Los escritores machacados

Los escritores machacados

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
-Sobre los artistas y escritores austriacos de vanguardia tengo poco que decir. Cuando llegué a los Estados Unidos alguien dijo en una tertulia: «el centro europeo de locos y homosexuales está en Viena». Enseguida un profesor de Nueva York corrigió: ¿Ustedes no han estado en Washington Square? Cualquier persona que viaje a San Francisco de California aprenderá que los homosexuales que viven en Viena son un grupo pequeñito, al lado de los que pululan en San Francisco. Algunos residentes chinos de esa ciudad afirman que el peso de los homosexuales provocará, tarde o temprano, otro terremoto terrible en California. Pero este tema no tiene ninguna importancia en la actualidad, a menos que usted crea que está conectado con el relato bíblico de la destrucción de Sodoma y Gomorra.

– Don Quijote, ciertamente, es más importante que Cervantes; ahora bien, son los escritores quienes inventan los quijotes. Lo que duele e indigna en la vida de Cervantes es la ristra de humillaciones que sufrió en todas partes. Los intelectuales de la época de Cervantes estaban compelidos a buscar la protección de nobles, eclesiásticos y gobernantes. Todavía hoy es así. Los escritores actuales están cercados por las «políticas editoriales» de los organismos internacionales, las «prioridades» de los comités de publicaciones de las universidades. Editores y publicistas juegan en nuestros días un papel parecido al del duque de Béjar y el conde de Lemos en los tiempos de Cervantes. No podemos olvidar a los comisarios de la cultura, en mi propio país y en varios otros cercanos. Cervantes escribió a ese duque, también conde de Benálcazar y Bañares, vizconde de Puebla de Alcocer y señor de Burguillos, «con el acatamiento que debo a tanta grandeza», pidiendo ayuda para publicar la historia del Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. El duque de Béjar no ayudó a Cervantes. Un fraile evitó que el novelista recibiera la ayuda solicitada; y el duque «se llenó de ignominia a los ojos de la posteridad», según apunta Eugenio Hartzenbusch. Pero después, en 1615, para publicar la segunda parte del Quijote, Cervantes vuelve a pedir el concurso de otro noble, el conde de Lemos, y en la dedicatoria le dice: «venga VE con la salud que es deseado, que ya estará Persiles para besarle las manos, y yo los pies, como criado que soy de VE». Como saben todos, Cervantes murió al año siguiente.

– Maquiavelo dedicó El príncipe a Lorenzo de Médicis. Hay que decir que era un libro de temas políticos, escrito por un político, destinado a un gobernante florentino. Pero muchos poetas contemporáneos han dedicado libros de poemas a funcionarios ineptos, a tiranos sanguinarios. Todo por no tener empleo ni fortaleza interior. Sé de un escritor argentino al que negaron premios literarios en su país, que fue echado del empleo por el gobierno. Era un notable escritor; su desgracia obedecía, precisamente, a la alta calidad de sus escritos y a la dignidad de su persona.

– Usted ha dicho, subdicho, o querido decir o insinuado, que existen escritores y pseudo escritores que se disfrazan de hombres de letras. Usan disfraces del siglo XVII, del siglo XIX, como en un nuevo carnaval de Venecia. Los disfraces del siglo XX fueron ideológicos y no sólo «vestimentarios». Es un horror mantener preso nueve años a Milovan Djilas por decir que había surgido en Yugoeslavia una nueva clase social: los burócratas del Estado. Una clase que sólo era nueva en la forma; una forma resultante de la economía centralmente planificada. También en este caso se trataba de un político militante y no de un poeta. Los hombres todos, políticos o no, escritores y no escritores, han de correr riesgos al vivir. Se ha examinado mucho la famosa frase de Nietzsche: «vivid en peligro»; un español dictaminó: «es un aforismo redundante»; pues no hay manera de vivir si no es en peligro. La búsqueda de la seguridad ha conducido al fracaso la producción y la existencia de ciertos escritores. Las habilidades para las letras a veces no coinciden con las habilidades sociales y las «destrezas» políticas.

– Siento curiosidad por esa secta de la que habla, enemiga de las discotecas. ¿Son terroristas? ¿Esos jóvenes, que detestan a los escritores exhibicionistas y uniformados, son extremistas? – No es una secta; es un movimiento social, un sentimiento difuso, algo que comparten las nuevas generaciones. Los conciertos de rock promueven el trance colectivo, los antivalores de una estética primitiva y aturdidora. La droga sirve para facilitar o prolongar el trance, para evadir la responsabilidad de la acción oportuna, para aplazar la tarea de afrontar la vida. Usted es mucho mayor que yo; Miklós es más joven que yo. Solamente nos une a los tres el hilo de un sentimiento que ni siquiera ha sido expresado completamente. Él ha tenido que emigrar, como emigró también usted y la compañera de estudios del propio Miklós. Todo el mundo emigra; nadie quiere quedarse donde nació. Ella encomendó a Miklós la misión de entregarle a usted el sobre; Miklós, a su vez, puso el encargo en mis manos y confió en que yo le encontraría en algún momento. Es una situación engorrosa para mi. Usted no me conoce; comprendo su desconfianza. Miklós está convencido de la clarividencia suya acerca del tiempo que nos ha tocado en suerte. La mujer emigrada, según Miklós, pensaba lo mismo. Como es de suponer, quiero escuchar directamente su versión de los hechos.

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