Los exiliados españoles y la plástica dominicana

Los exiliados españoles y la plástica dominicana

Un régimen cruel e inhumano (el de Francisco Franco de España) obligó a muchos de sus nacionales a huir hacia otras tierras. Una de las que le abrió sus puertas fue República Dominicana, que aunque de todos modos inmersa en su propia dictadura, le sirvió de hogar, temporal o definitivo, a los inmigrantes españoles del gran éxodo republicano de 1939.

Dentro de estos inmigrantes, en su mayoría intelectuales urbanos, había un importante grupo de artistas que influirían considerablemente en el desarrollo de las artes plásticas dominicanas y se constituirían en maestros de maestros.

Así lo expresó la docente y crítica de arte, Laura Gil Fiallo (por demás hija de un inmigrante español de esta misma generación) en su conferencia “La inmigración española del 1939 y su influencia en las artes plásticas dominicanas”, organizada por la Universidad APEC (Unapec) como parte de las actividades de las “Semanas de España en la República Dominicana 2015” del Centro Cultural de España en Santo Domingo.
La magistral y sustanciosa ponencia tuvo lugar en el salón de conferencias del Museo Bellapart, un importante reservorio de las obras de estos artistas ibéricos.

Los representantes y su legado. Dentro de esta diáspora española de pintores y escultores, destacan los nombres de Josep Gausachs, un barcelonés que llega en 1940, y funge como profesor y subdirector de una recién creada Escuela de Bellas Artes; también José Vela Zanetti, Manolo Pascual, Eugenio Fernández Granell, George Hausdorff, Ángel Botello Barros, Antonio Prats Ventós, Francisco Vásquez Díaz, Joseph Fulop, y otros más.

Si bien la mayor concentración estuvo presente entre los años 1939 y 1950, un período relativamente corto, estos artistas no solo introdujeron las corrientes y técnicas de vanguardia (surrealismo, expresionismo, abstracción) al arte plástico dominicano, sino que formaron toda una generación de futuros maestros: “En esa época había algunos maestros importantes, pero también una gran cantidad de talentos que no se podían desarrollar.

Ya teníamos a un Suro, que es magnífico, a un Yoryi Morel o a Celeste Woss y Gil, cuatro o cinco nombres muy considerables, pero había una gran cantidad de jóvenes talentos que no se habían podido desarrollar por falta de una enseñanza adecuada. Entonces, después de la primera jornada en los años 40, cuando graduaron al primer grupo de egresados, aquí comenzaron a salir artistas como champiñones después de la lluvia, porque ya tenían los medios para expresarse”, destaca Gil, “su labor pedagógica es tanto o más importante que la labor artística”.

Los dominicanos Clara Ledesma, Gilberto Hernández Ortega y Ada Balcácer, por ejemplo, fueron discípulos de Gausachs. Pascual, por su parte, fue el primer director de la Escuela de Bellas Artes, desde su fundación en 1942.

Por otro lado, el repentino contacto de estos artistas con una nueva cultura los llevó a hacer “una obra que no hubieran podido hacer en España”, pero al mismo tiempo, este oportuno sincretismo y nueva visión del arte marcó para siempre la identidad cultural dominicana.

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