Los grandes problemas

Los grandes problemas

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Vivimos como las señoras que arrojan hacia el patio ajeno el contenido de las bacinillas para molestar a las vecinas, quienes a su vez lanzan otras podredumbres hacia la casa de la primera. El odio es el peor de los sentimientos. Ciega, confunde, hace ver lo que no es y se escucha siempre de manera equivocada. Llama la atención que estemos enredados en las patas de los caballos durante tanto tiempo.

En el siglo pasado, en el cruce de Ocoa había un negocio situado a mano izquierda de Santo Domingo hacia Barahona, donde enseñaban que encender un cigarrillo marca Cremas (de tabaco negro) y dejarlo que se consumiera, alejaría la miríada de mimes y permitiría comer.

Asombra que se tuviera ese conocimiento y nuestros políticos no apliquen conocimientos sencillos pero efectivos como el del cigarrillo de tabaco negro, para la solución de muchos problemas nacionales.

Actuamos como el vecino a quien el domingo en la mañana, mientras el hombre sufre una tremenda resaca de los tragos de la noche anterior, la mujer quiere que le arregle una puerta que se cae sola.

Piensa pedirle el martillo y un serrucho a su vecino pero recuerda que el último equipo que le solicitó el vecino tuvo que ser rescatado de la compra y venta porque lo había empeñado y nunca lo liberó.

Cansado del telelé de la mujer fue a casa del vecino y le dijo sin más: –Métase su serrucho y su martillo por donde no le quepa–. Así vivimos, poniendo atención a los chismes, a los dimes y diretes de carajetes a quienes sólo una política partidaria llena de quisondas, serruchadera de palos, bajezas, ha convertido en figuras que pontifican en todos los foros aunque nunca aporten una idea nueva.

Nos falta una gran concertación que incluya a todos los sectores nacionales y que, de ser necesario, se imponga la mayoría a la minoría.

Frecuentemente vemos las diarreas verbales que llaman «diálogos nacionales», donde se duermen los problemas entre palabras y propuestas que nunca cumplen.

Hace falta una gran concertación nacional que desborde lo circunstancial, que vaya más allá del horizonte, porque detrás de cada horizonte hay un nuevo horizonte.

A mi generación le correspondió construir la democracia sobre mejores bases que las que existían antes de 1930. Lo hemos logrado, aunque algunos escépticos digan lo contrario.

El presidente Leonel Fernández me confirió el honor de ser su portavoz ante la dirigencia del Partido Revolucionario Dominicano, para las conversaciones posteriores a la gravísima situación que se presentó cuando se impidió el ingreso del presidente del Senado a la sede de la Liga Municipal Dominicana.

No olvidemos que el lío fue tal que un subsecretario de Estados Unidos vino a contribuir a desanudar el nudo gordiano.

Perdidos en la maraña de nuestro propio laberinto, los problemas continúan, se acumulan, se acrecientan.

Hay artistas de la simulación, improvisados actores del teatro de lo absurdo, que desvían la atención de los problemas nacionales para robar al erario, introducir contrabandos, dejar de pagar impuestos. A esos no les conviene que el país tenga una visión clara de los problemas y emprenda las

soluciones. Hay que quitar la paja de nuestros ojos para que podamos ver el bosque.

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