Es mucho lo que se ha dicho y lo que se oculta sobre la altísima tasa de crímenes de género que se producen en el país, pero no cabe duda de que la evidencia de esa tragedia humana sobrepasará este año por lo menos un feminicidio cada dos días.
España, considerado un país “machista”, tiene menos de la mitad de feminicidios al año, y cuatro veces la población dominicana y están escandalizados, ya podemos imaginarnos la situación de nuestras mujeres.
Hay muchas causas que contribuyen a la magnitud de esta verdadera pandemia de asesinatos y suicidios que cobra también gran número de víctimas entre sus parientes, amigos, hijos y huérfanos.
Entre los causas más comunes están el alto porcentaje de hogares sin padres, falta de apoyo familiar ni gubernamental; cuyas madres deben salir a trabajar dejando a sus hijas solas, que son seducidas por la fuerza y unos centavos por vecinos o parientes; cuando no son virtualmente vendidas por los propios padres para tratar de paliar su miseria, solo para terminar agravando su situación.
La marginalidad y hacinamiento como viven en muchos barrios populares de campesinos desplazados, es parte del drama humano que se produce en forma cotidiana en esta tierra de promisión para extranjeros de todas partes del mundo, menos para los nuestros… Las costumbres más permisivas, la desaparición de viejos tabúes protectores de la inocencia, son también parte de esa realidad.
La generalización de la educación formal y el acceso progresivo de la mujer al mundo del trabajo y su acceso a la Universidad, donde cerca de las dos terceras partes de los estudiantes son de sexo femenino, que después logran ocupaciones mejor remuneradas que los hombres, particularmente en los campos de la educación, la salud y las zonas francas, ponen en cuestionamiento la tradicional hegemonía masculina en los hogares, también generan conflictos.
Encima de todo está el marasmo social que ha traído la corrupción mayúscula y la impunidad, que hacen del país una verdadera selva producto de la anomia social que padecemos.
Dentro de esa realidad, hombres armados por el Estado para defender la seguridad y la soberanía nacional, son los que más fácilmente empuñan sus armas para asesinar a sus mujeres; y los que se burlan de las que van a denunciar las amenazas de que son objeto, diciéndoles que esas “son cosas de marido y mujer”, sin darles la menor protección.
Es por ahí que se debe comenzar a poner el orden; porque debe considerarse delito agravado el uso de la autoridad y armas con los que están investidosy ponerles penas ejemplares. Hay que hacer una revisión general de los rangos y clases de los cuerpos armados, en lugar de tratar de tapar el sol con un dedo, con “operativos” a cargo de un Procurador General de la República que no es capaz de perseguir delitos internacionalmente reconocidos y persigue en cambio, a inocentes e infelices dominicanos.
En última instancia, casi todos somos culpables, por comisión u omisión, de los atropellos cotidianos contra mujeres, envejecientes, minusválidos, homosexuales y haitianos indefensos. Hay que utilizar a la escuela y todos los medios de comunicación para revertir una cultura que nos avergüenza a todos.