Los Intelectuales del partido del signo contra los intelectuales del partido del ritmo (una explicación desde la poética)

Los Intelectuales del partido del signo contra los intelectuales del partido del ritmo (una explicación desde la poética)

§ 1. Existen dos tipos de escritores en este mundo: Los que pertenecen al partido del signo (Vargas Llosa y todos los de su misma pluma) y los que pertenecen al partido del ritmo (estos orientan el sentido de sus obras a cambiar la escritura del signo y a orientar ese mismo sentido en contra de las ideologías de época y contra el Poder y sus instancias). En Crisis del signo… Meschonnic explica muy bien la distinción entre estos dos tipos de intelectuales (Santo Domingo: Ferilibro, 2000, pp. 243-253).

§ 2. El primer tipo de escritor cree en la separación del signo en un significado y un significante respecto al objeto o la abstracción que él designa. Es decir, que este sujeto miembro del partido del signo será siempre, en la teoría y la práctica, un dualista y, en el peor de los casos, un sujeto de pensamiento binario.

§ 3. En cambio, el sujeto miembro del partido del ritmo cree que el signo es pura forma y que el significante es pura forma; cree en que el lenguaje y el signo son radicalmente arbitrarios e históricos, que la lengua es pura forma y que ella no tiene sentido, sino que este se encuentra en el discurso, lugar de funcionamiento del sujeto y sus ideologías. En nada de esto creen los miembros del partido del signo.

Puede leer: Vargas Llosa, campeón del “Boom”

§ 4. Tales miembros nunca aceptarán que la lengua es un sistema, como lo estableció Saussure. Ellos prefieren el término dualista de “estructura”, porque les permite afirmar su creencia de que la lengua es una convención de signos otorgada por Dios a los seres humanos y por ahí reproducen su teísmo. En principio fue el Verbo, discurso repetido en la Biblia junto con el mito del origen del lenguaje, único y universal, pero ese mito es destruido por el de la torre de Babel que explica la diversidad de idiomas de los obreros que construían dicha torre y que provenían de distintos reinos asiáticos.

§ 5. Una prueba de que ningún dios le otorgó el lenguaje y las lenguas a los seres humanos es la invención del creole en primer lugar por parte de los haitianos y simultáneamente adoptado por guadalupeños, martiniqueños y reunioneses. Aquí los miembros del parido del signo quedan desarmados con respecto al origen del lenguaje como invención divina. Encontramos la misma mitología en los libros sagrados de la India, China, Japón, Egipto, Grecia, Roma y los imperios maya, azteca e inca. Esta ideología lingüística es la única que aceptan los Estados y como la teoría del lenguaje es idéntica a la de la historia y ambas implican una teoría de la literatura, el discurso y el sujeto, para los miembros del partido del signo han sido creados los premios, los mandarinatos culturales y los cargos diplomáticos. Incluso los títulos nobiliarios como el ridículo marquesado a Vargas Llosa, un hombre nacido en una república.

§ 6. En resumen, los intelectuales ancilares del Poder y sus instancias no asumen otra teoría del lenguaje, la historia, la lengua, el discurso y el sujeto que la teoría metafísica del signo, cuyo partido del signo ellos integran y junto con el brazo armado ideológico del Estado cual es la religión, ambos se convierten en el verdadero mantenimiento del orden contra cualquier asomo de la teoría del partido del ritmo.

§ 7. Estados e intelectuales ancilares siempre están pendientes, junto con los sumos sacerdotes, de esta tarea que les encarga el Poder, es decir, vigilar desde las Academias, las Universidades y la Prensa, los concursos histórico-literarios, las actividades y las herejías de los miembros del partido del ritmo.

§ 8. No vaya a creerse que el Poder, sus instancias y sus intelectuales ancilares vigilan únicamente a los escritores del partido del ritmo. No, los mismos intelectuales ancilares son, a su vez, vigilados por los servicios encargados de la seguridad del Estado. ¿Por qué el Estado vigila a sus propios intelectuales, aunque sean del partido del signo? Debido a lo que dijo Octavio Paz en una de sus obras: Los Estados desconfían de los intelectuales y aunque se les vea asumir públicamente causas democráticas representativas (su sistema político ideal), también se les ve abrazar con entusiasmo Estados totalitarios o francamente dictatoriales. Y también se les ha visto apoyar a partidos de extrema derecha cuyos jefes visibles son Donald Trump en los Estados Unidos; Giorgia Melloni, primera ministra en Italia; Marine Le Pen y su Agrupación Nacional en Francia, Santiago Abascal, de VOX, en España y jefes menores como Víctor Orbán en Hungría y Vladimiro Zelenski en Ucrania. En esto de vigilar a los intelectuales y opositores, los dominicanos exhiben dos casos concretos: Pedro Santana tenía un instinto de clase para detectar en el aire a un enemigo político o intelectual. Igual que Trujillo. Santana nunca perdió de vista a Sánchez, aunque colaborara con uno de sus gobiernos, a cuya tía, MaríaTrinidad Sánchez, fusiló con espectáculo popular incluido desde El Conde al cementerio. Tampoco perdió de vista a Duvergé, que opacó su pretendida victoria en Las Carreras, a José Joaquín Puello, cuyo valor y popularidad desafiaban el poder del Hatero del Este o a Mella, quien colaboró también con uno de sus gobiernos. Con quien no pudo Santana fue con Duarte, cuya ideología, aunque ausente, se levantó victoriosa en la guerra restauradora. Trujillo tampoco perdió de vista a los que asesinó en el extranjero y en su propio país.

§ 9. Pero todos los Estados y gobiernos, incluso sus intelectuales ancilares del partido del signo son sospechosos de pasarse al bando contrario en cualquier momento de crisis, vacilación o incertidumbre política. A los intelectuales del partido del ritmo, más peligrosos, porque orientan públicamente su decir-hacer-vivir-escribir en contra del Poder, sus instancias y las ideologías de época, hay que tenerles mucho más vigilados. Desde el gran panóptico foucaultiano, la sociedad les vigila también, principalmente sobre temas de religión, moral y buenas costumbres y “doctrinas extrañas”.

§ 10. En esta tarea de vigilar a los intelectuales, para los Estados cualquier intelectual es sospechoso y susceptible de pasarse al adversario. El caso paradigmático es el de Mario Vargas Llosa: Primero apoyó como un fanático a la revolución cubana (ver su discurso de recepción del premio Rómulo Gallegos “La literatura es fuego”) y adjuró de ella luego de beneficiarse de la fama como escritor mundial catapultado por el castrismo, instrumentalizador del boom latinoamericano. No existe un solo Estado cuya concepción del lenguaje y el arte no sean un instrumento al servicio del mantenimiento del orden. Luego de su apostasía, Vargas Llosa adoptó en el Perú la democracia representativa como el mejor sistema político y cuando se presentó como candidato a la Presidencia y perdió de Fujimori, airado y desengañado porque se creyó el mejor, anunció que renunciaba a la ciudadanía peruana y adoptaba la española, desde cuyo país se convirtió en el abanderado del neoliberalismo y su ley de libre mercado. Anciano ya, apoyó a la ultraderechista Keiko Fujimori, hija de su verdugo, en las elecciones de 2021. Así se le ve yendo y viniendo entre Europa y América Latina como un cruzado de su credo nuevo y su ideología de la cultura light. Este Vargas Llosa fue en su origen un modesto pequeño burgués que logró convertir como trepador social el neoconservadurismo en una empresa económica personal exitosa Al morir, su fortuna fue estimada en más de 10 millones de euros. Su adherencia casi fanática al neoliberalismo le impidió combatir a la oligarquía peruana y a las familias (como la Graña) aliadas de los Estados Unidos, del gran capital, de los terratenientes y de la gran prensa de El Comercio y el grupo La República (consorcio que controla nueve de los doce periódicos más leídos).

§ 11. Los poderes internacionales premiaron en abundancia a este nuevo héroe del neoliberalismo: Premio Nobel, miembro de la Real Academia Española y de la Academia Francesa, decenas de doctorados honoris causa, la ciudadanía española y un marquesado que ennobleció a un rastacuero. Queda su obra ideológica y su obra de ficción. ¿Sobrevivirán el tiempo? La teórica es paja ideológica (“La literatura es fuego”, su largo ensayo sobre la novela, su ensayo sobre Flaubert, su remake del libro de Guy Debord sobre la sociedad del espectáculo y demás escritos complacientes publicados por el este hijo mimado de ¡Hola! La de ficción, comenzando con Historia de Mayta y La fiesta del Chivo, son pura ideología para explicar su ruptura con el castrismo, las ideas socialistas y los “cuervos revolucionarios” como les llama Vargas Llosa a los escritores tipo García Márquez. Pero repudiar una ideología política de izquierda (partido único) para abrazar otra de extrema derecha (con visión totalitaria), no es un mérito, sino que habla mal de la flojera acomodaticia de un intelectual. Y, la última, una ideología historicista para condenar la dictadura de Trujillo, que ya no le significaba un peligro al autor ni a nadie.

§ 12. Las demás obras (La ciudad y los perros, Conversación en la catedral, La casa verde, La guerra del fin del mundo, etc.) si sobreviven, queda todavía pendiente la pregunta crucial a toda obra literaria: ¿Contra cuáles ideologías de época y contra cuáles poderes de Estado y sus instancias se orienta la política del sentido de las obras de Vargas Llosa? ¿Qué ritmo-sentido las atraviesa? Si algunas de sus obras transforman la literatura, el lenguaje y el sujeto, hay que concluir en que muchas veces la ideología de la obra no es la misma que la del autor, como ha afirmado Henri Meschonnic.

§ 13. Una vez que Vargas Llosa rompió con la literatura como compromiso político, es obvio que, buscando una teoría de la literatura, la novela y el ensayo que se aviniera a su nueva situación de neoliberal camelado por el CIEL parisiense de Jean-François Revel y compartes (los neoliberales latinoamericanos como Hernando de Soto y otros), el hombre que había echado chispas al recibir en 1968 el premio Rómulo Gallegos en Caracas, no se dio cuenta de que la vieja teoría marxista de la literatura que abrazó en Cuba fue la misma que la del neoliberalismo que él asumió en cuerpo y alma no fue otra que la teoría tradicional del lenguaje y el signo, la estilística y la estética, disciplinas que ya tienen codificado lo que es una obra literaria de valor: Las obras literarias que responden a la metafísica del signo. La misma teoría del lenguaje y la literatura del partido del signo al cual perteneció sin darse cuenta.

§ 14. Los títulos mismos de algunas obras revelan la adherencia de Vargas Llosa a esa teoría del partido del signo. Por ejemplo, El lenguaje de la pasión. La pasión no tiene lenguaje. Existen miles de discursos que tratan sobre la pasión. Pero por el título se ve qué teoría del lenguaje aplicará Vargas Llosa a sus obras. Otro ejemplo: La verdad de las mentiras, semejante título entraña una teoría de la literatura, el lenguaje y la novela como mentira, pero con ese tour de force, Vargas Llosa acepta que la obra literaria, en este caso la novela, es una mentira, pero que su verdad no es la de los discursos ideológico-informativos, sino una verdad que le es propia a toda obra de ficción. Y esa verdad de la obra de ficción es más grande e imperecedera que la verdad de la pequeña vida cotidiana de todos los sujetos que la pueblan. El lenguaje, la lengua mienten; la literatura, no. Pero la mentira y la verdad no están ni en el lenguaje ni en la lengua, sino en el discurso, espacio privilegiado de los sujetos, sus luchas por imponer sus proyectos y que otros proyectos de otros sujetos se encargan de contrastar y la mayoría de las veces fracasan. En mi libro Política y teoría del lenguaje y la poesía en América Latina en el siglo XX (Santo Domingo: Editora Universitaria, 1994, pp. 343-353) situé tanto la concepción del lenguaje como de la lengua, así como la teoría de la novela de Vargas Llosa, demostrado en sus obras teóricas y de ficción a partir de su conversión al neoliberalismo y su cultura light. La práctica de un lenguaje descuidado se encuentra en La orgía perpetua. Flaubert y Madame “Bovary” (Madrid: Seix Barral, 1975) y La civilización del espectáculo, ((México: Alfaguara, 2012), además de descuidada en materia de redacción, es una adaptación ampliada de los clichés de la vida frívola adoptada por Vargas Llosa. Este hombre ha sido la buena conciencia de su época. Es decir, un hombre inofensivo para el Poder.

Si se desea saber cómo la crítica tradicional del partido del signo (es decir, estilística y estética) establecen el valor de las obras literarias, léase el artículo de Santos Sanz Villanueva titulado “Mario Vargas Llosa, campeón del boom”, en Areíto del sábado pasado.

Más leídas