Los empresarios tienen la palabra

Los empresarios tienen la palabra

Desde la antigüedad, los ricos y los intelectuales le han llamado vulgo al sector social de menores ingresos. A lo largo de la historia, vulgo se ha asumido como una expresión peyorativa, de desprecio. Los pobres han sido considerados inferiores porque se les considera con bajos niveles de escolaridad y de conocimientos cultos. Obviamente, se calla que han sido condenados a la ignorancia por el propio sistema. De ahí que toda expresión insultante y soez se considere una vulgaridad. Los privilegiados de la sociedad asumen injustamente que sólo el pueblo pobre hace o dice cosas repugnantes.

Con el mismo concepto discriminatorio, el «marketing» en República Dominicana ha vendido comercialmente la idea de que al pueblo lo que le gusta es lo indecente. No existe la convicción entre los mercadólogos de que deben promocionarse las cuestiones culturales que contribuyan a la educación del pueblo. Eso es considerado como aburrido. Esto así, las agencias publicitarias orientan muchos de los anuncios de sus clientes hacia aquellos medios donde predomina la vulgaridad porque, supuestamente, la audiencia es mayor y el costo unitario para llegar al consumidor es menor. Por ese equivocado concepto es que se han multiplicado en la radio las palabras de cuatro letras, los escupitajos y las referencias a los antecesores de quien cuestiona ese tipo soez de comportamiento.

Los resultados obtenidos hasta ahora para adecentar los medios han sido magros. Esto se entiende porque la Comisión de Espectáculos Públicos y Radiofonía (CEPR) no ha contado históricamente con la credibilidad ni la autoridad para actuar como elemento corrector de la vulgaridad en los medios de comunicación. El gobierno es más bien percibido por muchos como socio en esas malas costumbres. Cuando la CEPR, abrumada por las quejas en relación con el lenguaje soez cerró en una oportunidad el programa radial «El Gobierno de la Mañana», no fue otro que el Ministro de Cultura quien acudió a pedirle excusas a los productores por haberles interrumpido su constante violación a las normas que rigen la radio. ¿Asombroso verdad? Aquella fue la inmolación de la autoridad y el estímulo que necesitaba el mal uso de los medios radiales para propagarse como verdolaga. Asimismo, mientras el presidente Hipólito Mejía siga injuriando a muchos llamando babosos, idiotas, disparatosos y otras expresiones insultantes a quienes se le oponen en sus afanes, el mal ejemplo seguirá cundiendo. Los soeces de la radio seguirán usando la figura del primer Mandatario de la Constitución como coartada para vomitar sus insultos cada día. Esos programas donde abunda la procacidad se han convertido en un atentado contra la familia dominicana. Sus oficiantes han llegado a creerse que cuentan con el poder suficiente, no sólo para utilizar expresiones vulgares, sino para insultar, herir susceptibilidades y despreciar a los dominicanos que no compartan sus excesos. Peor aún, han sido imitados por otros que piensan y encontrado una vía para sacar a flote lo indecentes que son y para conseguir más anuncios comerciales gracias a la equivocada concepción del «marketing» dominicano.

Pero toda enfermedad tiene su remedio. Es preciso involucrar a las instituciones y empresas privadas en la lucha contra la vulgaridad. Sólo si los anunciantes asumen la responsabilidad que les toca, el irrespeto a la ciudadanía podría empezar a desaparecer de los medios. Esto así, me permito hacer un llamado al Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP), a la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE), a la Asociación de Industrias, a la Federación de Comerciantes (FDC) y a todos los empresarios que colocan sus anuncios en los medios de comunicación a que se sumen a la lucha por el rescate de la decencia y el respeto a la ciudadanía. Su contribución podría ser expresada en la forma de no colocar sus anuncios comerciales en aquellos medios donde el respeto a «las buenas costumbres» sea socavado.

El concepto equivocado del «marketing» dominicano de que lo vulgar es lo que atrae a los consumidores hace mucho daño a la ciudadanía. El sector privado de la economía tiene su cuota de responsabilidad en el adecentamiento de la sociedad dominicana. Y su participación en una lucha por la decencia en los medios de comunicación es importante porque el gobierno no parece tener interés en hacerlo. Eso aparte de que no goza de confianza ni de la autoridad para cumplir con sus propios reglamentos. Rescatar la decencia en los medios de comunicación es un imperativo ahora que sufrimos una crisis de valores morales y espirituales. Y los empresarios tienen «la llave de los truenos» para conjurar ese maleficio.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas