Aunque la pelota siempre estuvo dura en los años cincuenta del pasado siglo, el dominicano disfrutaba del béisbol con pasión, entusiasmo y hasta delirio, como ahora.
Los aguiluchos no eran, sin embargo, fanáticos tan aguerridos, como lo son en estos tiempos.
Rivales eran, para la época, los azules Licey y los rojos del Escogido.
Así se mantuvo el antagonismo hasta quizás principios de los 80, cuando los Leones ganaron su último campeonato.
Licey y Escogido mantuvieron una lucha casi cuerpo a cuerpo, al mejor estilo de Jack Veneno y Relámpago Hernández en la lucha libre.
Eran los tiempos de las hazañas de Alonzo Perry, Willie Kirkland, Stan Williams, el Gallego Muñoz, Willard Brown, Felipe Rojas Alou, Guayubín y Chichí Olivo, Bert Hass, Juan Marichal y Manuel Mota, entre otros grandes jugadores.
También, era la época de la narración impecable, profesional y singular de Rafael Rubí, Cuchito Álvarez, Ramón Rivera Batista, don Félix Acosta Núñez, Rafael Cuello Batista, Osvaldo Cepeda y Max Reynoso. Era pelota de la más alta calidad.
Lo que quiero resaltar es que Licey y Escogido dejaron de representar para la gran fanaticada los eternos rivales. Ahora el antagonismo feroz se da entre los Tigres y las Águilas Cibaeñas, entre azules y amarillos. La rivalidad se produce entre el campo y la ciudad, lo que me parece más lógico.
El cibaeño, lo pude vivir en mis dos años de residencia forzada en Santiago, es él el fanático más ardoroso, entregado y fiel que he conocido.
¡Cómo cambian los tiempos, mi querido Escogido!