buscar novedosas formas de enriquecerse. Mientras tanto la ciudadanía tiene que contemplar pasivamente ese derroche de falsedades. Ellos se presentan como dechados de virtudes. Saben que la justicia nunca los tocará como es la tradición centenaria para esos hechos de corrupción con el abuso con los recursos públicos.
Como siempre en estos meses de la larga transición hasta el 16 de agosto surge una componenda estratégica y feliz de que las autoridades salientes se engrampan con los que llegan. No importan si son de partidos diferentes. Entonces arman una serie de burdas trampas legales para agenciarse aumentos de sueldo u otorgarse pensiones que no les corresponden. O se adueñan de terrenos y otras propiedades a precio vil.
Tal es el castigo que sufre el país desde que nos creímos en 1961 de que al fin nos habíamos sacudido de la feroz dictadura de Trujillo. Desde entonces pasamos del imperio de una tiranía con la paz de los cementerios al imperio del saqueo del presupuesto nacional. Todo con una conformidad y pasiva aceptación de parte de la ciudadanía.
Hasta ésta, por su conformidad, pareciera que disfrutara de ciudadanos más hábiles para robarle al Estado.
Las felonías no son castigadas y mucho menos repudiadas. Nótese cómo el caso de un legislador sureño ha sido exonerado por sus compañeros de su rápido enriquecimiento. Hasta los haitianos han tenido que plegarse a una situación de hecho que no tendrá castigo. Ni siquiera el moral de una sociedad curada de espanto. Y es que está más empeñada en también buscar la oportunidad de hacerse y trepar rápidamente en la escala social de la opulencia.
Hay sus excepciones en esa maleada clase política. Resulta que esos pocos se manchan al permanecer unidos a sus amigos y compañeros sin menos escrúpulos que arrasan delante de ellos. Consideran que ellos no están haciendo nada pecaminoso. Y es que esa es la costumbre. Antes eran las asonadas y revueltas civiles de los llamados caciques que se sublevaban con sus seguidores interesados en fortunas derivadas del saqueo del Presupuesto Nacional.
Son otros los tiempos en el siglo XXI y los Desiderio Arias no abundan entre nosotros. Sus estilos de ahora son civilistas de saco y corbata y cuentas cifradas. Nos resignamos a la situación. No se tienen y no se presagian intervenciones norteamericanas al estilo 1965. Ahora ellos siguen controlando de una forma más sutil a través del comercio y arropan a muchos estamentos hasta los políticos. Incluso sostienen una discreta campaña de penetración para que el dominicano acepte y se involucre en la igualdad sexual. Esta se encuentra muy distanciada de la verdadera conducta de la naturaleza humana. Esta existe en la humanidad desde que adquirió conciencia de su ser. Esto fue al darse cuenta que el humano no era un animal sino que poseía otras cualidades que lo elevarían por encima de los seres irracionales.
Por encima de las jugadas políticas de las potencias para narigonearnos en sus objetivos de que asimilemos a los vecinos haitianos, localmente tenemos que aceptar sumisamente a la clase política que nos esquilme, cual oveja mansa que se deja trasquilar sin protestar. Ya son muchos los años de ver desde las gradas el juego de los políticos que cada vez son más temerarios en sus acciones para aumentar la pobreza del pueblo. Hasta un día.

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