Los incendios forestales azotan los bosques de todo el mundo

Los incendios forestales azotan los bosques de todo el mundo

AME162. PORTO VELHO (BRASIL), 25/08/2019.- Fotografía tomada este domingo que muestra una de las áreas destruidas por fuego en la selva amazónica, en el estado de Rondonia (Brasil). El norteño estado del Amazonas oficializó este domingo el pedido para que las Fuerzas Armadas de Brasil actúen en el combate de los incendios que golpean la región amazónica, por lo que ya son siete los estados brasileños que han solicitado formalmente la ayuda de los militares. EFE/Joédson Alves.

Desde hace dos semanas las noticias internacionales han dedicado gran parte de su contenido al tema de los incendios forestales en la región amazónica. Aunque en principio el caso de Brasil era el más resaltado, posteriormente los incendios que ocurren en Bolivia pasaron igualmente a las primeras planas de los diferentes medios informativos.
La región amazónica – llamada así porque está afectada por las aguas del río Amazona – tiene una extensión de 5.5 millones de km², y contiene el 20 % de las especies de plantas con que cuenta la humanidad y una quinta parte del agua dulce disponible, por lo que su preservación traspasa el interés de los países que la conforman. De ahí que diferentes sectores sociales en numerosos países estén reclamando al gobierno de Brasil, encabezado por Jair Bolsonaro, que dedique su atención y los recursos necesarios para la extinción de estos incendios. Lo mismo se le está exigiendo al presidente de Bolivia, Evo Morales.

Es bueno señalar que en parte estos reclamos se producen como resultado del rechazo de la población a la política que ambos gobernantes han estado aplicando en la Amazonía, consistente en el otorgamiento de concesiones para el fomento de la agricultura, particularmente de la soja, y para la explotación minera, en el caso de Brasil; mientras que en el caso de Bolivia, el gobierno ha estado fomentando la práctica de la «quema controlada», método de preparación de tierra que disminuye los costos, pero que conlleva un alto riesgo, pues exige no sólo condiciones climáticas favorables, sino también estricta vigilancia y experiencia en el manejo de incendios.

Así como están ocurriendo grandes incendios en la Amazonía, lo mismo ocurre en la Siberia, donde el fuego ha afectado más de 3.5 millones de hectáreas; en Canaria hace apenas semanas un incendio arrasó más de 15 mil hectáreas de bosques del más importante parque nacional de la isla Gran Canaria; en África (muy especialmente en los bosques de El Congo ) hay actualmente tantos incendios como en Brasil; en Argentina el pasado año se incendiaron más de 600 mil hectáreas, y el historial de incendios en el estado norteamericano de California es bien conocido.

Ante esta situación la gente se está preguntando, ¿cuáles son las causas de estos fenómenos, que tanta devastación están provocando?

Al leer las informaciones que aparecen en los medios, nos damos cuenta de que las explicaciones que ofrecen las autoridades y los expertos son las mismas en todos los países: esencialmente la expansión de la frontera agrícola y la utilización de la quema como método para la preparación de las tierras que se van a dedicar a la actividad agropecuaria, lo cual, con frecuencia, degenera en incendios incontrolables.
Esta última es una práctica ancestral que forma parte de la cultura campesina de la mayoría de las regiones del mundo. Es por ello que los agricultores brasileños, ubicados en las áreas afectadas por los incendios, han salido en defensa del gobierno, aduciendo que siempre ha habido incendios en esta época del año y que no van a renunciar al derecho de producir.

Ahora bien, así como es cierto que la gran mayoría de los incendios que se están generando son el resultado de la intervención humana, también resulta cierto que las condiciones climáticas están experimentando cambios que favorecen el surgimiento y la expansión de estos. Precisamente, en la ciudad de Santa Cruz, de Bolivia, que actualmente sufre las consecuencias de los incendios que azotan ese país, en el año 2017, se realizó un seminario que tuvo como objetivo discutir formas de enfrentar los efectos de las sequías, pues se advertía que serían cada vez más frecuentes y prolongadas en la región, lo cual tendría como uno de sus efectos más dañino el incremento de incendios forestales.

Los registros de los últimos años muestran claramente que se está produciendo un aumento de las temperaturas y un cambio en los patrones de lluvia, con una mayor concentración de las mismas y, por tanto, con periodos de sequías más prolongados, lo que explica todos estos incendios que están devorando millones de hectáreas de bosque en diferentes regiones del planeta, particularmente en las regiones tropicales, cuya tendencia parece ser la de su incremento.

Como he expuesto en diferentes cónclaves a los que he tenido que asistir, Latinoamérica goza de una cobertura forestal bastante aceptable. Con algunas excepciones, la mayoría de nuestros países supera el 30% de cobertura boscosa, por lo que los mayores esfuerzos deben estar dirigidos a la preservación de esta cobertura. Los incendios forestales, tal y como se están presentando, constituyen la mayor amenaza para los bosques, y la dimensión que están alcanzando resultan de muy difícil control, tanto para los países grandes y ricos como para los pequeños y pobres.
Hasta ahora, la fuerza humana y las herramientas manuales son los principales mecanismos para el control de los incendios forestales, ya que los medios aéreos actúan con acciones de apoyo. Así también urge de nuevas tecnologías que permitan un control más eficaz de estos incendios, lo cual requiere primero, medios de detección a tiempo, y, segundo, herramientas mecanizadas de control.
Creo igualmente que, dada la precariedad de nuestros países, se hace necesario la conformación de cuerpos subregionales de apoyo que puedan dar respuesta a incendios de grandes magnitudes. Por supuesto que en cada país se deben hacer todos los esfuerzos dirigidos a superar la vieja práctica del uso del fuego en las labores agrícolas, ya que la prevención es el mejor de los controles. En tal sentido, los servicios de extensión agrícola y ganadera, y los programas de financiamiento agropecuarios, pueden jugar un rol más activo en la educación y el condicionamiento a los agricultores a fin de que estos eliminen el fuego como práctica recurrente.

El fuego, además de destruir el bosque, acaba con la vida microbiana del suelo, causando su empobrecimiento, perjudicando, por tanto, al mismo agricultor.

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