Sin duda los principales ejecutivos políticos en el Distrito Nacional: Leonel Fernández y Roberto Salcedo, conocen la importancia de la publicidad en la promoción de las ideas y sentimientos de la ciudadanía. De ahí el uso y abuso que hacen de los espacios públicos.
El alcalde del Distrito Nacional comenzó sus travesuras municipales en el año 2002 declarando el Malecón Libre Cristo Rey Libre y V centenario libre, a sendas avenidas concurridas, remedo de lo que hizo Mockus en Bogotá, para que fueran peatonales los domingos; pero luego de ingentes intentos de animación, fueron abandonadas, quedando a merced de delincuentes y prostitutas buscándosela.
Luego siguió clausurando los mercados públicos para reconstruirlos que aún esperamos, y continuó abandonando los cementerios a los asaltantes y profanadores de tumbas que campean por sus respetos.
El alcalde cerró para remodelación los parques Eugenio María de Hostos y Güibia, que duermen por nueve años, quizás para sorprendernos reinaugurándolos dentro de cinco años para promover una nueva reelección; aparte de hacer en el litoral un autódromo y un helipuerto, no obstante las protestas populares.
El presidente Fernández no se quedó atrás en las agresiones a los espacios públicos capitalinos.
Tras construir gran parte de una espléndida biblioteca a UASD que nos lleno de satisfacción, que el gobierno de Mejía terminó, aunque en el período subsiguiente Leonel hiciera reconstruir su piso bajo y equiparla.
También construyó dos escuelas de música que abarrotaron el otrora plácido parque de las cuevas de Santa Ana.
El imponente Centro Olímpico ha sido convertido en un sector arrabalizado con un banco de transformadores, estación de policía, un elevado y varios edificios utilitarios, que ocultan sus canchas y estadios.
Menos mal que el clamor popular impidió que se invadiera la plaza de la salud con la villa panamericana, como se pretendía, y que se materializara la proyectada construcción de una isla artificial que convertiría nuestra ciudad primada en una laguna inmunda.
Entretanto, Leonel y sus técnicos urbanistas, con asesoría de la omnipresente constructora Odebrecht, están convirtiendo la otrora extensa y hermosa ciudad universitaria en otra Ciudad Nueva, con una circunvalación al oeste que dejó fuera del recinto amplios terrenos, una vía marginal desde la avenida Alma Máter que nada resuelve, un hospital de Oncología que le arranca unos 20 mil m2 sin permiso del Claustro, un gran parqueo arrinconado que costó al Estado dizque RD$800 mil por puesto, una torre administrativa que dejará a los otros edificios huérfanos de dirigentes en un emplazamiento de 30 mil m2, la esquina nordeste como una estación para equipos de construcción, cierre de un acceso a la calle, una marginal por el este y otras edificaciones que llenan al campus sin más aulas, aparte de un kilométrico túnel norte-sur que traerá más caos vehicular a la zona.
Para colmo, se habla de demoler el gigantesco muro que Trujillo construyó para aislar la Fortaleza Ozama del muelle construido en el puerto de la ciudad, como repudio a su tiranía.