Los intelectuales [dominicanos] y la intervención militar norteamericana, 1916-1924

Los intelectuales [dominicanos] y la intervención militar norteamericana, 1916-1924

(Reseña del libro de Alejandro Paulino Ramos)
¿Cuál fue la posición política de los personajes del Congreso de la Prensa durante y después de la intervención militar norteamericana?

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Arturo J. Pellerano Alfau, fundador y director del “Listín Diario”,era presidente del Ayuntamiento en 1917 durante la ocupación militar yanqui, al igual que lo fue el futuro presidente provisional Juan Bautista Vicini Burgos.
El sucesor en el mando del periódico, Arturo Pellerano Sardá, encabeza discretamente la lista de socios de aquel Congreso que, para noviembre de 1920, ha despertado del letargo en que el Gobierno yanqui sumió a la despistada clase política dominicana. Aunque Rufino Martínez no se ocupó de la cúpula del trujillismo en su “Diccionario histórico-biográfico dominicano” (SD: Editora de la UASD, 1971), sí lo hace en “Hombres dominicanos. Rafael Leónidas Trujillo y Ulises Heureaux, t. III”. (SD: Del Caribe, 1965).
Si no se ocupa de Pellerano Sardá, prueba es de que no tuvo ninguna significación política en el trujillismo y sí histórica en el periodismo, pese a que fue diputado de dedo durante la dictadura, la cual le cerró el periódico por asunto de competencia con el diario oficial “La Nación”, fundado en 1940; y, comerciante avasallador como era Trujillo, vislumbró que “La Opinión”, también ahogado por el régimen de partido único, se convertiría en el diario oficial de la mañana, “El Caribe”, en 1948.
Sin embargo, este Pellerano Sardá recibe el horacismo como herencia política de su padre. ¿De qué forma?, lo explico en mi libro “El impacto cultural de la primera ocupación militar norteamericana en la República Dominicana” (SD: Editora Universitaria, 2016), donde afirmo: «Debido a las enormes ramificaciones y relaciones familiares, políticas y empresariales de Vicini Burgos con la clase gobernante del país, esta figura simbolizaba el clientelismo y el patrimonialismo que reinó en la República Dominicana antes de la ocupación militar norteamericana y que será endosado a Horacio Vásquez y Trujillo después de la salida de las tropas de ocupación. Vicini Burgos estaba vinculado por lazos políticos, comerciales, industriales y familiares al horacismo y al “Listín Diario”, cuyo director, Arturo J. Pellerano Alfau, era diputado horacista al Congreso Nacional y por vía de consecuencia, todos relacionados con los Henríquez y Carvajal, emparentados por lazos familiares con el empresario periodístico, puesto que el abogado y escritor Federico Henríquez y Carvajal estaba casado con Luisa Ozama Pellerano. Pero incluso, si se mira con ojos de hoy el árbol genealógico de Vicini Burgos se observa que sus lazos parentales, políticos y empresariales le ligaban a medio país.» (Pp. 53-54).
Estas ramificaciones empresariales y políticas de la naciente oligarquía dominicana explican la subordinación del Congreso de la Prensa a esos intereses y los periodistas llevarán la carga pesada de la lucha orientada a sacar a los norteamericanos del país para que la fracción burguesa que luchó contra la montonera volviera a dirigir los destinos del país a través de políticos profesionales puestos en el poder por ella y no por caudillos a los que esa clase social no controlaba.
El rol de domesticación de los caudillos y caciques comenzó con las leyes de censura de prensa y desarme impuestas por los norteamericanos y la dictadura comisaria de Vicini Burgos es el producto de esas medidas del Gobierno militar yanqui, como lo será el Gobierno de Horacio Vásquez, sustituido, una vez cumplido su papel de legitimador de todos los actos del invasor, por un nuevo caudillo que controlará todos los poderes del Estado y subordinará a su persona, durante treinta años, a las fracciones oligárquica y burguesa.
Esto explica como natural el paso del horacismo caído el 23 de febrero de 1930 al nuevo amo, Trujillo, articulador del golpe de Estado, y que tal caída del horacismo fuera consecuencia directa de dos acontecimientos económicos: la depauperación de la pequeña burguesía empresarial e intelectual a causa de la caída de los precios del azúcar en el período 1922-25 y al que remató el crack de la Bolsa de Valores en 1929. La implacable campaña de prensa contra el Gobierno de Vásquez por parte de aquellos intelectuales orgánicos remató aquel régimen cuando se propuso prolongar su mandato para el período 1930-1934.
En esta virulenta campaña, el papel preponderante le correspondió al periódico “La Información”, no al “Listín Diario”, cuyas ramificaciones con el horacismo y con los Vicini se lo impedían. En cambio, “La Información”, de Santiago, gozaba del prestigio de que su director, Rafael César Tolentino, había sufrido exilio por haber combatido, con su pluma, la ocupación militar. Y no solamente él, sino su hermano Vicente y colaboradores como Joaquín Balaguer, Jafet Hernández, antihoracista furibundo, asociados al bufete de abogados de Rafael Estrella Ureña, seudo-líder del golpe del 23 de febrero de 1930, nombrado presidente provisional a la caída de Vásquez, pero eliminado rápidamente de la contienda electoral del 16 de mayo de 1930 por el verdadero poder: Trujillo.
Este es el teatro de luchas entre el horacismo y el trujillismo y la lealtad del grupo santiaguero de Estrella Ureña atrapado en su falsa percepción de que su líder era el artífice verdadero del Movimiento del 23 de febrero que asaltó la fortaleza San Luis y, en un simulacro controlado por Trujillo, distribuyó armas entre sus miembros, pero que tan pronto cesó el sainete, dichas armas fueron recogidas por el general Simón Díaz y luego del ascenso de Trujillo al poder, muchos de los partidarios de Estrella Ureña, comenzando por el capitán Silverio, asaltante de la fortaleza San Luis, fueron asesinados.
Con este escenario como teatro es posible que los aguerridos periodistas de La Información sentaran cabeza y, “velis nolis”, tuvieran que colaborar con la dictadura trujillista durante el tiempo que vivieron, como lo atestigua Rufino Martínez para los siguientes personajes del Congreso de la Prensa: «Otras tres siluetas tampoco quieren pasar inadvertidas; van sobre sendos leños flotantes, recostados como en actitud de nada braceando: Antonio Hoepelman, Gustavo Adolfo Díaz y Abelardo Nanita. Este lleva además junto a sí, flotando, un adminículo: es un manual de lógica parda trujillista. Con este convencional recurso dialéctico ha retratado con la pluma a Trujillo de catorce maneras, y cada una le ha reportado honra y dinero en abundancia. Ha sido el mejor negocio de su vida. A ratos alarga el brazo para pasarle a Hoepelman el manual de lógica. Le sirve para renovar sus credenciales de hijo de la “patria nueva”, aunque nacido y criado y modelado en la “vieja”, donde se le conoció por su fanatismo horacista.» (“Hombres dominicanos”, 487).
De Rafael César Tolentino, acota Rufino Martínez, luego de citar un incidente de tránsito resuelto autoritariamente por Trujillo cuando estaba como coronel de puesto en Santiago y que el director de “La Información” criticó la conducta del militar: «La ironía parece que fue del destino, pues el director del periódico tiempo después desempeñó una cartera en el ministerio del Presidente Trujillo. Resultó, por cierto, uno de los pocos o excepcionales ministros que se señalaron como hombres libres y verdaderos jefes de su departamento.» El Tucídides dominicano finaliza con una nota al calce: «Prolongada la dictadura y asimilada a una generación, el periodista tuvo la suerte ya tardía de morirse a los veintisiete años de inservibilidad, reñida con su pasado de hombre de prensa y político defensor de una ideología liberal. Este fue Rafael César Tolentino.» (Ibíd., p. 26).

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