Los funcionarios detestan el mantenimiento

Los funcionarios detestan el mantenimiento

El excelente sistema de comunicación nos garantiza tener una información cabal de los acontecimientos nacionales y extranjeros por lo que van surgiendo el infame estado de las edificaciones, muelles, carreteras, acueductos y canales, cayéndose a pedazos, por la indolencia de los funcionarios que supuestamente deben velar por su conservación.

Los reportajes, que casi a diario se exhiben en los canales de televisión o por los reportajes en los diarios, revela un problema que se va agudizando a cada momento, cuando obras con menos de un año de construidas, sufren del vandalismo ciudadano o de la desidia oficial para lograr que rinda un servicio adecuado a la población.

El estado lamentable del hospital de Los Mina, de las instalaciones del Centro Olímpico, del parque del Este o cualquier piscina olímpica del interior, acusan un deterioro de tal naturaleza que ya no se trata de un mantenimiento preventivo, sino una reconstrucción.

Y en eso de reconstrucciones es que los funcionarios enfocan sus cañones; en el mantenimiento no hay tantas oportunidades de lograr buenas ganancias, y evadiendo hábilmente la ley de contrataciones de obras públicas, logran desviar recursos para reconstruir obras mal atendidas. Entonces, los reportajes de los medios ponen de manifiesto esa desidia atávica del funcionario con respecto al mantenimiento, que a lo mejor en sus casas padecen calamidades por el descuido, como parte de la naturaleza del dominicano.

Yo he mantenido en mis columnas, publicadas en diversos medios locales, la prédica del mantenimiento; me alegra ver los excelentes reportajes que cotidianamente salen en los diarios o por la televisión, para despertar conciencia en la ciudadanía, haciéndoles ver a los funcionarios la tremenda responsabilidad cuando evaden acudir a la reparación de una carretera o de un edificio o un acueducto.

Ojalá que los medios mantengan esa nueva inclinación de denunciar las obras en mal estado, donde tienen un filón noticioso de primera que el público se horroriza al darse cuenta de cómo se encuentran los edificios institucionales; algunos han sido objeto de costosas remodelaciones recientes, pero en las provincias casi todas esas obras carecen de la atención debida mientras anuncian inversiones muy elevadas para rescatar lo que se dejó perder.

La gente se está cansando de la apatía oficial por no ponerle atención a sus obras destruidas, gracias a los buenos reportajes. Y si una carretera, como la Duarte, que se estaba destruyendo paulatinamente por la falta de mantenimiento, desde hace pocos meses, se le está aplicando un recapado de tres o más pulgadas de asfalto en caliente a un costo desconocido de varios millones de pesos, mientras a las cunetas no se les proporciona mantenimiento.

A los presidentes de los pasados 48 años nunca les ha gustado insistir con el asunto del mantenimiento. Restaurar una obra no le genera capital político, ni mucho menos ayuda a su populismo rancio y arraigado, cuya manifestación es construir obras faraónicas que al poco tiempo no sirven por falta de mantenimiento. Es la población en especial los niños que asisten a escuelas sin sanitarios, con techos llenos de goteras y sin pupitres, que sufren las consecuencias de un criterio político de que mantener obras no proporciona votos y mucho menos comida para el boa de la corrupción.

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