Los grupos de presión

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 JOSÉ MANUEL GUZMÁN IBARRA
Los grupos de presión en el país no son tan fieros como los pintan, sean éstos empresariales o de otro orden raramente logran articularse debilitando el alcance real de sus acciones. Desde hace años se habla del debilitamiento del sistema de partidos, más como un deseo de quienes lo han esgrimido que como reflejo de una realidad. Se habla muy poco, sin embargo, del avanzado deterioro de las instituciones sociales fuera del tren estatal y de los partidos políticos.

El nuestro, es un país invertebrado, en el mismo sentido que lo dijo Ortega y Gasset de la España de principios del siglo XX. Nuestro país carece de articulación entre sus instituciones y la gente, eso a pesar de la enorme cantidad de organizaciones de la sociedad civil esparcidas por toda la geografía nacional.

La gran cantidad de organizaciones es un reflejo de atomización e ineficiencia. La acción efectiva de muchas organizaciones se ve limitada por el uso inadecuado de los recursos materiales y humanos existentes, por la falta de coherencia y dispersión de sus iniciativas, por la debilidad de su lobby, por la lentitud de sus decisiones y por la falta o corta visión política.

Si algo está en crisis en el país son sus instituciones sociales, incluyendo la más simple y originaria de todas, la conversación. En nuestro país el diálogo es de sordos. Las personas más egregias, las mentalidades más creativas y las organizaciones mejor intencionadas prefieren montar su propia tienda antes que sumar esfuerzo, el lema predominante es “mejor ser cabeza de ratón que cola de león”.

Incluso en los hacedores de opinión, periodistas e intelectuales, se da una atomización de esfuerzos, en el mejor de los casos, o una auto-adoración que frena la necesaria dirección común que el país necesita para resolver sus problemas. Aunque este segmento merece un análisis particular, es oportuno mencionar que el verdadero líder de opinión en nuestro país, por su influencia y desde el punto de vista del rating, es la telenovela, lamentable situación.

Por otra parte, es evidente la importancia de que los partidos políticos fortalezcan los argumentos, auspiciando en su seno el estudio y el debate de las ideas; pero también las organizaciones de la sociedad civil deben fortalecer sus estructuras, fusionándose en los casos que estén orientados a objetivos comunes y mejorando su articulación con la población.

Si el objetivo es que el país avance, la reflexión debe trascender la esfera política partidaria hasta llegar a la esfera pública en todas sus dimensiones. El país puede y debe mejorar, siempre que sus actores sociales, políticos y económicos, también lo hagan.

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